El triunfo y el miedo
Las revoluciones tienen dos fases, la lucha por la libertad y la lucha por el poder. La primera saca de los hombres lo mejor: el valor, la honestidad y la fraternidad. La segunda lo peor: la envidia, la violencia, la desconfianza y el anhelo de venganza.
Comenzada por las huelgas de agosto de 1980, la revoluci¨®n de Solidaridad asegur¨® diecis¨¦is meses de libertad. Terminaron en diciembre de 1981, con la ley marcial del general Jaruzelski. Solidarnosc, perseguida y encarcelada, se refugi¨® en la clandestinidad, resisti¨® y, aprovechando la perestroika sovi¨¦tica, reapareci¨® en 1989. Los comunistas reformadores y la oposici¨®n democr¨¢tica acordaron la transici¨®n pac¨ªfica y abrieron el camino hacia el desmontaje del r¨¦gimen totalitario en todo el bloque comunista.
Solidarnosc se basaba en la lucha sin violencia y en el di¨¢logo, en el compromiso, en vez de la revancha, en la idea de la Polonia com¨²n y no de la Polonia de los vencedores. Aquella concepci¨®n dio el restablecimiento de la democracia parlamentaria, la separaci¨®n amistosa de la Iglesia del Estado, la construcci¨®n del Estado de derecho y de la econom¨ªa de mercado, el ingreso en la OTAN y la UE y buenas relaciones con los pueblos vecinos y las minor¨ªas nacionales. Esos son los triunfos de la nueva Polonia, a la que nunca le faltaron los cr¨ªticos que no aceptaron el camino trazado por las experiencias de Espa?a en la construcci¨®n de la democracia.
La Polonia de hoy es distinta. Han bastado dos a?os para que el Estado haya sido transformado por el poder en un feudo de los partidos que gobiernan. La segunda fase de la revoluci¨®n, la lucha por el poder, tiene el semblante de los fracasados.
La Junta Directiva de la Universidad de Varsovia -apoyada por otras escuelas- se?al¨® en una resoluci¨®n reciente: "Somos testigos del tratamiento de las leyes de manera instrumental y de la apropiaci¨®n de las instituciones p¨²blicas por los partidos que gobiernan, de la saturaci¨®n de las relaciones sociales y econ¨®micas con una ideolog¨ªa hostil al di¨¢logo y al compromiso y de la limitaci¨®n de la libertad de los medios, en particular de los medios p¨²blicos. Inquietan la calidad cada vez peor de la legislaci¨®n y el cuestionamiento de la autoridad de los tribunales, los ataques contra el Tribunal Constitucional, el nombramiento de los funcionarios p¨²blicos a dedo, la violaci¨®n descarada del principio de la presunci¨®n de la inocencia, el abuso del arresto provisional, la violaci¨®n de la dignidad de las personas detenidas y la 'politizaci¨®n' de la fiscal¨ªa. Preocupa la tendencia visible a dirigir la vida social con normas represivas".
El proceso que despierta m¨¢s protestas es la verificaci¨®n de las biograf¨ªas, ideada, seg¨²n el poder, para recuperar la honestidad moral mediante el conocimiento del pasado de los ciudadanos. La ley sobre la verificaci¨®n de las biograf¨ªas suscita muchas reservas, porque obliga a la gente honesta a elegir entre el cumplimiento de ley, confesando si colabor¨® o no con el r¨¦gimen comunista, o su rechazo.
Desde la ca¨ªda del comunismo nunca se sinti¨® con tanta fuerza la voz de la comunidad universitaria cuyas protestas siempre anunciaron en Polonia la rebeli¨®n de la sociedad, el rechazo firme de la pol¨ªtica del poder.
Pero, ?por qu¨¦ gobierna hoy en Polonia una coalici¨®n integrada por revanchistas que pertenecieron a Solidaridad, aventureros provincianos nacidos del comunismo, chauvinistas, xen¨®fobos y antisemitas y los c¨ªrculos clericales de la "Radio Mar¨ªa"?
