Burbujas
Se cuenta de John D. Rockefeller, el fundador de la Standar Oil y reputado fil¨¢ntropo americano, que fue uno de los primeros avispados analistas en darse cuenta de que la bolsa neoyorkina estaba a punto de hacer phssss, pum, splass, o crack (como ustedes prefieran). Pero lo curioso del caso es que no utiliz¨® para ello ninguno de los sofisticados indicadores financieros disponibles (la mayor¨ªa de los cuales, por cierto, eran de un infundado optimismo digno de mejor causa). Simplemente ech¨® mano del sentido com¨²n. Pocos d¨ªas antes del 24 de octubre de 1929 (jueves negro en Wall Street) decidi¨® vender sus acciones tras escuchar a su ch¨®fer preguntarle c¨®mo iba la Bolsa esa ma?ana. El gran magnate del petr¨®leo pens¨® que si hasta los ch¨®feres invert¨ªan ya en Bolsa, confiando en hacerse ricos sin moverse del asiento delantero, aquello iba a acabar francamente mal. Como efectivamente acab¨®.
No es preciso recordar que, tras la depresi¨®n, Rockefeller sigui¨® siendo el magnate que era, y que su ch¨®fer continu¨® sentado al volante hasta su jubilaci¨®n.
Como todos los rumores y leyendas urbanas, la informaci¨®n es algo imprecisa. Algunos atribuyen la an¨¦cdota al limpiabotas en lugar de al ch¨®fer, otros a la se?ora de la limpieza, etc. Pero el asunto de fondo sigue siendo el mismo: cuando todo el mundo (no s¨®lo los especuladores) y durante mucho tiempo, pretende hacerse rico acumulando acciones o propiedades inmobiliarias de los dem¨¢s, con la expectativa de venderlas a un precio mucho m¨¢s alto en el futuro, bas¨¢ndose simplemente en el hecho de que "eso es lo que viene ocurriendo hasta ahora", estamos, por definici¨®n, a las puertas de una burbuja en toda regla.
Cu¨¢ndo estallar¨¢ ¨¦sta, y con qu¨¦ intensidad, nadie lo puede asegurar a priori, pero lo cierto es que, en alg¨²n momento, lo har¨¢. Menos mal que los expertos locales han inventado oportunamente el t¨¦rmino "aterrizaje suave" para amortiguar los da?os psicol¨®gicos derivados de la incertidumbre ladrillera.
Y mientras todo esto ocurre ?qu¨¦ sabemos de la econom¨ªa real? Pues nada que pueda considerarse excesivamente novedoso. Los ¨²ltimos datos disponibles, suministrados por el servicio de estudios de La Caixa nos dicen, por ejemplo, que contin¨²a la fuga de batas blancas -forma popular de designar a los Recursos Humanos en Ciencia y Tecnolog¨ªa, (RHCT)- a los pa¨ªses donde eso de la I+D se valora; a saber: EE UU, Australia, Canad¨¢, Suiza, Irlanda o Suecia. En 2004, sin ir m¨¢s lejos, la salida neta de RHCT de Espa?a se estimaba en el 3% del stock nacional.
Para calibrar el verdadero alcance de este problema s¨®lo hay que echar una ojeada a las cifras por dentro. Mientras que en pa¨ªses como Canad¨¢ o Suiza la importaci¨®n de talento estaba ya, a principios de este siglo, en niveles superiores al 3,5% de su poblaci¨®n total, en Espa?a no lleg¨¢bamos al 1%. Puesto que la inmigraci¨®n global entonces se situaba en el entorno del 10% de la poblaci¨®n, puede concluirse que, de cada 10 inmigrantes que vienen a Espa?a, tan s¨®lo uno es un RHCT.
Si a ello a?adimos que el 76% de los empleos creados en este ¨²ltimo periodo corresponden a extranjeros, la conclusi¨®n es bastante obvia: nuestro modelo de desarrollo se nutre de la importaci¨®n de trabajadores ocupados en masa en actividades de baja productividad, mientras que, al mismo tiempo, seguimos exportando el poco talento que nos queda para contribuir a la mejora de las econom¨ªas m¨¢s din¨¢micas del mundo. Una jugada redonda, como se ve.
Claro que todo tiene su lado bueno si se le busca. Mientras otros se empe?an en crear nuevos productos intensivos en conocimiento o en a?adir valor a los ya existentes, haciendo gala de un notable esfuerzo tecnol¨®gico, y asumiendo un elevado riesgo en el mercado, nosotros acumulamos pisos en las ciudades o apartamentos en la costa, que son cosas mucho m¨¢s tangibles y seguras, esperando sencillamente que aquellos vengan a comprarlos atra¨ªdos por el sol y el clima que no tienen. Cierto es que, de vez en cuando, hay que hacer frente a una burbuja inmobiliaria, pero, mientras esto no ocurra, aqu¨ª nos vamos haciendo un patrimonio.
Por eso, cuando Gonz¨¢lez Pons, por ejemplo, introduce incertidumbre en el mercado diciendo que va a ordenar el territorio (sabiendo, como todos sabemos, que ya no queda territorio por ordenar) no es consciente del da?o que est¨¢ haciendo a nuestro insostenible modelo de desarrollo. Luego vendr¨¢n las quejas.
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