La Valencia del bien y del mal
Un recorrido por las zonas flamantes y los espacios abandonados o degradados de la ciudad
"Hay varias ciudades en Valencia", diagnostica Josep Sorribes, mientras se acomoda al volante de su coche para demostrarlo de forma emp¨ªrica. El profesor de Econom¨ªa Aplicada especialista en urbanismo arranca y se va calentando como el motor de su Volkswagen a lo largo de la avenida de Primado Reig, que es nuestro punto de partida por un trayecto que previamente ha trazado con rotulador rojo sobre un plano de la ciudad. "No hay una ciudad que ha cambiado completamente, como se insiste desde las instancias oficiales. Hace unos a?os se dec¨ªa que hab¨ªa dos Valencias, pero el dualismo ha ido a m¨¢s y ahora hay varias ciudades", acent¨²a.
El profesor gira a la izquierda por la calle del Bot¨¢nico Cavanilles, junto a los Jardines del Real y pone el rumbo hacia Artes Gr¨¢ficas. Entre la avenida de Blasco Ib¨¢?ez y el barrio de la Exposici¨®n se extiende "una de las zonas buenas para vivir". "?sta es la zona de la pela y de los pijos. A partir de Mestalla cambia el tipo de vivienda y de gente. Se vuelve m¨¢s popular, pero cada vez lo ser¨¢ menos porque est¨¢n cambiando muchas de las viviendas", vaticina. Si hubiera que calificarla entre cero y diez, ¨¦l le dar¨ªa un ocho. El coche bordea el edificio de la Tabacalera y se mete en la calle Amadeo de Saboya, una de los mejores, donde se encuentra el Hotel Westin. Es lo que la alcaldesa Rita Barber¨¢ denomina "la Valencia modernista". "No s¨¦ por qu¨¦ lo dice", se extra?a, "porque no es modernista. Todos estos edificios son de lo que se denomina estilo internacional. Mezclan todos los estilos", aclara. En la calle Finlandia los edificios se vuelven m¨¢s populares, para desembocar en la avenida de Arag¨®n. "?sta es la zona chachi, chachi, chachi", prorrumpe. Hace apenas unos a?os la degradaci¨®n se acumulaba en la calle Antonio Su¨¢rez, a pocos metros de esta espaciosa y selecta avenida que conduce hasta el r¨ªo. "?sta es la Valencia buena, no la nueva, porque lo es a medias", subraya.
La recuperaci¨®n del cauce del Turia para la ciudad ha dinamizado en gran parte los barrios de las orillas, entre el antiguo pol¨ªgono de Ademuz y los espacios del este, que era el objeto del plan general de 1988. Sorribes sin embargo deplora el resultado de la avenida de Les Cortes Valencianes, aunque reconoce que la zona de la avenida de Francia se ha hecho "bastante bien". El coche entra por la avenida del Puerto, que ahora es de ¨²nica direcci¨®n. "Esta avenida es un desastre, como siempre. Una mezcla de edificios. Le han puesto muchos hoteles y la han urbanizado, pero puestos a meterle mano se podr¨ªa haber hecho de un modo m¨¢s civilizado. No es un bulevar, sino una v¨ªa de tr¨¢nsito", apunta. Psicol¨®gicamente contin¨²a siendo la principal v¨ªa de acceso al mar, aunque las avenidas dels Tarongers y la de Francia tambi¨¦n cumplen el mismo cometido. Al llegar al bulevar de la Serrer¨ªa, donde las viviendas han sustituido a las industrias, Sorribes se?ala que "es una zona buena". "No de high quality, pero buena. Con la revalorizaci¨®n de la parte mar¨ªtima, vivir en Serrer¨ªa ya no es vivir en la periferia", explica. El profesor lamenta sin embargo que con motivo de la Copa del Am¨¦rica no se haya acometido una actuaci¨®n m¨¢s atrevida en la manzana de calles entre la avenida del Puerto y Juan Verdaguer.
