La crispaci¨®n
Dec¨ªa Aza?a que si en Espa?a se callaran todos aquellos que hablan de lo que no saben, se producir¨ªa un gran silencio. Pero el ruido y la furia que asfixian el debate p¨²blico en Espa?a no provienen ahora de pontificadores ignorantes, por mucho que sigan abundando, sino de pol¨ªticos que saben bien lo que pretenden. No consisten en charlataner¨ªa ni se caracterizan por la pereza intelectual, sino que son el resultado de una estrategia pol¨ªtica calculada y racional. Las consecuencias en la vida diaria son sorprendentes: las posiciones de personas que comparten muchas cosas se han polarizado de forma extrema, el mundo se ve en blanco o negro, el di¨¢logo se ha vuelto muy dif¨ªcil.
Uno de los problemas que se derivan de ello es un sectarismo partidista exacerbado en los debates. Dada la polarizaci¨®n, se cierran filas en contra o a favor del Gobierno. No necesito aclarar mi simpat¨ªa por el Gobierno socialista, ni pretendo ser equidistante o imparcial. S¨ª creo que, en caso de que un razonamiento resultara plausible, pudiera reconoc¨¦rsele ecuanimidad. Pero dado c¨®mo est¨¢ el patio, no lo espero.
A¨²n as¨ª, quisiera dejar claro que la simpat¨ªa no equivale a complacencia ni a apolog¨ªa. Uno puede criticar que sectores del PSOE hubiesen visto con buenos ojos la pol¨ªtica apocal¨ªptica y bronca del PP, como forma de alejarle del centro y de aislarle de las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas. A costa, por supuesto, de que se hiciera m¨¢s dif¨ªcil el apoyo del PP a la pol¨ªtica antiterrorista y que se complicaran mucho acuerdos parlamentarios en temas muy relevantes. Bien es cierto que puede responderse que al mal tiempo buena cara: que si uno no quiere, dos no se juntan, y el culpable no es el rechazado. Los beneficios de esa supuesta reacci¨®n de sectores del PSOE han sido, por otra parte, m¨¢s que dudosos: es este partido el que pierde m¨¢s apoyos en el centro (en una escala ideol¨®gica de 1 a 10, sobre todo en la posici¨®n 6, abrumadoramente ocupada por el PP). Por tanto, aunque pueda resultar parad¨®jico a primera vista, la radicalizaci¨®n del PP no le enajena apoyos del centro.
Ser¨ªa excelente poder analizar cr¨ªticamente, m¨¢s all¨¢ de las trincheras de la polarizaci¨®n, aspectos muy importantes de la gesti¨®n del Gobierno. Por ejemplo, la pol¨ªtica ca¨®tica respecto del Estatuto catal¨¢n, el continuismo de una pol¨ªtica territorial que confunde la integraci¨®n de los nacionalismos y la descentralizaci¨®n referida al conjunto de las Comunidades Aut¨®nomas, el estancamiento de la productividad de la econom¨ªa, la err¨¢tica posici¨®n del Gobierno en las diferentes OPAS, o el extra?o rumbo de su pol¨ªtica exterior. En todo caso, quiero ahora subrayar una cr¨ªtica a su pol¨ªtica, no en este caso a su gesti¨®n. Me refiero a su incapacidad, y a la del PSOE, para definir claramente las l¨ªneas y el rumbo de su agenda, de liderar el debate p¨²blico. Esa incapacidad es tanto m¨¢s intrigante cuanto que su gesti¨®n ha abarcado resultados e iniciativas importantes, cumpliendo muy fielmente sus compromisos electorales. No deja de ser ilustrativo de esa situaci¨®n que la pol¨ªtica de la oposici¨®n, no la del Gobierno, sea examinada con particular atenci¨®n en estos tiempos. El estudio m¨¢s completo y riguroso de la pol¨ªtica espa?ola actual, llevado a cabo por la Fundaci¨®n Alternativas, lleva como t¨ªtulo "La estrategia de la crispaci¨®n". Es decir, la estrategia que lleva a cabo el PP.
No se trata de una estrategia nueva en la pol¨ªtica espa?ola en lo que se refiere a la descalificaci¨®n personal. Aza?a, llamado "el verrugas", fue acusado de ordenar la matanza de Casas Viejas, vilipendiado hasta marcar un hito en la historia de la infamia, y su nombre fue borrado del registro de nacimientos. Los insultos a Felipe Gonz¨¢lez, acusado de "indigno", de dirigir el terrorismo de Estado, calificado como "estanciero tropical" con un "rostro m¨¢s o menos contrario a la libertad, (que) promociona la degradaci¨®n moral" y con un "historial de defenestraciones, decapitaciones, traiciones, enga?os, ardides y marruller¨ªas sin cuento... Maestro en trapacer¨ªas y carente de escr¨²pulos ideol¨®gicos de cualquier tipo... De descarada mendacidad, se acerca peligrosamente a las ¨ªnfulas totalitarias de otras ¨¦pocas de lejanos pa¨ªses".
