Bye, bye, Lenin
El azar ha querido que coincidiesen en el tiempo dos acontecimientos que vienen a marcar el fin de una era: por un lado, el Partido Comunista Franc¨¦s registra su peor resultado hist¨®rico en las elecciones presidenciales francesas, quedando al borde de la desaparici¨®n; por otro, la rama principal del comunismo italiano cierra su evoluci¨®n iniciada a fines de los a?os 80 con la disoluci¨®n de los Dem¨®cratas de Izquierda para pasar a integrarse en el nuevo partido que ha de surgir de la convergencia con los dem¨®cratas cristianos de izquierda y otros grupos, que hasta ayer formaban la llamada Margarita. Si tenemos en cuenta la penosa situaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a, que por un momento trat¨® de encontrar salvaci¨®n bajo la m¨¢scara de Izquierda Unida, vamos a parar a una conclusi¨®n dif¨ªcilmente negable: la marca pol¨ªtica que Lenin creara en marzo de 1918 para sustituir a la socialdemocracia ha cerrado ya, por lo menos en los principales pa¨ªses de Europa occidental, su recorrido hist¨®rico. O dicho de otro modo, el espejismo eurocomunista se ha disipado definitivamente.
En 1975, los tres partidos, PCI, PCE y PCF, parecieron coincidir en una perspectiva de transformaciones progresivas de sus sistemas sociales dentro de un marco democr¨¢tico. No estaban lejos las grandes movilizaciones de fines de los a?os 60, las ¨²ltimas registradas en el mundo occidental seg¨²n el patr¨®n cl¨¢sico, las posiciones de la clase obrera hab¨ªan avanzado de modo considerable y paralelamente el descr¨¦dito del modelo sovi¨¦tico concern¨ªa ante todo a su car¨¢cter represivo, no a la ineficacia econ¨®mica. Era llegado el momento de ir m¨¢s all¨¢ de la socialdemocracia sin quebrar el respeto a las libertades.
Las debilidades del "eurocomunismo" fueron visibles muy pronto. Para empezar, cada partido respond¨ªa a tradiciones y ten¨ªa pautas de organizaci¨®n y de comportamiento pol¨ªtico muy diferentes. El espa?ol sal¨ªa de una prolongada clandestinidad y el frescor democr¨¢tico de sus documentos contrastaba con el arraigado estalinismo de un grupo dirigente formado en los a?os de la Rep¨²blica y la guerra. El PCF hab¨ªa sabido, por su parte, superar la contradicci¨®n existente entre internacionalismo y vinculaci¨®n nacional, a favor de la Resistencia, pero manten¨ªa una enorme rigidez doctrinal y un estilo de hacer pol¨ªtica enlazado con el patr¨®n sovi¨¦tico. En cuanto al PCI, si bien contaba con la aportaci¨®n decisiva de Gramsci y de Togliatti a la hora de forjar una mentalidad y una cultura pol¨ªticas, se encontraba atrapado en un callej¨®n sin salida por el cerco anticomunista impuesto por la Democracia Cristiana. Y adem¨¢s, seg¨²n hoy sabemos bien por los estudios de Silvio Pons, ni siquiera en la ¨¦poca de Berlinguer, y a?adir¨ªamos que tampoco en la final de Occhetto, supo cortar del todo el cord¨®n umbilical con la URSS. La convergencia era, pues, un objetivo irrealizable.
El fracaso se consuma ahora, a pesar de las distintas v¨ªas ensayadas por sobrevivir a la crisis del mundo sovi¨¦tico. No ser¨ªa justo, sin embargo, olvidar la aportaci¨®n que cada uno de los tres partidos realiz¨® a las respectivas democracias. Ahora que el libro de Nicol¨¢s Sartorius y Alberto Sabio, El final de la dictadura, recupera de manera excelente el papel jugado por los movimientos sociales en la presi¨®n que hizo inviable el continuismo del r¨¦gimen de Franco, conviene tambi¨¦n recordar lo que signific¨®, con sus aciertos y errores, la t¨¢ctica de Carrillo desde 1956 conjugando la oposici¨®n frontal en nombre de la democracia con el posibilismo sindical de Comisiones Obreras. La deuda con el PCE es en este sentido innegable, lo mismo que en caso del comunismo franc¨¦s por la resistencia antifascista, el establecimiento posterior de la Seguridad Social, la lucha contra la guerra de Argelia y la pol¨ªtica de "programa com¨²n" con el socialismo. Ambos vieron realizados sus objetivos a costa propia.
En fin, el Partido Comunista Italiano fue un agente decisivo de estabilidad democr¨¢tica, de reforma moral y de renovaci¨®n de la pol¨ªtica en un pa¨ªs que m¨¢s de una vez estuvo desde 1945 al borde de la involuci¨®n. Queda Refundaci¨®n Comunista, con un contenido m¨¢s tradicional, pero es en cualquier caso de lamentar que las caracter¨ªsticas del sistema pol¨ªtico italiano no hayan permitido el mantenimiento de su sucesor como partido socialdem¨®crata.
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