Yo, periodista en Malasa?a
Justo ahora mismo, mientras usted lee las primeras l¨ªneas de este art¨ªculo, Juan Urbano le prepara un zumo de naranja y un caf¨¦ a su chica capic¨²a, y al tiempo que sus manos se ocupan del desayuno, su cabeza le da vueltas a una idea del libro que le tiene ocupado ¨²ltimamente, Mis venenos, de Sainte-Beuve, con la que no est¨¢ en absoluto de acuerdo. "Si nos dij¨¦ramos en alto las verdades, la sociedad no se mantendr¨ªa en pie ni un instante; se derrumbar¨ªa completamente con un espantoso estr¨¦pito, como el templo de los filisteos bajo los brazos de Sans¨®n, o como esas galer¨ªas subterr¨¢neas de las minas y los pasajes peligrosos de las monta?as donde no se debe elevar la voz por miedo a las avalanchas". Se dijo que en eso se equivocaba el temible cr¨ªtico franc¨¦s, porque lo que sepulta, calla, encubre, disimula o silencia la realidad de las cosas nunca es la verdad, sino la mentira. "Claro, es que esa certeza de Sainte-Beuve s¨®lo puede ser la de una persona sin amor", pens¨® mientras miraba a su dulce Ana salir de la habitaci¨®n. "Y eso es lo que ¨¦l fue: un hombre inteligente, culto y con el coraz¨®n vac¨ªo, que estuvo media vida enamorado de la mujer de Victor Hugo, pero no pudo arrebat¨¢rsela, y que termin¨® por reconocer que desde que la tuvo y la perdi¨® era "como esos generales que viven a costa de una gran victoria debida a su estrella mucho m¨¢s que a sus m¨¦ritos".
A Juan Urbano le pareci¨® que en el extremo contrario de ese argumento de Sainte-Beuve estaban iniciativas como la que ha tomado EL PA?S de crear en su edici¨®n digital un espacio llamado "Yo, periodista", en el que los ciudadanos pueden escribir noticias que hayan visto con sus propios ojos o, como en el caso de los disturbios del barrio de Malasa?a, sufrido en su propia piel.
Qu¨¦ buena noticia para la verdad que se le hayan sumado tantos miles de ojos voluntarios y tantas posibles visiones de lo que ocurre y hay que contar, porque a pesar de todos los aforismos period¨ªsticos que se quieran recordar, tambi¨¦n es cierto que en cuanto algo se cuenta se convierte en una ficci¨®n, al menos en parte, as¨ª que cuantas m¨¢s versiones de un suceso tengamos, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ que los hechos se vuelvan invisibles o se manipulen. Por poner un ejemplo, ?qu¨¦ es lo que ha ocurrido en el barrio de Malasa?a? Las cifras hablan de 12 detenidos y 20 heridos el lunes, la mitad de ellos polic¨ªas y la otra mitad civiles, y de 8 arrestos 65 lesionados el martes, la mayor¨ªa con brechas en la cabeza y contusiones. Se habla de cientos de agentes municipales y nacionales en pie de guerra; de pelotas de goma que, en alg¨²n caso, llevaban escritos mensajes vengativos; de cargas salvajes, bengalas y palizas propinadas con porras de reglamento; se habla de que el Samur tuvo que instalar un hospital de campa?a en la glorieta de Bilbao; se habla, tambi¨¦n, de un ej¨¦rcito de j¨®venes que celebraban la v¨ªspera del Dos de Mayo y que atacaron a la fuerza p¨²blica. ?O fueron atacados por ella? ?Eran j¨®venes que se divert¨ªan o eran alborotadores? La represi¨®n de jaleo, en cualquier caso, ?fue proporcionada o abusiva? ?Las cargas fueron contra los que arrojaban botellas y quemaban contenedores o, como afirman algunos testigos, cayeron sobre cualquier inocente que pasase por las calles de San Vicente Ferrer, Fuencarral, San Bernardo, Alonso Mart¨ªnez, Noviciado, San Andr¨¦s o La Palma, algunos de los frentes en que se celebr¨® la lucha?
A Juan Urbano le gust¨® leer la cr¨®nica escrita por los reporteros espont¨¢neos en las p¨¢ginas digitales del peri¨®dico y tambi¨¦n las opiniones a favor y en contra de los polic¨ªas o los j¨®venes que aportaban los internautas. Las puso todas en una balanza, tom¨® sus riesgos a la hora de decidir qu¨¦ hab¨ªa pasado y, con la idea b¨¢sica de que en una sociedad democr¨¢tica no debieran resolverse los problemas a tiros, aunque se trate de problemas molestos y de tiros de goma, cerr¨® el peri¨®dico, volvi¨® a abrir el libro de Sainte-Beuve, subray¨® con tinta roja su teor¨ªa sobre los peligros de la verdad y le pregunt¨® a Ana si quer¨ªa ir a dar un paseo por Malasa?a. Por qu¨¦ no ver las cosas con tus ojos, si est¨¢n tan cerca, y o¨ªrlas de labios de quienes las han vivido, que es un modo de defenderse de quienes las tergiversan hasta convertirlas en lo que no son.
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