Ante el 'ballottage' de Sarkozy
Las elecciones presidenciales francesas est¨¢n resultando muy estimulantes, a juzgar por la incertidumbre que hay ante el inminente resultado del ballottage de Sarkozy. Y de entre las diversas lecciones que se desprenden de su desarrollo, s¨®lo destacar¨¦ dos: la capacidad de rectificaci¨®n del electorado franc¨¦s y su posible realineamiento pol¨ªtico superando la vieja distinci¨®n izquierda-derecha. Por lo que respecta al primer punto, la ciudadan¨ªa francesa ha demostrado con su muy elevada participaci¨®n electoral que es capaz de aprender de la experiencia previa, pues lejos de recaer en el tr¨¢gico error cometido en 2002, cuando la imprudente irresponsabilidad de los electores arroj¨® un resultado en la primera vuelta (que defenestraba al aspirante socialista Lionel Jospin) imposible de digerir en la segunda (al quedar el corrupto Chirac como ¨²nica opci¨®n para detener al fascista Le Pen), en esta ocasi¨®n la elecci¨®n ha sido mod¨¦lica. Y si los franceses acudieron masivamente a las urnas el 22 de abril fue sin duda para evitar que la fragmentaci¨®n de la izquierda, multiplicada por la perversa ingenier¨ªa del sistema electoral franc¨¦s, volviese a deparar como era de temer una sesgada segunda vuelta entre Le Pen y Sarkozy. Pero afortunadamente no ha ocurrido as¨ª. Los franceses aprendieron la lecci¨®n de 2002 y decidieron rectificarse a s¨ª mismos, aupando a la inexperta S¨¦gol¨¨ne Royal hasta la segunda vuelta en lugar de defenestrarla como hicieron cinco a?os antes con Jospin. Semejante capacidad de aprendizaje de la propia experiencia demostrada por el electorado franc¨¦s es digna de admiraci¨®n pero tambi¨¦n de envidia, dicho sea pensando en la escasa capacidad de aprendizaje del electorado espa?ol.
En cuanto al posible realineamiento de los franceses, que me parece el segundo punto a destacar, han sido muchos los observadores que han interpretado el inesperado resultado obtenido por el centrista Fran?ois Bayrou como un indicio de que se estar¨ªa produciendo un desplazamiento de la alineaci¨®n pol¨ªtica desde el cl¨¢sico eje derecha-izquierda, que opone a las clases propietarias frente a las asalariadas, a un nuevo eje arriba-abajo, que distancia a las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas de los ciudadanos de a pie. Lo cual significar¨ªa otra nueva manifestaci¨®n de un movimiento en profundidad que desde hace largo tiempo estar¨ªa redibujando el campo de la representaci¨®n pol¨ªtica, al hacer cada vez m¨¢s borrosa y permeable la frontera izquierda-derecha por efecto del incremento de la volatilidad electoral, a la vez que se profundiza el divorcio entre la clase pol¨ªtica y la sociedad civil.
?C¨®mo se entiende este desplazamiento del antagonismo pol¨ªtico del eje derecha-izquierda al eje arriba-abajo? La explicaci¨®n convencional lo interpreta bajo el esquema de la crisis de representatividad que afectar¨ªa a nuestras democracias. Por una serie de razones relacionadas entre s¨ª (fin de las ideolog¨ªas, oligarquizaci¨®n de los partidos, profesionalizaci¨®n de la pol¨ªtica, marketing electoral, esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, descr¨¦dito de la democracia, etc¨¦tera), los ciudadanos ya no se reconocen en sus representantes pol¨ªticos ni se identifican con ellos, pues consideran que s¨®lo sirven a los intereses sectarios de la c¨²pula de sus partidos en vez de servir como debieran a los intereses leg¨ªtimos de sus bases electorales. En consecuencia, los electores han aprendido a desconfiar de sus representantes convencionales, abri¨¦ndose un creciente divorcio entre la ciudadan¨ªa y la clase pol¨ªtica. De ah¨ª que S¨¦gol¨¨ne Royal est¨¦ proponiendo reformas enprofundidad de la democracia representativa para regenerarla mediante f¨®rmulas de democracia participativa. Sin embargo, esta crisis de representatividad podr¨ªa deberse no tanto al fallo de las instituciones pol¨ªticas como a la transformaci¨®n de las estructuras sociales.