El coche bordea el entorno de la d¨¢rsena interior del puerto y su vibrante actividad deportiva. La parte de las atarazanas "es una expectativa de destino en lo universal hasta que no se resuelva c¨®mo se va aplicar el concurso de la futura marina". "Sea lo que sea ser¨¢ bueno", aventura. Tambi¨¦n considera que la sutura del puerto de la Copa del Am¨¦rica con el paseo Neptuno se ha resuelto bien: "Conecta el paseo Mar¨ªtimo con el de la d¨¢rsena. Guay del Paraguay", califica. Luego se?ala hacia la explanada que hasta hace cuatro d¨ªas era un nido degradado: "Aqu¨ª van 250 viviendas de high quality". El profesor explica que todo esto es nuevo, pero se pregunta c¨®mo afectar¨¢ "a lo que tiene por arriba y por abajo". "Por s¨ª solo genera expectativas, pero sin una actuaci¨®n p¨²blica sensata se puede quedar as¨ª durante mucho tiempo", previene.
Ante el lujoso hotel Las Arenas se acumula la degradaci¨®n y la miseria. Hay un abismo entre ambas aceras. "Lo quitar¨¢n, pero no se sabe cu¨¢ndo", observa, mientras conduce por el paseo mar¨ªtimo hacia El Cabanyal y La Malva-rosa. "El ¨¦xito del paseo ha sido espectacular. Podr¨ªa estar mejor, pero est¨¢ bien", eval¨²a, mientras se mete hacia Eugenia Vi?es. "Es una calle que hace a?os que mira hacia el Ayuntamiento y le dice: h¨¢game algo. No s¨¦ a qu¨¦ est¨¢n esperando". El Cabanyal es "un mixing absoluto", explica Sorribes al llegar a la calle Progreso. "Obs¨¦rvese c¨®mo pinta", se?ala ante los inequ¨ªvocos signos de degradaci¨®n. La calle del Mediterr¨¢neo parte el mundo en dos. El profesor advierte de que los edificios de inter¨¦s en el barrio no pasan de la docena. "Lo importante es la trama urbana, que corre peligro con la ampliaci¨®n de Blasco Ib¨¢?ez", subraya.
El ¨²ltimo tramo de la avenida dels Tarongers separa El Cabanyal de La Malva-rosa. Sorribes critica el remate de la avenida junto al mar, taponado por un edificio "sin ning¨²n valor". Hay dos Malva-rosas: la de la calle Cavite, que es normal, y su anverso, entre las calles San Juan de Dios y San Vicente de la Rueda, que visitaremos despu¨¦s.La calle Arnau de Vilanova separa Valencia de Alboraia. Y el cambio no resulta imperceptible. Para empezar, ambos paseos mar¨ªtimos no encajan. "Se ha roto la continuidad. No va recto: hace un cuatro. Por no ponerse de acuerdo ambos ayuntamientos". La Patacona vive una aceleraci¨®n urbanista tan radical que la gente ya la reconoce por La Malva-gr¨²a.
De regreso, el coche penetra en la cara oculta de La Malva-rosa. La forman bloques de promociones p¨²blicas de los a?os cincuenta en forma de u con patio interior que han sido abandonados por sus propietarios y ocupados por gente de muy bajo poder adquisitivo. "Es el Bronx", compara. El paisaje se llena de suciedad y miradas inquietantes. Se vuelve inseguro. ?ste es el fondo del agujero, y sin embargo est¨¢ pegado a uno de los principales focos de I+D+i de la ciudad, la Universidad Polit¨¦cnica. En apenas unos metros entre ambas realidades hay una distancia de siglos.
