Un premio justo y necesario
El 11 de septiembre de 1990, cuando la prestigiosa antrop¨®loga guatemalteca Myrna Mack sal¨ªa de su trabajo en la sede de Avancso (Asociaci¨®n para el Avance de las Ciencias Sociales), en el centro de la ciudad de Guatemala, fue repetidamente apu?alada en plena calle hasta morir. El autor, posteriormente identificado y capturado, result¨® ser un suboficial del Ej¨¦rcito guatemalteco perteneciente a uno de los m¨¢s mort¨ªferos servicios militares de informaci¨®n. Servicio que tambi¨¦n protagonizar¨ªa otros importantes cr¨ªmenes, incluido el asesinato del obispo monse?or Juan Gerardi, ocho a?os despu¨¦s.
Myrna era autora de rigurosos trabajos de investigaci¨®n sobre los sufrimientos y destrozos sociales padecidos por las comunidades mayas desplazadas, que se vieron obligadas a huir ante las atrocidades del genocidio (626 masacres registradas por el informe de la ONU) perpetradas por las tropas del Ej¨¦rcito en el curso de aquel tr¨¢gico conflicto interior. En consecuencia, por su trabajo y su l¨ªnea de apoyo a aquellas comunidades destrozadas, Myrna Mack fue incluida por los militares en la categor¨ªa de enemigo interno de necesaria eliminaci¨®n. La investigaci¨®n desarrollada por la Oficina del Procurador de los Derechos Humanos de Guatemala (equivalente a nuestro Defensor del Pueblo) concluy¨® calificando al crimen como "ejecuci¨®n extrajudicial cometida por las fuerzas de seguridad del Estado".
Todo parec¨ªa indicar, por tanto, que la impunidad m¨¢s absoluta caer¨ªa como una losa sobre aquel crimen y que prevalecer¨ªa para siempre, protegiendo a los altos jefes que ordenaron aquel asesinato, como era norma habitual y obligada en los cr¨ªmenes de aquel Ej¨¦rcito (y en enorme medida sigue si¨¦ndolo casi dos d¨¦cadas despu¨¦s).
Fue entonces cuando apareci¨® la figura f¨ªsicamente fr¨¢gil pero moralmente cicl¨®pea de su hermana Helen. Dispuesta a no permitir el olvido ni la impunidad, cre¨® la Fundaci¨®n Myrna Mack, dedicada a la memoria de su hermana, pero sobre todo a la lucha por la justicia que reclamaba aquel crimen y tantos otros m¨¢s, cometidos en su pa¨ªs. A lo largo de a?os interminables, los esfuerzos de la Fundaci¨®n tropezaron con amenazas y presiones indescriptibles, soportando la escasa duraci¨®n de cada juez que asum¨ªa el caso, sus continuos relevos y abandonos bajo reiteradas amenazas, la fuga de testigos igualmente amenazados, la desaparici¨®n de importantes elementos de prueba, as¨ª como el asesinato del ejemplar agente de polic¨ªa Jos¨¦ Miguel M¨¦rida por mantener y firmar el verdadero informe policial del crimen, y no el falso que trataban de imponerle, simulando un caso de delincuencia com¨²n. As¨ª, venciendo con determinaci¨®n aquella muralla pr¨¢cticamente infranqueable, la Fundaci¨®n fue consiguiendo logros incre¨ªbles en un pa¨ªs como aqu¨¦l, empezando por la identificaci¨®n, captura y condena del autor material, el sargento especialista Noel Beteta, que fue sentenciado a 30 a?os de prisi¨®n.
Pero el problema m¨¢ximo, la verdadera muralla, se evidenci¨® al investigar la autor¨ªa intelectual de sus jefes. La Fundaci¨®n consigui¨® acumular, a lo largo de a?os, pruebas irrefutables sobre la responsabilidad de los tres m¨¢ximos jefes militares del servicio secreto que orden¨®, prepar¨® y ejecut¨® el asesinato. El general Edgar Godoy Gait¨¢n, el coronel Juan Valencia Osorio, y el entonces teniente coronel Juan Guillermo Oliva Carrera (hoy coronel), aparec¨ªan como directamente responsables, por constituir la c¨²pula jer¨¢rquica que decidi¨® y orden¨® el crimen.
En 1998, la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico de la ONU denunciaba las brutales coacciones contra el aparato de la justicia y el continuo cambio de magistrados, se?alando: "Un total de 16 jueces han conocido los dos procesos (autor¨ªa material e intelectual). Ha habido amenazas contra los jueces, magistrados y testigos, seis de los cuales tuvieron que salir del pa¨ªs".