Hoy, Mariano Rajoy califica a Zapatero de "perfecto imb¨¦cil", "bobo solemne", "indigno", "grotesco", "insolvente". Denuncia que "no representa ni al Estado ni al conjunto de los espa?oles", que "ha entregado el Estado de derecho a los terroristas", que ha "traicionado a los muertos". Muy pocos d¨ªas atr¨¢s, el PP dec¨ªa al ministro del Interior "Batasuna y ETA, amparados por usted y por el se?or Zapatero, se siguen preparando para matar, chantajear, amenazar e imponer el terror, con toda su complacencia". Lo que es nuevo en la estrategia es que sea deliberada y que seleccione calculadamente los temas, la pol¨ªtica territorial ante los nacionalismos, la pol¨ªtica antiterrorista. Se acusa al Gobierno de estar desintegrando Espa?a y de rendirse ante ETA; de ser a la vezreh¨¦n y c¨®mplice de nacionalistas separatistas y de terroristas.
Es muy desestabilizador que se elija para la descalificaci¨®n el terrorismo y que el protagonismo corresponda a los dirigentes pol¨ªticos de la oposici¨®n. Por eso resulta lamentable comparar estas descalificaciones con miserables insultos contra dirigentes de la derecha que no han procedido nunca de dirigentes socialistas. La asimetr¨ªa es abismal. Por eso uno envidia a Gran Breta?a, donde David Cameron, el l¨ªder conservador, arremete contra Tony Blair utilizando como agresi¨®n m¨¢s fuerte "you were the future once, prime minister" ("usted fue en una ocasi¨®n el futuro, primer ministro"). Por eso uno envidia a cualquier pa¨ªs europeo por la derecha que tienen compitiendo por el poder.
S¨ª quiero dejar sentado que, en comparaci¨®n con el pasado, la estrategia de la derecha no rompe con las reglas de la democracia aunque las tense extraordinariamente. Pero los comentarios morales y normativos no me interesan aqu¨ª. S¨ª las razones y los resultados. Y si empezamos con las razones, parece claro que la condici¨®n a la vez necesaria y suficiente para esta estrategia de crispaci¨®n es que el PP pierda las elecciones. S¨®lo hay crispaci¨®n cuando el PP est¨¢ en la oposici¨®n; s¨®lo se produce sobre unos temas; ya existe el precedente del per¨ªodo entre 1993 y 1996; la estrategia es importada directamente de la dise?ada de forma inteligente por Carl Rove y los neocons norteam¨¦ricanos. La estrategia no tiene nada que ver con lo que el Gobierno haga. Por ello resulta tan intrigante que hayan sido v¨ªctimas suyas pol¨ªticos moderados como Felipe Gonz¨¢lez, Bill Clinton o Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. ?Por qu¨¦ hablo de "moderaci¨®n"? Porque el llamado "consenso butskellista" existi¨® entre conservadores y laboristas en un periodo en que las nacionalizaciones econ¨®micas fueron extensas, en que la India logr¨® la independencia, en que se socializ¨® la sanidad, en que se retiraron las tropas situadas al este de Suez, en que se suprimi¨® la pena de muerte, en que se introdujo la educaci¨®n comprensiva, etc. Lo mismo puedo decir del caso franc¨¦s con Mitterrand, del sueco con Erlander y Palme, o de otros muchos.
La clave no es lo que haga el Gobierno, sino volver al poder. Dec¨ªa un eminente polit¨®logo, William Riker, que "el arte de la pol¨ªtica consiste en elegir la dimensi¨®n ganadora". Pero la estrategia de la crispaci¨®n se basa en que, a la hora de elegir, todo vale; en que el fin justifica los medios. El fin es el poder. Y en particular, acabar con lo que Francisco ?lvarez Cascos calific¨® en el Senado, en febrero de 1998, como "anormalidad democr¨¢tica": que gobernaran los socialistas. Y para que la estrategia tenga ¨¦xito, la responsabilidad ha de atribuirse al Gobierno -a su radicalismo, a sus pol¨ªticas polarizadoras, a ir por ah¨ª provocando-. La estrategia pretende valer pase lo que pase: "Si no cede, le ponen bombas. Si no le ponen bombas es porque cede". Y si el desmentido de los hechos es demasiado escandaloso, uno no se da por aludido: hoy, tras el desarrollo del juicio por el atentado del 11-M, parece que nadie tuvo nada que ver con la "teor¨ªa de la conspiraci¨®n", pese a haberla esgrimido en m¨¢s de quinientas preguntas en el Parlamento.