Junto a los laboratorios en los que se dise?a el futuro se encuentra tambi¨¦n el barrio de Beter¨®, con todos los inconvenientes de los arrabales con escasa inversi¨®n. "Es una zona muy cutre y degradada. La poblaci¨®n vive fatal", explica. Desde la avenida dels Tarongers, cruzando la de Catalu?a, accedemos a la Ronda Perif¨¦rica Norte que circunda los barrios de Benimaclet, Orriols, Torrefiel y Benicalap. Sorribes se inquieta por el futuro del tramo de huerta en producci¨®n que separa a Valencia de Alboraia, todav¨ªa en plena producci¨®n. "?Esto es forma de acabar la ciudad [con una ronda]?", interpela. El profesor preferir¨ªa una gradaci¨®n, una zona de huerta y bosque urbano.
Pronto aparece a la derecha el conjunto hist¨®rico de Sant Miquel dels Reis, sede de la Biblioteca Valenciana, asfixiado por su entorno. "No s¨¦ por qu¨¦ despu¨¦s de gastarse tanto dinero en su rehabilitaci¨®n no limpian la zona que lo rodea", critica. La avenida de la Constituci¨®n separa a Orriols de Torrefiel. Orriols tiene por el norte el estadio del Levante pegado a la ronda. La mayor¨ªa de edificios son bloques de cuatro pisos "para que el constructor se evitara el ascensor". Siguiendo la calle Duque de Mandas, las casas bajas marcan el antiguo poblado, pero s¨®lo hasta la calle San Vicente de Pa¨²l, donde, como si fuera otra ciudad, emerge la nueva zona del PAI de Orriols. "No vive ni el mismo tipo de gente", apunta. Sorribes aprovecha para explicar la teor¨ªa de que un PAI no arregla un barrio sino que "crea un barrio adosado" sin llegar a contagiar los efectos a la zona colindante.
Torrefiel "es un barrio perif¨¦rico de clase trabajadora y urban¨ªsticamente es un desbarajuste: casas y casas y casas. Ni una zona verde", previene antes de entrar. Y en efecto: bloques de los a?os cincuenta apelotonados y edificios residuales de una sola planta que levantan largas antenas de televisi¨®n para poder recibir la se?al. Ni rastro de jardines.
Luego, por el Camino de Moncada a la izquierda, cruzamos hasta la avenida Juan XXIII que nos acerca al PAI Nou Benicalap, que culmina el barrio del mismo nombre por el norte. ?ste es territorio Lubasa. "La alcaldesa dice que se parece al Ensanche, pero el d¨ªa que vine a comprobarlo, o no estaba muy inspirado o no encontr¨¦ nada que me lo recordara ni de lejos", relata. Hacia el oeste, junto a unos retazos de huerta se encuentra la Ciudad Fallera, con los mismos s¨ªntomas de los barrios envejecidos y desatendidos, aunque pegado al gran parque de Benicalap, lo que le da gran tranquilidad. Con todo, "no es bocato di cardinale", aclara.
El Benicalap de siempre se ha quedado enquistado entre los nuevos espacios proyectados. De repente, por la calle la Serratella, irrumpe la nueva Valencia del antiguo pol¨ªgono de Ademuz. Una v¨ªa r¨¢pida, la calle Doctor Nicasio Benlloch, establece una barrera entre ambas realidades. "No es precisamente Le Corbusier", anota en referencia al skyline de la avenida de Les Corts, en la que se ensanchan los espacios y la calidad de vida. "Es la nueva Valencia", refiere lac¨®nico. No lejos de all¨ª existe otro quiste urbano en el barrio Tendetes, junto a la estaci¨®n de autobuses. Se trata de otro laberinto "sin ninguna gracia". Edificios de los a?os cincuenta de cuatro alturas y sin ninguna zona verde. En estos barrios, seg¨²n Sorribes, hace falta "mucho dinero y mucha imaginaci¨®n para convertirlos en habitables".
