No somos mitolog¨ªa
A Henry Kamen, el gran hispanista de Oxford, le debemos -entre otras cosas- un magn¨ªfico libro sobre la idea de tolerancia en la Europa moderna, un notable estudio sobre Felipe II y hasta un trabajo muy original sobre la Inquisici¨®n espa?ola, en que revisa conceptos sobre el siniestro tribunal. El tema es que a fuerza de revisar y revisar viene haciendo reinterpretaciones que van dejando pocos t¨ªteres con cabeza.
En su ¨²ltima obra (Del Imperio a la decadencia) la emprende contra lo que considera la mitolog¨ªa de la historia espa?ola y en ese esfuerzo de derrumbar ¨ªdolos pasea por su metralla a la "naci¨®n hist¨®rica", a la "Espa?a cristiana" y hasta "el mito de un idioma universal". A prop¨®sito de este ¨²ltimo desarrolla la tesis de que la afirmaci¨®n de la "universalidad" del espa?ol, especialmente desde Men¨¦ndez Pidal, es una construcci¨®n mitol¨®gica nacida para sublimar las humillaciones de la derrota de 1898, que a¨²n hoy perdura y renace en una soterrada batalla contra el liderazgo de la lengua inglesa. Estigmatiza nuestra devoci¨®n al Quijote, a quien estar¨ªamos usando como arma pol¨ªtica, mientras recaemos en un "imperialismo cultural" que llega hasta que "EL PA?S", en forma "delirante", afirm¨® que en el a?o 2000 exist¨ªan 400 millones de hablantes en espa?ol.
Si empezamos por esta ¨²ltima afirmaci¨®n, digamos que en este diario habr¨¢ aciertos y errores, pero no se advierten delirios y que al historiador le est¨¢ faltando informaci¨®n sobre las recientes investigaciones que sobre el valor econ¨®mico del espa?ol se vienen realizando bajo la direcci¨®n de Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado. Si se asomara a ellas ver¨ªa que estudios serios, como los de Francisco Moreno Fern¨¢ndez y Jaime Otero Roth, contabilizan 359 millones de hablantes en los pa¨ªses donde la lengua espa?ola es oficial, apreci¨¢ndose en ellos un leve descenso en Espa?a (98,8% de su poblaci¨®n total), a ra¨ªz de la inmigraci¨®n, y un importante aumento en naciones como Bolivia, Paraguay y Per¨², donde la sobrevivencia del quechua, aymar¨¢ y guaran¨ª es una consecuencia de un fen¨®meno que se?ala Kamen para los tiempos coloniales: los misioneros evangelizaron en las lenguas locales y no intentaron imponer el espa?ol, como lo dispusieron Carlos V y Felipe II, en trascendentes Reales C¨¦dulas. Por ejemplo en Paraguay, los mismos autores estiman que hablaba el espa?ol el 55% de la poblaci¨®n en 1996 cuando hoy llega al 86%; o sea que al idioma espa?ol no lo impuso Espa?a pero termin¨® triunfando.
A esos 359 millones le debemos a?adir 40 millones de hablantes en pa¨ªses donde la lengua no es oficial, fundamentalmente EE UU, con lo que nos encontramos con los "delirantes" 400 millones. A ellos podr¨ªan a?ad¨ªrsele estudiantes de espa?ol y conjuntos importantes de personas con una competencia limitada en la lengua, como extranjeros en pa¨ªses de espa?ol oficial, pero para cifras baste -por ahora- la se?alada, que es un poquito mayor que la calculada por Unesco pero muy inferior a otros estudios publicados.
Lo que nadie puede negar es que el espa?ol est¨¢ en expansi¨®n. No ha dejado de crecer desde que Espa?a lleg¨® a Am¨¦rica y ese ritmo se ha acentuado en el siglo XX, muy especialmente en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, en que los fen¨®menos migratorios y el reencuentro del mundo iberoamericano han aportado nuevo br¨ªo a la afirmaci¨®n de nuestra cultura. Si es el segundo idioma en EE UU y el segundo m¨¢s estudiado en Europa, estamos ante una realidad social y econ¨®mica de vastas proyecciones.
