La vida es un cuento

"Era mucho m¨¢s estrella que todos nosotros", afirma Michelle Phillips, integrante del hist¨®rico grupo The Mamas and The Papas, en el documental 3055 Jean Leon acerca de su protagonista.

Taxista, camarero, empresario hostelero y vin¨ªcola, aventurero por vocaci¨®n, fabulador por devoci¨®n, el santanderino Ceferino Carri¨®n, m¨¢s tarde rebautizado como Jean Leon, era uno de esos personajes que siempre se encuentran situados en la esquina de la foto mientras el centro lo ocupan las grandes estrellas del espect¨¢culo. Sin embargo, en la vida real, seg¨²n desvela el notable documental dirigido por Agust¨ª Vila, el verdadero ombligo de la imagen no era sino este emigrante espa?ol que, con constancia de conspirador, supo reinventarse hasta lograr hacerse un peque?o hueco en la historia de Hollywood, aunque fuera como due?o del restaurante en el que todos los artistas se sent¨ªan como en casa.

Vila, estupendo cortometrajista en los noventa (??breme la puerta!), director de la rohmeriana Un banco en el parque (1999), ha tardado siete a?os en realizar otro largo, pero la espera ha merecido la pena. Con un incuestionable gusto est¨¦tico, Vila gu¨ªa las andanzas de Leon como el que est¨¢ narrando un cuento infantil. Unas preciosas animaciones en tres dimensiones y el continuo punteo de la guitarra de Ian Briton, autor de la banda sonora, aderezan una historia en la que, por momentos, todo es tan incre¨ªble que parece inventado no por el mentiroso Leon, sino por los propios art¨ªfices de la pel¨ªcula. Esa llamada de Liz Taylor al Leon hostelero de La Scala, en Beverly Hills, para que ¨¦ste le enviara a Londres unos canelones en hielo seco suenan a exagerada prestidigitaci¨®n narrativa si no fuera porque ah¨ª est¨¢n Paul Newman, Dennis Hopper (el de ahora, no el de la ¨¦poca lis¨¦rgica) y Robert Wagner para corroborar la especial¨ªsima naturaleza del bueno de Ceferino.

Como los materiales de archivo no son excesivos, Vila toma prestado de los documentalistas Brett Morgen y Nanette Burstein el precioso efecto recortable m¨®vil que otorgaba vida a las fotograf¨ªas de su portentoso documental sobre el productor Robert Evans El chico que conquist¨® Hollywood (2002). Una fuente que, casualidad o no, acaba emparentando a Evans y Leon, dos hombres ambiciosos que vivieron d¨ªas de vino y rosas junto a las estrellas y que se asemejan en algo m¨¢s que en haber compartido ¨¦poca y espacio vital: ambos disfrutaron sus jornadas de esplendor sacando partido a sus camale¨®nicas dotes para las relaciones y a sus dictadoras malas artes disfrazadas de respetabilidad.