Finalmente, se logr¨® lo que parec¨ªa imposible: en septiembre de 2002, tras innumerables obst¨¢culos y aplazamientos, se afront¨® la causa oral. En medio de terribles tensiones y amenazas, se dict¨® la sentencia de 3-10-02: el coronel Valencia Osorio era condenado a 30 a?os en calidad de autor directo de la orden criminal dictada al sargento Beteta, su autor material. Los otros dos acusados fueron absueltos, alegando "falta de evidencia suficiente", argumento en¨¦rgicamente rechazado por la Fundaci¨®n Myrna Mack, que recurri¨® la sentencia.
Siete meses despu¨¦s, la presi¨®n y las amenazas dieron su resultado: el 7-5-03, en una vergonzosa decisi¨®n, aferr¨¢ndose a una determinada frase absolutamente vac¨ªa, la sala de apelaciones decretaba la nulidad de la sentencia anterior, ordenando la inmediata puesta en libertad de los tres procesados, incluido el condenado a 30 a?os. Las organizaciones internacionales de derechos humanos clamaron contra esta iniquidad, que fue nuevamente recurrida por la Fundaci¨®n.
Finalmente, la Corte Suprema de Guatemala, el 14-1-04, se pronunciaba en casaci¨®n contra la anterior sentencia absolutoria, restableciendo, como no pod¨ªa ser de otra forma, la sentencia condenatoria del tribunal de primera estancia, con sus 30 a?os de prisi¨®n para el coronel Valencia como autor de la orden criminal, ordenando nuevamente su captura. En vano Helen Mack clam¨® por la necesidad de su arresto inmediato. La polic¨ªa tard¨® lo suficiente (varios d¨ªas) en acudir a detenerle, para facilitar al m¨¢ximo su escapatoria. Cuando se le busc¨® hab¨ªa volado de su domicilio, y permanece fugado hasta hoy. La impunidad cr¨®nica de los grandes criminales guatemaltecos quedaba restablecida una vez m¨¢s. Pero la Fundaci¨®n hab¨ªa logrado la sentencia condenatoria y el reconocimiento judicial de la muerte de Myrna como lo que realmente fue: un crimen de Estado y no un delito com¨²n.
Resulta obligado subrayar igualmente otro brillante logro de la Fundaci¨®n Myrna Mack alcanzado a nivel nacional y continental: la sentencia condenatoria contra el Estado de Guatemala emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por asesinato, encubrimiento y denegaci¨®n de justicia en el caso Mack, como justa respuesta a la denuncia presentada por la Fundaci¨®n. Aquel d¨ªa 22 de abril de 2004, hace ahora tres a?os, igual que aqu¨ª pocos d¨ªas atr¨¢s en el Paraninfo de Alcal¨¢, Helen Mack vivi¨® uno de esos momentos de gloria absolutamente merecidos y de obligado cumplimiento en lo personal y lo institucional. En aquella ocasi¨®n, en presencia de las m¨¢s altas autoridades guatemaltecas, el presidente y vicepresidente de la Rep¨²blica, los presidentes de los ¨®rganos legislativo y judicial, los cuerpos diplom¨¢tico y consular acreditados en el pa¨ªs, junto con numerosos parlamentarios y funcionarios del Gobierno, y el nutrido p¨²blico asistente, se celebraba el Acto de Reparaci¨®n impuesto por la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 25-11-03, y que implicaba la proclamaci¨®n de culpabilidad del Estado de Guatemala en el asesinato de Myrna Mack, cometido trece a?os atr¨¢s. Ceremonia que Helen aprovech¨® para exigir que la justicia prevalezca en tantos otros cr¨ªmenes perpetrados en su pa¨ªs.
?sta es la instituci¨®n y la persona a las que la Universidad de Alcal¨¢ y el Defensor del Pueblo acaban de galardonar, hace escasas fechas, con el Premio Rey de Espa?a de Derechos Humanos, entregado solemnemente por el propio Rey en el viejo y noble Paraninfo de la Universidad. Premio otorgado a esa infatigable defensora de la dignidad y la justicia que es Helen Mack, y a su fallecida hermana Myrna, pues, en definitiva, ambas han resultado galardonadas al recaer el premio sobre la Fundaci¨®n. Personas como ¨¦stas est¨¢n muy por encima de un factor tal como su nacionalidad, sea cual fuere. Personas como Myrna y Helen Mack nos pertenecen a todos, a la humanidad entera, y al premiarlas honramos a lo mejor de nosotros mismos.
He aqu¨ª, por tanto, un galard¨®n justo y necesario, que honra muy merecidamente a quien lo recibe, pero que, en ocasiones como ¨¦sta, tambi¨¦n honra especialmente a quienes lo conceden, por la inmensa justicia y ejemplaridad de su atribuci¨®n.
Prudencio Garc¨ªa es investigador y consultor del Instituto Ciencia y Sociedad. Fue miembro del equipo de expertos internacionales de la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico de la ONU sobre Guatemala.
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