Que no nos roben Madrid
Desde luego una buena teor¨ªa vale mucho, si es pesada mejor, pero m¨¢s vale a¨²n una experiencia bien comprendida porque de ella puede uno sacar dos o tres teor¨ªas de mediano peso. La experiencia de un escritor conocido por m¨ª ilustra en varios aspectos tanto la evoluci¨®n del mundo literario y editorial como corrientes de fondo de nuestro pa¨ªs.
Este hombre tuvo la desagradable experiencia de chocar con el poder pol¨ªtico hace unos a?os en su Galicia por practicar la libertad de expresi¨®n, como le hab¨ªa ocurrido a otros periodistas antes. Pasaron los a?os y pas¨® lo que pas¨®, la derecha perdi¨® all¨ª el poder y todo se fue temperando, dentro de lo que cabe. Hay cosas mucho peores, como que te persigan para matarte, pero como fuente de conocimiento la experiencia no estuvo mal: padecer a un poder autoritario utilizando la "informaci¨®n y turismo", abusando del poder de los medios de comunicaci¨®n para liquidar parad¨®jicamente la libertad de expresi¨®n. Para liquidar la realidad con una asfixiante pesadilla medi¨¢tica.
Mientras tanto, este hombre pod¨ªa ver editados ocasionalmente textos suyos en prensa de Madrid o Barcelona. Incluso vio publicadas sus opiniones sobre literatura en alguna cabecera manifiestamente de derechas, donde por entonces tambi¨¦n se daba fluida cuenta de la publicaci¨®n de sus libros. ?l cre¨ªa que eso era un derecho o cosa natural, pues era lo que se hac¨ªa habitualmente con libros de parecida ¨ªndole de autores semejantes a ¨¦l. Pero posteriormente descubri¨® que lo que cre¨ªa un derecho era en realidad un privilegio que le pod¨ªa ser retirado y que lo ocurrido antes en Galicia, el estrangulamiento de la opini¨®n libre y la caza de la disidencia, ya empezaba a ocurrir en Madrid. Y lo que para la divisi¨®n es la "prueba del nueve" lo es para la democracia que uno pueda expresar sus ideas y no sufrir castigo por ello. La libertad de expresi¨®n es el papel de tornasol de la democracia, de la libertad.
Si unos a?os antes hab¨ªa podido publicar en una cabecera madrile?a un art¨ªculo titulado "Por un Madrid federal y abierto" constat¨® entonces que el curso del tiempo y de la pol¨ªtica hab¨ªan hecho sus ideas cada vez menos populares, nunca mejor dicho, y que la sospecha ideol¨®gica planear¨ªa sobre ¨¦l. As¨ª, cuando nuestro hombre present¨®, hace tres a?os, un libro sobre su idea de Espa?a se tropez¨® con que de las cuatro cabeceras de prensa de la capital tres se negaron a cubrir la presentaci¨®n. Su pesadumbre fue amargura cuando vio que la ¨²nica que acudi¨® tard¨® veinte d¨ªas en publicar una columna con la noticia. Se le hizo evidente que no s¨®lo su idea de Espa?a no gozaba de simpat¨ªa en aquellos medios sino que ¨¦l mismo estaba en un claro y delicado fuera de juego. Algo hab¨ªa cambiado por debajo en el curso de unos a?os en el ambiente y en la actitud de los medios; no era algo manifiesto, nadie lo reconocer¨ªa p¨²blicamente, pero era algo profundo. Las viejas ideas de la derecha nacionalista espa?ola impregnaban el ambiente y hab¨ªan enraizado tambi¨¦n en los medios, como ideas "naturales".
Aun as¨ª, crey¨® que quiz¨¢ ese estigma s¨®lo alcanzase a sus opiniones pero que su obra literaria, que era aut¨®noma de sus querencias como ciudadano, estar¨ªa a salvo del sectarismo ideol¨®gico y seguir¨ªa siendo tratada como anta?o. Pero con su nueva novela comprob¨®, ya sin sorpresa, que esta vez dos de las cuatro cabeceras de prensa de la capital, que siempre hab¨ªan cubierto las presentaciones de sus libros, tambi¨¦n se negaban a acudir a la presentaci¨®n de la novela. A¨²n vio con pasmo que uno de los dos peri¨®dicos que se hab¨ªan negado a dar cuenta de lo que el autor ten¨ªa que decir del libro dedicaba en cambio m¨¢s tarde una p¨¢gina entera, y con foto en colores, a una rese?a corrosiva hacia libro y autor. A la fuerza ahorcan y alcanz¨® a ver c¨®mo se trabaja la divisi¨®n social, no se respeta la autonom¨ªa de nadani de nadie. Todo estar¨¢ connotado faccionalmente, o conmigo o contra m¨ª. Una divisi¨®n que si prosperase destruir¨ªa no s¨®lo la convivencia sino incluso la coexistencia. Y en la que los medios de comunicaci¨®n son el instrumento decisivo, el bistur¨ª que utilizan los estrategas de la divisi¨®n para cortar y separarnos.
