Cu¨¢l es la batalla
Las elecciones presidenciales de 2002 fueron una anomal¨ªa, en su desarrollo y en sus resultados. La eliminaci¨®n de Jospin en la primera vuelta, a manos de Le Pen, produjo la conmoci¨®n que llev¨® a Chirac a la presidencia con un inusitado 82% de los votos. La izquierda, sorprendida y frustrada en la primera vuelta, volc¨® su apoyo en Chirac, quebrando la tradici¨®n hist¨®rica izquierda-derecha caracter¨ªstica de Francia. La derecha crey¨® en la mayor¨ªa como algo propio y no an¨®malo.
Sin embargo, la divisi¨®n cl¨¢sica de la sociedad francesa verticalmente, oculta otra, cada vez m¨¢s relevante, entre modernizadores y bonapartistas, que la separa horizontalmente. Aunque en la votaci¨®n del domingo se interprete la subida de Bayrou como el ascenso de posiciones centristas, tengo la impresi¨®n de que es una respuesta a la derecha y a la izquierda desde preocupaciones modernizadoras.
La gente que est¨¢ descontenta con las propuestas de la derecha, aun siendo de derechas, o las que lo est¨¢n con las de izquierda, aun siendo de izquierdas, representan el desasosiego como enfermedad difusa de los franceses. Saben que Francia no es lo que fue, saben que no lo volver¨¢ a ser en la nueva situaci¨®n mundial, pero no saben c¨®mo ser¨¢ su futuro.
Francia es un pa¨ªs con una historia exitosa en la era contempor¨¢nea. Rico, cohesionado e influyente, durante mucho tiempo ha tenido una pulsi¨®n mayoritaria conservadora. S¨®lo la habilidad de Mitterrand hizo cambiar ese ciclo hist¨®rico y coloc¨® al Partido Socialista como alternativa cre¨ªble, a costa del hundimiento del Partido Comunista, en aquella famosa unidad de la izquierda de la segunda mitad de los 70 y primera de los 80.
La tendencia hist¨®rica conservadora no imped¨ªa que Francia fuera un laboratorio de ideas progresistas y el campo en el que se anticipaban agitaciones callejeras que despu¨¦s se extend¨ªan a otros lugares del mundo. En medio de un debate muy vivo durante d¨¦cadas, ¨²ltimamente en declive, la mayor¨ªa de los franceses manten¨ªan un poder tradicional en las urnas. Una derecha peculiar, en un Estado fuerte y centralizado como ning¨²n otro, con pol¨ªticas p¨²blicas muy presentes en casi todos los sectores y un cierto populismo social, mantuvo durante d¨¦cadas su hegemon¨ªa pol¨ªtica.
A partir del triunfo de Mitterrand en el 81, los franceses han cambiado de mayor¨ªa parlamentaria en cada elecci¨®n. Parecen estar a la b¨²squeda de una respuesta para ese malestar difuso que los aqueja, a la incertidumbre que nace de la convicci¨®n de que las cosas no pueden seguir como est¨¢n, aunque tengan miedo a los cambios.
De esta forma, en cada nuevo gobierno de mayor¨ªas alternativas, con o sin cohabitaci¨®n con la presidencia de la Rep¨²blica, las reformas se han ido aplazando porque el triunfo de esas mayor¨ªas ha sido siempre a la defensiva como consecuencia del miedo al cambio de rumbo de la Rep¨²blica. Las campa?as electorales del ¨²ltimo cuarto de siglo se han basado en unos discursos cl¨¢sicos de izquierda y derecha, con propuestas de mantenimiento del statu quo m¨¢s que transformadoras para enfrentar los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n. Tal vez Francia haya sido el pa¨ªs desarrollado m¨¢s renuente a la aceptaci¨®n de la nueva realidad derivada de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, el m¨¢s contrario a la globalizaci¨®n.
Pero en todo el espectro pol¨ªtico representativo de la izquierda y la derecha, salvo los fen¨®menos cada vez m¨¢s marginales de las utop¨ªas regresivas, ha habido y hay modernizadores y bonapartistas. Se mantienen separados por la fractura hist¨®rica vertical entre la derecha y la izquierda, que les impide la aproximaci¨®n en los temas centrales de la modernizaci¨®n y las reformas necesarias. Gentes que podr¨ªamos considerar de centro derecha o de centro izquierda, por emplear la terminolog¨ªa al uso, que dentro de sus tribus ideol¨®gicas se ven sistem¨¢ticamente arrastrados por las posiciones m¨¢s tradicionales.
Y el desaf¨ªo de Francia sigue vivo tras el resultado de la primera vuelta de las presidenciales que llevar¨¢ a Sarkozy y a S¨¦gol¨¨ne al duelo definitivo o tal vez a un nuevo episodio de esta divisi¨®n vertical de la sociedad francesa que no permite que aflore la fractura horizontal de la que depende su futuro. Por eso, m¨¢s que la batalla por el centro, se trata de la batalla por la modernizaci¨®n frente al continuismo.
Ambos candidatos representan un cambio generacional, lo cual es importante. Pero queda por saber si representan un cambio real ante los cambios estructurales que esperan al pa¨ªs para adaptarlo a los requerimientos de la nueva realidad mundial.
Sarkozy ha querido avanzar proyectos de reformas que se parecen demasiado a los neocon americanos para ser aceptables por los franceses. Adem¨¢s, ha polarizado en exceso a la sociedad con gestos de dureza dif¨ªcilmente compatibles con el car¨¢cter un tanto patriarcal y unitario de la presidencia. Tal vez su mayor dificultad se derive de la combinaci¨®n de estos factores. Neoliberalismo en sus propuestas reformistas y posiciones de derecha dura en temas identitarios. En su caso pesar¨¢ m¨¢s el voto anti-Sarkozy como limitante para llegar a la mayor¨ªa.
S¨¦gol¨¨ne es una novedad hist¨®rica que ha ido dando sorpresas desde el comienzo de las primarias. Es dif¨ªcil imaginar un voto de rechazo, por su propia personalidad, pero tambi¨¦n lo es imaginar que pueda movilizar el voto modernizador con su estilo un tanto "mitterrandista" y su apelaci¨®n a los ciudadanos como responsables ¨²ltimos de las reformas que el pa¨ªs necesita. Se puede comprender la dificultad, desde su posici¨®n de izquierdas, para convencer a los franceses de que es necesario emprender la modernizaci¨®n institucional del Estado y las reformas estructurales de una econom¨ªa corporativizada que pierde capacidad de crecer y competir y, por eso, hace dif¨ªcil mantener el grado de cohesi¨®n social al que est¨¢n acostumbrados.
En ambos casos es dif¨ªcil entrever la pol¨ªtica europea que proponen, en un momento hist¨®rico en el que el papel de Francia tiene pleno sentido incardinada en la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea, con su dimensi¨®n pol¨ªtica, para pesar en el concierto internacional. Sola, la Rep¨²blica seguir¨¢ chapoteando en la malaise.
El campo de batalla se sit¨²a entre modernizadores y bonapartistas, m¨¢s a¨²n que entre izquierda y derecha. ?sa ser¨ªa la oportunidad de S¨¦gol¨¨ne si atrae los votos de Bayrou.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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