Ojo al ochenta / veinte
S¨®lo a nuestro columnista musical Diego A. Manrique no se le han escapado las consecuencias econ¨®micas, culturales y sociol¨®gicas de la llamada "revoluci¨®n de la larga cola" que Internet impone contra las viejas gaitas de "las colas largas" que hasta ahora reg¨ªan en el mundo del disco, el libro, el cine, la tele o los peri¨®dicos en la llamada era de la cultura de masas. La hip¨®tesis de Diego en una de sus ¨²ltimas columnas de Ll¨¢malo pop estaba basada en la reciente teor¨ªa que Chris Anderson hab¨ªa publicado en la imprescindible revista Wired, que a su vez se fundaba en aquel viejo y famoso c¨¢lculo econ¨®mico del bisabuelo Wilfredo Pareto del ochenta/ veinte, en el que el economista intent¨® demostrar que el 20% de cualquier poblaci¨®n goza del 80% de toda la riqueza nacional, pero que el 20% de los productos del mercado atraen al 80% de los consumidores.
Lo que Diego, Chris y Wilfredo, cada uno por su parte, nos est¨¢n demostrando es que la larga cola que genera toda mercanc¨ªa sometida a la l¨®gica consumidora y desmasificada de Internet, sea mercanc¨ªa real o virtual, es a fin de cuentas m¨¢s rentable que las cuentas brutas de las colas largas. Dicho con palabras, que ya no nos sirven absolutamente para nada aquellos medidores y sumadores de multitudes que se llamaban el box office, las listas de best seller, el hit parade, el share televisivo o el ranking de Sofres que hab¨ªamos elevado a categor¨ªa de tablas sagradas.
Esto es muy nuevo aunque la aritm¨¦tica de Pareto del ochenta/veinte sea vieja de siglo y pico. Y esto implica no s¨®lo un radical cambio de mirada sobre los fen¨®menos consumistas que hasta hace poco llam¨¢bamos "de masas", siempre con tonillo despectivo, sino que est¨¢ mutando la econom¨ªa del globo y, de paso, bastantes ideolog¨ªas y est¨¦ticas fabricadas contra la famosa cultura de masas. Por cierto, que gracias a esta teor¨ªa de la suma de minor¨ªas montamos en media Europa las televisiones de pago cuando nadie cre¨ªa en ellas y, adem¨¢s, citando a don Wilfredo en los perplejos consejos de administraci¨®n de los canales pluses.
Resulta que ahora y gracias a Internet ya est¨¢ demostrado que es bastante m¨¢s rentable la suma de nichos, particularidades, minor¨ªas, ¨¦lites, gustos individuales o caprichos rabiosamente personales que las cifras y audiencias brutas de aquellas largas e indiscriminadas colas masivas del week-end del estreno, para decirlo al modo de Hollywood. Porque los ejecutivos de los siete grandes estudios de Los ?ngeles fueron los primeros en detectar el nuevo negocio de la fragmentaci¨®n a la vez que esas majors discogr¨¢ficas de las que hablaba Diego A. Manrique y mucho tiempo despu¨¦s que nuestra Zara de Inditex (patriotismo obliga) descubriera a su modo gallego la ley de Pareto: el 80% de los adolescentes mundiales compra compulsivamente el 20% de las prendas ¨²nicas (aunque sean plagio descarado) y a condici¨®n de que el escaparate se renueve cada semana.
Y como los linces de los grandes estudios cinematogr¨¢ficos y discogr¨¢ficos son mucho m¨¢s lentos que Zara (no se pueden cambiar tan velozmente las carteleras como los escaparates), pues decidieron alargar y despedazar las colas largas de sus productos para paliar la crisis del box office y del hit parade; de la misma manera que nuestras televisiones caseras, esta misma semana, han decidido aumentar el share, ese idiota fetiche de las audiencias abstractas que ya nada dice de las audiencias reales, contratando canales en YouTube, Google Video o Yahoo.
Porque lo que ahora suma y hace negocio es la larga cola de Internet, la suma lenta de p¨²blicos, canales y minor¨ªas, y de ninguna manera las cifras brutas e inmediatas del estreno. Lo que Pareto no pudo imaginar cuando barrunt¨® su teor¨ªa del ochenta/veinte es que llegar¨ªa un d¨ªa (ya lleg¨®) en el que el consumo elitista del 20% fuera muy superior y m¨¢s rentable que el p¨²blico de masas.
La rentabilidad ya no est¨¢ en la masificaci¨®n del producto ni en la taquilla del estreno atronante, sea la mercanc¨ªa que sea y aunque sea estreno global, sino precisamente en su fragmentaci¨®n; en el goteo consumidor; en la suma de ventanas, taquillas y minor¨ªas; en esa nueva gr¨¢fica de la larga cola desmasificada. As¨ª se vende y distribuye la riqueza del mundo en la l¨®gica de la era digital, y sin tener en cuenta la pr¨®xima llegada masiva de la publicidad a los portales, webs, punto.com, blogs, vlobgs o peri¨®dicos online y multimedia, porque tambi¨¦n los todopoderosos se?ores de la publicidad han descubierto que vale m¨¢s el 20% de los impactos publicitarios en mano que ese 80% volando entre las nubes abstractas de las mayor¨ªas masificadas y masificantes.
El problema, ahora bien, consiste en saber c¨®mo y cu¨¢ndo se reciclar¨¢n todas esas innumerables teor¨ªas e ideolog¨ªas dominantes (a izquierda y derecha) que hicieron precisamente de aquellas viejas tablas sagradas de las colas largas el principal pecado capital, est¨¦tico y teol¨®gico de nuestro tiempo, y siguen ignorando la aritm¨¦tica de Pareto y las experiencias de Zara, Hollywood, las majors discogr¨¢ficas y dem¨¢s neoadoradores de la larga cola. Veinte u ochenta por ciento. ?sa es la vieja cuesti¨®n de la era nueva.
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