Desde la avenida de Les Corts, el coche enfila hacia Maestro Rodrigo, el borde oeste de la ciudad, y por el bulevar Perif¨¦rico Norte, reci¨¦n abierto, rodea Nou Campanar. "Esto es de trinqui, trinqui, trinqui", define. Tras el Parque de Cabecera y el r¨ªo, se abre la avenida del Cid. Para Sorribes es, de todas las avenidas de Valencia, "la m¨¢s fea". Desde su punto de vista, las dos grandes v¨ªas, Antic Regne y Blasco Ib¨¢?ez son las que, "aparte de ser rectas, tienen m¨¢s gracia". El resto, "la mayor¨ªa son v¨ªas r¨¢pidas". Junto a la avenida del Cid hay tres barrios con construcciones oficiales de los a?os cincuenta y con las carencias habituales. Se trata de La Luz, La Fuensanta y la manzana adherida a los antiguos cuarteles de aviaci¨®n, ahora en parte reconvertidos en el Parque del Oeste.
Siguiendo la ronda, frente al seminuevo barrio de San Isidro, en la calle Campos Crespo todav¨ªa resiste un destartalado n¨²cleo industrial, que desemboca en una rec¨®ndita bolsa de suelo con las orillas muy degradadas, entre Safranar y la acequia de Favara y Patraix, equivalente a medio Parque Central. "En toda Valencia ya no queda espacio como este por construir. Deber¨ªa de ser un gran parque para descongestionar la zona", propone. Cerca de all¨ª, se encuentra el barrio de San Marcelino, en el que a pesar de algunos nuevos edificios, abundan las promociones de los a?os cincuenta. La construcci¨®n del Parc de la Rambleta le ha compensado en parte sus deficiencias estructurales.
La elevaci¨®n del bulevar Sur sobre el cintur¨®n ferroviario descubre Malilla con todas sus dificultades y sugiere varios interrogantes sobre la huerta que ha quedado atrapada entre las v¨ªas y el nuevo cauce del Turia. "?Qu¨¦ vamos a hacer aqu¨ª? ?Ciudad? ?Bosque urbano? Si alguien piensa en ello, no lo dice", comenta. Luego viene La Font de Sant Llu¨ªs, otro n¨²cleo envejecido en la piel de la ciudad. Por Ausi¨¤s March, el coche llega a Zapadores, una barriada de los a?os veinte "en forma de u abierta" construida por los sindicatos ferroviarios.
La avenida de Peris y Valero nos sit¨²a ya en el Ensanche, "una zona bien dise?ada para pasear que conserva la calidad, pero los coches la matan". No se construy¨® pensando en los autom¨®viles, y el tr¨¢fico derivado del abundante comercio y actividad convierten la zona "en un asco". "Para pasear los domingos es ideal, pero entre semana, fatal", determina. La parte del Ensanche unida a la calle de Col¨®n es "una zona buen¨ªsima", como la parte sur del centro hist¨®rico. Sin embargo, junto a ella se encuentra Velluters, que es una excrecencia en el fino cutis de la nueva Valencia. Se ha hecho una intervenci¨®n importante, "pero para cambiar la tendencia en la que se encuentra el barrio son necesarias intervenciones m¨¢s gordas". "El n¨²cleo duro del barrio Chino no acaba de contagiarse", precisa. Y en efecto, entre las calles Pie de la Cruz, Maldonado y Balmes se abre de nuevo la f¨¦tida boca del lobo. La prostituci¨®n y las drogas han esculpido un paisaje descalabrado que parece no existir apenas unos metros m¨¢s all¨¢, en la avenida de Bar¨®n de C¨¢rcer, junto al Mercado Central y la Lonja, donde los turistas llenan las tarjetas de sus c¨¢maras.
A modo de conclusi¨®n y tras cuatro horas de viaje, Sorribes defiende que Valencia tiene cosas buenas y cosas malas. "No es la ciudad fant¨¢stica que se trata de vender. Tiene problemas, sitios muy malos, sitios ni fu ni fa y sitios buenos. Como todas", argumenta. "S¨¦ que nadie puede hacer milagros, pero no puede ser que s¨®lo se hable de las cosas buenas", despacha.
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