En el rastreo hist¨®rico podemos coincidir con muchas afirmaciones del historiador brit¨¢nico, especialmente en su cuestionamiento a los arrebatos hispanistas de algunos te¨®ricos del nacionalismo conservador, pero hoy no estamos en ninguna operaci¨®n de imperialismo cultural sino en un esforzado empe?o por mejorar y difundir esa gran herramienta de comunicaci¨®n que es una lengua. Desde mucho antes que existiera el Instituto Cervantes, tanto Gran Breta?a con su Consejo Brit¨¢nico o Francia con su Alianza Francesa y su Francofon¨ªa, han procurado difundir sus lenguas y culturas. Nosotros hemos arrancado tarde, pero el ¨¦xito econ¨®mico de la Espa?a contempor¨¢nea y el proceso de democratizaci¨®n en la Am¨¦rica Latina, por m¨¢s altibajos que ofrezca, configuran hoy un gran marco para un novedoso desarrollo. De ¨¦l ha resultado, por ejemplo, una presencia muy importante de la empresa espa?ola en Iberoam¨¦rica y una emigraci¨®n que ha llevado el espa?ol hacia el mundo desarrollado.
Lejos de exorcizar complejos, el auge de la literatura en espa?ol le ha dado a la manida "lengua de Cervantes", en el ¨²ltimo medio siglo, un refresco tan formidable como el de la obra po¨¦tica monumental de Jorge Luis Borges y Octavio Paz y la novel¨ªstica superior de Garc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Juan Rulfo, Julio Cort¨¢zar y Juan Carlos Onetti, entre tantos otros de parecida val¨ªa, que no tienen enfrente lote equivalente en ingl¨¦s, franc¨¦s o italiano.
Nadie niega que as¨ª como la literatura crece, estamos d¨¦biles en la red de redes, al punto que la lengua francesa posee a¨²n m¨¢s sitios en Internet. Y que en el lenguaje cient¨ªfico, apenas asomamos al nivel de la relevancia. Raz¨®n por la cual hoy por hoy no hablamos de "universalidad" del espa?ol, pero s¨ª de una muy exitosa internacionalidad y de una rotunda expansi¨®n.
Quien haya podido estar en el m¨¢gico recinto amurallado de Cartagena de Indias en el ¨²ltimo Congreso de la Lengua, o haya tenido la suerte de verlo en televisi¨®n, habr¨¢ percibido la fuerza de un mundo iberoamericano bullente y creativo. En una enorme sala, durante una semana, se abigarr¨® una multitud, sobre todo de j¨®venes, interesados en las dimensiones diversas de ese fen¨®meno ling¨¹¨ªstico que la Real Academia, en feliz hora, ha sacado del misterioso mundo de los fil¨®logos para ponerlo en el escenario popular. El homenaje a Garc¨ªa M¨¢rquez -al cumplirse los 40 a?os de la publicaci¨®n de Cien a?os de soledad, bien llamado "El Quijote del siglo XX"-, bajo el palio del rey de Espa?a y el presidente de Colombia, ?lvaro Uribe, con presencias tan expresivas como un Bill Clinton, declarado devoto del escritor caribe?o, y discursos tan elocuentes como los de Fuentes, Eloy Mart¨ªnez y Mu?oz Molina, fue una expresi¨®n viva, afirmativa y serena, de una lengua que no es mito, de una civilizaci¨®n que no es un invento publicitario y de un grupo de gentes que simplemente afirmamos lo nuestro. Sin renegar de Shakespeare o Joyce, de Balzac o Proust, del Dante o Lampedusa, que todos est¨¢n tambi¨¦n en nosotros, en esta construcci¨®n permanente que es el Occidente.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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