Todo gran cambio tiene vencedores y perdedores. El gran cambio polaco dio derechos a los ciudadanos, pero tambi¨¦n un aumento de la delincuencia. Surgi¨® una econom¨ªa de mercado racional, pero provoc¨® un gran paro. Dio vida a la clase media, pero provoc¨® una gran desigualdad entre ricos y pobres. Abri¨® las fronteras, pero gener¨® el temor ante los extranjeros. Facilit¨® la entrada de la cultura occidental, pero aviv¨® la xenofobia provinciana y clerical. La religi¨®n fue convertida en arma pol¨ªtica y en supuesto refugio para quienes pensaban que en el mundo contempor¨¢neo todo es inseguro. La gente era libre, pero hab¨ªa perdido la seguridad de la sociedad carcelaria del comunismo. En aquel r¨¦gimen el hombre pertenec¨ªa al Estado, pero el Estado le garantizaba la seguridad que da la c¨¢rcel. En el nuevo mundo, el ex ciudadano del r¨¦gimen carcelario se sent¨ªa abandonado por el Estado. Y en ese clima la ret¨®rica de la actual coalici¨®n gubernamental, una mezcla del mensaje de Bush con el de Putin, encontr¨® terreno abonado.
Entre los frustrados hay combatientes de la revoluci¨®n pac¨ªfica de Solidaridad que pensaban que la derrota de la dictadura equivaldr¨ªa a su triunfo personal. No fue as¨ª y mucha gente se sinti¨® estafada. Adem¨¢s, los comunistas no fueron castigados y los activistas de Solidaridad no fueron premiados. Muchos se sintieron rechazados y ese sentimiento gener¨® odio, rencor y deseo de venganza.
Los fracasados no reconocieron que la libertad era la mayor conquista de Polonia. Para ellos la Polonia libre era un Ubekist¨¢n (UB, las siglas de la polic¨ªa pol¨ªtica comunista), un Estado gobernado por los agentes del antiguo aparato de seguridad. Polonia necesitaba una profunda Revoluci¨®n Moral. Hab¨ªa que castigar el mal, premiar el bien y nivelar las injusticias y en las elecciones del 2005 triunfaron los partidos de los fracasados. Los uni¨® el populismo y el ansia de revancha.
El primer objetivo fue eliminar de la administraci¨®n p¨²blica a quienes sirvieron a la Polonia de la libertad. El Parlamento aprob¨® una ley sobre la verificaci¨®n de las biograf¨ªas que afecta a 700.000 ciudadanos. Los gobernantes prometieron que Polonia recuperar¨ªa as¨ª la dignidad y la moral, s¨®lo que la verificaci¨®n de tanta gente requerir¨¢ por lo menos 17 a?os y eso significa que durante ese tiempo muchos ciudadanos no podr¨¢n dormir ante el miedo a ser acusados de que fueron confidentes de la dictadura, porque as¨ª lo dicen los documentos de la polic¨ªa comunista que son la ¨²nica fuente de informaci¨®n en la que se basa la verificaci¨®n.
La ley prev¨¦ la publicaci¨®n de la lista de todas las personas que figuran en los informes de los servicios secretos, juntas las v¨ªctimas y sus perseguidores. El que se sienta perjudicado, podr¨¢ buscar la justicia en los tribunales. El acervo personal no servir¨¢ ya para valorar al ciudadano, porque el Estado dar¨¢ m¨¢s cr¨¦dito a los informes de sus enemigos, los agentes de la dictadura. ?Dulce venganza de la polic¨ªa comunista!
Los ciudadanos deber¨¢n confesar si fueron o no confidentes, bajo la amenaza de perder el trabajo y ser despojados del derecho a ejercer su profesi¨®n durante 10 a?os. Esa obligaci¨®n afecta a m¨¢s de cincuenta profesiones, entre ellas a los cient¨ªficos y periodistas que se han rebelado. Muchos han anunciado que no presentar¨¢n la confesi¨®n exigida y Ghandi ha vuelto a ser h¨¦roe de la desobediencia ciudadana.
Muchos preguntan si no se debi¨® hacer la verificaci¨®n de las biograf¨ªas en los comienzos de la democracia y yo les recuerdo que el objetivo de la revoluci¨®n pac¨ªfica polaca eran la libertad y la soberan¨ªa pero no la caza de brujas, y que gracias a ello entramos en la OTAN y en la UE, donde no hay sitio para los Estados en los que imperan el miedo y la desconfianza. Pisotean los ideales de Solidaridad.
Adam Michnik es escritor polaco. Traducci¨®n de Jorge Ruiz Lardizabal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.