Si la crispaci¨®n constituye una estrategia racional eligiendo el nacionalismo y el terrorismo es porque se trata de temas donde los votantes de derecha y de izquierda tienen las mismas preferencias. Esa es su raz¨®n fundamental: que en una competici¨®n restringida a la dimensi¨®n ideol¨®gica, el n¨²mero de votantes que se declaran m¨¢s pr¨®ximos al PSOE que al PP duplique o triplique a los que se?alan lo contrario. O que en Estados Unidos, el n¨²mero de votantes dem¨®cratas sea en principio superior al de republicanos. El objetivo no es entonces asemejarse al rival, converger, competir con una l¨®gica centr¨ªpeta. Lo es movilizar al m¨¢ximo a los propios simpatizantes, demonizando al contrincante y desmovilizando sus apoyos. Es decir, maximizar la participaci¨®n en las filas de votantes del PP y la abstenci¨®n en las de los votantes potenciales del PSOE. Si prima en la contienda pol¨ªtica una dimensi¨®n donde las preferencias son comunes a izquierda y derecha, y si se consigue descalificar al PSOE, el PP mejora dr¨¢sticamente sus perspectivas. Como dijo una ministra del PP tras la derrota del 14-M, en una brillante aportaci¨®n a la teor¨ªa democr¨¢tica, el problema fue que hab¨ªa votado demasiada gente.
Es cierto que la estrategia qued¨® muy afectada por la mentira inicial de los dirigentes del PP sobre el 11-M. Porque la mentira es otra dimensi¨®n transversal donde coinciden votantes de derecha y de izquierda: nadie quiere pol¨ªticos que mientan. Lo sab¨ªan bien porque desde 1993 eran expertos en temas no ideol¨®gicos que descalificaran al adversario. Por ello la estrategia de la descalificaci¨®n y de la crispaci¨®n alcanz¨® tal intensidad respecto del 11-M, en la comisi¨®n parlamentaria y ante el juicio. Y por esa raz¨®n la estrategia ha alcanzado los niveles de paroxismo de la presente legislatura, aunque sea a costa de desestabilizar la pol¨ªtica antiterrorista o de politizar de forma exacerbada la justicia, respecto de la que las valoraciones negativas por parte de los ciudadanos duplican las positivas.
La polarizaci¨®n se ha extendido as¨ª a la sociedad. Y entre muchos ciudadanos, el hast¨ªo con la pol¨ªtica, lo que es bueno para el PP, porque sobre todo incide en territorio ajeno. La movilizaci¨®n extrema de su electorado y la descalificaci¨®n del Gobierno ha mantenido tambi¨¦n bastante estable la intenci¨®n de voto al PP. Pero, a la vez, la valoraci¨®n p¨²blica de Mariano Rajoy resulta extremadamente baja: en dos a?os de crispaci¨®n, entre julio de 2004 y julio de 2006 cay¨® de 4,48 sobre 10 a 2,78. Esta es la valoraci¨®n m¨¢s baja de todos los l¨ªderes de la oposici¨®n desde el inicio de la democracia. Es dif¨ªcil aspirar as¨ª a gobernar.
Sin embargo, las personas no son muy relevantes en la estrategia del PP. El partido no es reh¨¦n de Rajoy, Zaplana o Acebes, sino de esta estrategia. No puede desprenderse de ella sin desconcertar y desmovilizar a los suyos, sin que se venga abajo la estabilidad de sus apoyos, sin que -por parafrasear al escasamente a?orable Arzallus- "se hunda el souffl¨¦". Tiene que continuar con el tono apocal¨ªptico, con la dial¨¦ctica del enemigo en vez del adversario. No hay un David Cameron a la vuelta de la esquina. Por ello, no es de extra?ar que haya quien sienta miedo, aunque se trate de alguien poderoso, porque ya en su momento le persiguieron s¨®lo por no estar de su lado, le quitaron el pasaporte, le quisieron meter en la c¨¢rcel. Y no sorprende que cuando esa persona confiesa su miedo ante una pol¨ªtica tan agresiva, la respuesta sea la amenaza y el boicot.
?Cu¨¢ndo podr¨ªa entonces la pol¨ªtica espa?ola volver a ser "normal"? Es decir, a evitar el sectarismo de dos polos enfrentados; a ser como corresponde a una sociedad pr¨®spera en un contexto estable, donde las diferencias sociales e ideol¨®gicas no son dram¨¢ticas, donde ning¨²n inter¨¦s vital est¨¢ amenazado, donde Gobierno y oposici¨®n han ganado alternativamente las elecciones y lo seguir¨¢n haciendo. Una respuesta obvia es que cuando el PP gobierne, porque cuando no est¨¢ en la oposici¨®n la crispaci¨®n desaparece. Pero la pol¨ªtica democr¨¢tica "normal" no puede tan s¨®lo respetarse cuando ganen unos y no otros. Otra respuesta es cuando el PP advierta que los costes de la estrategia de la crispaci¨®n superan los beneficios. Es decir, cuando no tenga incentivos para practicarla. Por ello el debate p¨²blico es tan necesario; por ello es tan importante no ver las cosas desde una trinchera y atender a tanta informaci¨®n y tantos argumentos sensatos como sea posible. Los ciudadanos necesitan verdades, no mentiras, e inteligencia, no embestidas.
Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall es soci¨®logo y ex ministro de Educaci¨®n.
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