La izquierda se la juega en el centro
O bien S¨¦gol¨¨ne Royal recupera votos moderados o se ver¨¢ en dificultades si s¨®lo puede contar con la izquierda cl¨¢sica
Nicolas Sarkozy es un pol¨ªtico de pura cepa. Lleva 30 a?os en la brega p¨²blica; es el deportista de alta competici¨®n, convincente, carism¨¢tico, magn¨ªfico comunicador, "un Fidel Castro de derechas", en palabras de un diplom¨¢tico franc¨¦s. S¨¦gol¨¨ne Royal suscita curiosidad, si bien las encuestas apuntan que la mayor¨ªa de los franceses no la ven con talla suficiente como para desempe?ar la primera magistratura.
Y sin embargo, la apuesta de la candidata socialista ha sido un ¨¦xito para sus partidarios. La euforia causada por una persona nueva le ha permitido pasar el list¨®n de la primera vuelta en una competici¨®n que su anterior jefe, Lionel Jospin, ni siquiera logr¨® en 2002. El Partido Socialista Franc¨¦s habr¨ªa estallado, de haber quedado fuera de la carrera presidencial por segunda vez. Los electores de S¨¦gol¨¨ne Royal han conjurado el riesgo y esta mujer inscribe as¨ª su nombre en la peque?a historia.
De ah¨ª a pasar a la Historia, con may¨²scula, falta un gran trecho, para el que la izquierda carece de fuerza electoral. Todo el voto sumado de sus candidatos (socialista, comunista, ecologista, trotskistas) no alcanza el 40% de los sufragios emitidos en la primera vuelta. S¨¦gol¨¨ne Royal -y la izquierda con ella- encaran la recta final de la carrera presidencial vencidos de antemano, si s¨®lo pueden contar con sus fuerzas; porque tampoco hay masas de abstencionistas a los que sacar de la apat¨ªa, en un pa¨ªs que ya se ha movilizado intensamente.
Francia est¨¢ muy dividida. Cada vez le resulta m¨¢s dif¨ªcil entregar el poder a un nuevo monarca republicano, en especial si el mejor colocado, Nicolas Sarkozy, lo quiere ejercer al 100%. Lo que Francia elige es un hombre o mujer pol¨ªticamente irresponsable, puesto que el presidente de la Rep¨²blica no depende del Parlamento, ni se somete a sesiones de control, ni necesita votos de investidura, ni puede sufrir mociones de censura; quema a los Gobiernos cuando y como le conviene, sin que esto le afecte; est¨¢ protegido de cualquier investigaci¨®n judicial (excepto en supuestos de "alta traici¨®n"); nombra a todo el Gobierno, designa varias decenas m¨¢s de responsables de organismos p¨²blicos, desde econ¨®micos hasta culturales; preside el ¨®rgano supremo de los jueces y supervisa personalmente tanto la pol¨ªtica exterior como la de defensa, adem¨¢s de vigilar toda la acci¨®n del Ejecutivo, para lo cual asiste a los consejos de ministros.
La primac¨ªa del jefe del Estado es grande, como lo quiso el general De Gaulle. Y sus efectos se amplifican porque en el pa¨ªs vecino apenas existen espacios intermedios entre el poder central y el ciudadano; el alcalde es el ¨²nico responsable pr¨®ximo al elector, mientras los presidentes de regi¨®n desempe?an papeles muy secundarios.
Todo el sistema est¨¢ concebido para forzar la bipolarizaci¨®n. ?Por qu¨¦ emerge ahora el espacio del centro? Pueden buscarse explicaciones simplistas, del estilo de "buena parte del pa¨ªs detesta a Sarkozy" o "no se rinde a S¨¦gol¨¨ne Royal". Cat¨®lico, moderado y europe¨ªsta, Bayrou ha visto ah¨ª su oportunidad, respaldada por el 18,5% de los votos en la primera vuelta de la campa?a presidencial. Pr¨¢cticamente uno de cada cinco electores parecen deseosos de escapar a la l¨®gica de constre?ir las opciones a la izquierda "antimercado" o la derecha "liberal autoritaria".
Frente a tal situaci¨®n, la apuesta de Royal es clara: o bien el Partido Socialista consigue instalarse en la socialdemocracia -m¨¢s claro: ir hacia el centro-; o el Partido Dem¨®crata inventado por Bayrou podr¨¢ subirse en la cresta de la ola provocada por los casi siete millones de personas que decidieron votar "ni a la izquierda, ni a la derecha" en la primera vuelta. Porque el pr¨®ximo domingo se elige al presidente, pero cinco semanas m¨¢s tarde se vota a la nueva C¨¢mara de Diputados
?Problemas? Muchos. El sistema electoral mayoritario de Francia impide toda proporcionalidad entre votos y esca?os. A medida que Bayrou obtiene apoyos entre los bobos (abreviatura para el t¨¦rmino burgueses-bohemios), el coraje de S¨¦gol¨¨ne Royal intenta impedir el desastre en sus filas con un giro estrat¨¦gico de ¨²ltima hora, sin tiempo para el trabajo intelectual previo en una operaci¨®n de esta envergadura. El Partido Socialista quedar¨ªa desgarrado si fuera incapaz de digerirlo. En tal caso, Bayrou habr¨ªa dado el beso de la muerte a la izquierda institucional.
Tampoco es extra?a la violenta reacci¨®n de Nicolas Sarkozy. Lleva cuatro a?os corriendo para ser el primero en el podio; lo que menos le conviene ahora es que emerja una fuerza de centro, aut¨®noma, bisagra, con la que habr¨ªa de negociar. Un final de campa?a apasionante y no s¨®lo para Francia.
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