?Qu¨¦ har¨ªamos sin Gluck?
'Orfeo ed Euridice' revolucion¨® la ¨®pera del siglo XVIII sustray¨¦ndola a la arbitrariedad de los int¨¦rpretes
"Che far¨° senza Euridice? / Dove andr¨° senza il mio ben?". El lamento de Orfeo: ?qu¨¦ har¨¢ sin su amada? ?Ad¨®nde ir¨¢? Y nosotros, ?qu¨¦ hubi¨¦ramos hecho sin Gluck? ?Ad¨®nde habr¨ªamos ido a parar sin la reforma de la ¨®pera que ¨¦l y el libretista Calzabigi introdujeron, con voluntad innegable de gran manifiesto europeo, en su Orfeo ed Euridice? La historia no se construye con los verbos en condicional, sino en pasado. En todo caso, esa reforma, que en el pr¨®logo de Alceste -siguiente t¨ªtulo de los mismos autores- recibi¨® cumplida formulaci¨®n te¨®rica y literaria, da cuenta de hasta qu¨¦ punto la ¨®pera barroca hab¨ªa degenerado en una parodia de s¨ª misma. El divertido panfleto de Benedetto Marcello El teatro de moda, publicado en Venecia en 1720, es una cr¨®nica atenta sobre el divismo, el poco respeto por la partitura, la falta de escr¨²pulos de los empresarios, la vulgaridad de las producciones, la holgazaner¨ªa de los instrumentistas y la escasa formaci¨®n de un p¨²blico que lo daba todo por bueno. Nacida apenas un siglo atr¨¢s, la ¨®pera se encaminaba hacia una muerte tan prematura como segura. Hac¨ªa falta un replanteamiento a fondo. Y Christoph Willibald Gluck (Erasbach, 1714-Viena, 1787) y Raniero Calzabigi (Livorno, 1714-N¨¢poles, 1795) dieron el paso al frente.
No se trat¨® de una revoluci¨®n surgida de la nada. Gluck era un compositor culto, de gran visi¨®n europea. Formado en Praga, pas¨® por Viena, Mil¨¢n, Londres y Par¨ªs, antes de recalar definitivamente en Viena, donde, ya como compositor de ¨¦xito, entr¨® a formar parte de la capilla imperial. All¨ª, en 1761, conoci¨® a Calzabigi, poeta, diplom¨¢tico, libertino y sin duda hombre de esp¨ªritu refinado. Ambos sent¨ªan la necesidad profunda de liberar al g¨¦nero de las arbitrariedades de los int¨¦rpretes para devolverle la pureza perdida desde los tiempos de Monteverdi. El tema elegido no pod¨ªa tener mayor intenci¨®n program¨¢tica: el mito fundacional de Orfeo, la exaltaci¨®n de la pureza primigenia de la m¨²sica, identificada con el amor, una fuerza de tal magnitud que permite a un mortal viajar m¨¢s all¨¢ de la Laguna Estigia y volver a esta orilla sin da?o.
Calzabigi escribi¨® un poema en tres actos di¨¢fano, con tres ¨²nicos personajes, los dos amantes y el dios Amor, m¨¢s el coro, important¨ªsimo en la econom¨ªa de la obra, pues, al modo griego, subraya los affetti -sentimientos- que dominan cada escena: la nostalgia, la determinaci¨®n, la contemplaci¨®n buc¨®lica, el pavor, el abatimiento, el triunfo del amor. El verso decas¨ªlabo tiene ritmo de pie latino y Gluck le da el m¨¢ximo realce con una melod¨ªa de estructura sil¨¢bica, un regreso al recitar cantando de los fundadores del g¨¦nero en la Florencia de principios del XVII. "Volvamos a lo antiguo, ser¨¢ un progreso", dej¨® dicho Verdi.
Desde el punto de vista formal, qued¨® eliminada el aria col da capo -el aria que se repite de principio a fin, en la repetici¨®n adornada por todo tipo de lucimientos vocales-, precisamente para sustraerla del capricho interpretativo, toda vez que se introduc¨ªa el recitativo con acompa?amiento orquestal en lugar del clavic¨¦mbalo a palo seco, y ello para diluir en un continuo el momento l¨ªrico y el dram¨¢tico. La poes¨ªa es una unidad por encima de sus partes.
Y la revoluci¨®n surti¨® efecto. Estrenada el 5 de octubre de 1762 en el Burgtheater de Viena, la ¨®pera conoci¨® un ¨¦xito inmediato en toda Europa que consolid¨® definitivamente la extraordinaria carrera de Gluck. El mismo compositor realiz¨® en 1774 una adaptaci¨®n para la escena francesa con muchos cambios de instrumentaci¨®n e incluso de melod¨ªa (la que se ofrece en esta entrega es la versi¨®n original italiana). De hecho, trat¨® de controlar hasta donde pudo las producciones de sus obras, en una valiente reivindicaci¨®n de los derechos del creador por encima de los del int¨¦rprete. Orfeo ed Euridice vino a abrir as¨ª el debate moderno de la autor¨ªa, de la cual el Romanticismo har¨¢ bandera. No es casual que Wagner fuera admirador de Gluck: uno y otro, con soluciones en las ant¨ªpodas, consideran el drama musical como obra de arte total. El m¨¦rito de Gluck es haberla reivindicado cuando eso no era nada obvio.
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