Esa experiencia particular muestra antes de nada que la literatura en Espa?a es un espacio roto. El espacio editorial espa?ol se caracteriza por una divisi¨®n polarizada en dos grandes grupos que m¨¢s all¨¢ de expresar la leg¨ªtima y necesaria diversidad y competencia empresarial y cultural tiene sus implicaciones ideol¨®gicas. Pero sobre eso se ha a?adido en los ¨²ltimos a?os una fort¨ªsima ideologizaci¨®n y, sobre eso a¨²n, el sectarismo extremo de buena parte de los medios de comunicaci¨®n; se pas¨® de la complicidad con el af¨ªn a la liquidaci¨®n del adversario. La consecuencia para la literatura es clara: en Espa?a no existe un espacio literario com¨²n, hay dos espacios separados y contrarios.
Se dir¨¢ que es un caso muy particular, cosa de literatos. Es cierto que la literatura tiene una relaci¨®n caracter¨ªstica con la ideolog¨ªa que la hace muy vulnerable a los conflictos ideol¨®gicos y sus sectarismos, pero me parece que esa escisi¨®n alcanza ya a otras profesiones, de la judicatura, ideologizada y faccionalizada, a la medicina. ?O no es eso, sajar en vivo, lo que hizo la Consejer¨ªa de Sanidad de la Comunidad de Madrid depurando sin causa el servicio de urgencias del hospital Severo Ochoa de Legan¨¦s?
No sabemos de qu¨¦ modo se saldr¨¢ de esta situaci¨®n, probablemente cuando la derecha haga su crisis y aparezca una alternativa a la existente, con verdadera cultura democr¨¢tica. Tambi¨¦n entonces habr¨¢ cabeceras de prensa que tendr¨¢n que revisar el da?o que hicieron. Pero mientras tanto Madrid, que por las caracter¨ªsticas de la construcci¨®n del Estado es el coraz¨®n de muchas cosas en Espa?a, y tambi¨¦n el coraz¨®n del sistema de comunicaci¨®n centralizado, es el lugar donde se da la batalla ideol¨®gica.
Es en las calles de Madrid, apropi¨¢ndoselas, donde la derecha escenifica su rabia nacionalista y es en sus medios de comunicaci¨®n donde se elabora la tremenda visi¨®n de Espa?a que nos llega cada d¨ªa. ?Y acaso no es Madrid en estos momentos una comunidad "robada", secuestrada pol¨ªticamente? ?Acaso no se le rob¨® a la ciudadan¨ªa, utilizando a dos diputados comprados, el Gobierno auton¨®mico para d¨¢rselo a quien ahora lo tiene? Los especuladores inmobiliarios tras la operaci¨®n fueron el instrumento de esta derecha que necesitaba poseer Madrid para transformarlo en un b¨²nker en el que resistir y desde el que emitir a toda Espa?a. Y as¨ª tienen a Madrid, explot¨¢ndolo, como un coraz¨®n forzado al borde del infarto. Y as¨ª se apropian incluso de sus calles. Cualquier desafuero es posible. Ya hemos visto a todo un se?or alcalde de la ciudad y a un ex presidente del Gobierno cortando el tr¨¢fico en manifestaci¨®n ilegal, en su desesperaci¨®n ya no hay l¨ªmites ni hay que guardar las normas y las formas, por eso han sacado las viejas banderas. Pero no es el Madrid de los ciudadanos el que padec¨ªa originalmente taquicardia, sino un otro Madrid que se le superpone y que lo pretende suplantar. Se trata de una ciudad plat¨®nica y levitante, hecha de ideolog¨ªa y encerrada en un di¨¢logo consigo misma. Esa lucha de la ciudad fantasma contra la tangible somete de un modo calculado a Madrid a un stress. Ese stress contrae su sistema arterial y venoso, acerc¨¢ndolo a la esclerosis, para que no pueda circular toda la sangre.
Si el Madrid de los ciudadanos no consigue espantar de encima esa otra ciudad agobiante y fantasmal acabar¨¢ infartada, perecer¨¢ como ser vivo y libre. Ser¨¢ suplantada por una ciudad de pesadilla, un fantasma integrista en el que no podr¨¢ verse reflejada m¨¢s que una minor¨ªa sectarizada de la poblaci¨®n, y entonces toda la ciudadan¨ªa espa?ola tendr¨¢ un problema serio. Es preciso recuperar Madrid para todos, que ese coraz¨®n bombee sangre oxigenada y con fluidez, sin distinguir que la sangre sea azul o roja, catalana, gallega, vasca, canaria, ecuatoriana... La que sea, toda la sangre, la de todos. Es preciso que el integrismo retire sus manos arteras del cuello de esa ciudad y la deje respirar, la deje ser. Nos deje ser. El cuerpo espa?ol necesita que la derecha no reviente el coraz¨®n del Estado.
Hoy seguimos deseando lo mismo que hace a?os, una capital del Estado que sea para todos, que no excluya a nadie: un Madrid federal y abierto.
Suso de Toro es escritor.
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