Es la tesis de Bernard Manin: nuestra vigente democracia de partidos s¨®lo era representativa en la ¨¦poca de la sociedad industrial, caracterizada por una estructura de clases s¨®lidamente articulada de manera estable, cuando las izquierdas representaban a las clases asalariadas y las derechas a las clases medias. Pero aquella sociedad industrial ya no existe ahora. La llamada globalizaci¨®n ha impuesto "el advenimiento de la sociedad posindustrial" (Bell), y aquella vieja estructura de clases se ha fragmentado hasta disolverse en la atomizada individualizaci¨®n actual (Beck). Primero se desintegr¨® la clase obrera, desapareciendo sus redes de solidaridad colectiva, su identidad de oficio y su conciencia de clase. Despu¨¦s se han desclasado las clases medias, tras la amortizaci¨®n de la meritocracia (Sennett) que ha convertido a los profesionales en mileuristas. Y ahora irrumpen por debajo de la pir¨¢mide social los nuevos estratos de inmigrantes socialmente excluidos, que como mano de obra sobreexplotada conforman el nuevo ej¨¦rcito laboral de reserva servil. En consecuencia, se ha incrementado exponencialmente la polarizaci¨®n de la desigualdad econ¨®mica (Krugman), con la apertura de una creciente fractura entre una minor¨ªa cada vez m¨¢s rica de beneficiarios de la globalizaci¨®n ("los de arriba") y una mayor¨ªa cada vez m¨¢s empobrecida ("los de abajo"), ya sea en t¨¦rminos absolutos (la nueva pobreza urbana socialmente excluida) o relativos (j¨®venes y mujeres incapaces de emanciparse por s¨ª mismos).
Pero si la estructura social se ha transformado dr¨¢sticamente, la estructura pol¨ªtica no lo ha hecho, pues seguimos gobernados por unas obsoletas democracias de partidos que s¨®lo estaban adaptadas a una sociedad industrial que hoy ya no existe. En consecuencia, ante semejante desajuste entre la estructura social y la superestructura pol¨ªtica, reaparece la fractura civil. Una fractura que puede manifestarse de diversas formas, sea a la francesa (con miedo al futuro, odio a la globalizaci¨®n e incendios en las banlieues) o sea a la espa?ola (con burbuja inmobiliaria, derroche de nuevos ricos, bloqueo de la emancipaci¨®n juvenil y explotaci¨®n masiva de inmigrantes). Pero una fractura que, en todo caso, ha abierto un divorcio insalvable entre los de arriba (la clase pol¨ªtica financiada por el mundo de los negocios) y los de abajo: la sociedad civil, hoy desarticulada y reducida a la privacidad.
?Qu¨¦ va a pasar en la segunda vuelta con el ballottage de Sarkozy? Las encuestas pronostican su victoria, pero existen indicios que apuntan la posibilidad de que salte la sorpresa, tal como sucedi¨® en el plebiscito sobre la Constituci¨®n europea cuando la Francia de abajo se impuso a la Francia de arriba. Y tambi¨¦n este domingo de mayo podr¨ªa volver a ocurrir lo mismo, si los de abajo acudieran masivamente a las urnas en un plebiscito para parar los pies al presidencialismo bonapartista del nuevo peque?o corso. Al fin y al cabo, las clases medias son por naturaleza la base electoral de Nicolas Sarkozy. Y hoy las clases medias francesas se est¨¢n desclasando y empobreciendo en t¨¦rminos relativos, odian la globalizaci¨®n neoliberal que preconiza Sarkozy y se comportan a veces como clase antisistema, por lo que podr¨ªan optar por tomar de nuevo la Bastilla presidencialista.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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