?Tambi¨¦n all¨ª ten¨ªa que haber m¨²sica?
El 16 de junio de 1961, la Biblioteca P¨²blica de La Habana fue el escenario de un psicodrama protagonizado por Fidel Castro y un extenso reparto de dignatarios y artistas cubanos. El debate sobre la libertad de expresi¨®n, motivado por la censura oficial al mediometraje documental de Orlando Jim¨¦nez Leal y Sab¨¢ Cabrera Infante P.M. y continuado, en un segundo y tercer acto, el 23 y el 30 del mismo mes, termin¨® con un c¨¦lebre discurso de Fidel, Palabras a los intelectuales, que marcar¨ªa el inicio de la larga fase de control cultural de corte estalinista (a¨²n inacabada) por parte del directorio revolucionario. La revista Encuentro de la Cultura Cubana ha publicado en su reciente n¨²mero 43 una trans-cripci¨®n parcial de la primera sesi¨®n de aquel encuentro, y en ella llama la atenci¨®n lo que el compositor y music¨®logo Natalio Gal¨¢n expresa en voz alta ante el comandante, con un lamento encubierto bajo la pregunta "hasta qu¨¦ punto se puede hacer contrarrevoluci¨®n a trav¨¦s de una cr¨ªtica musical".
He le¨ªdo ese amplio dossier pocos d¨ªas despu¨¦s de ver en Barcelona una extraordinaria exposici¨®n que refleja otra relaci¨®n mucho m¨¢s amplia y tr¨¢gica entre el totalitarismo y la m¨²sica, De Bayreuth a Terezin. La m¨²sica y el III Reich, abierta en el edificio gaudiniano de La Pedrera hasta fin de mayo y que, por cierto, ser¨ªa una p¨¦rdida no ver en otras ciudades espa?olas, despu¨¦s del cumplido esfuerzo que la Fundaci¨® Caixa Catalunya ha realizado ampliando un proyecto originariamente franc¨¦s. La riqueza, a menudo pat¨¦tica, de lo que se ve y se oye en La Pedrera es inagotable, y s¨®lo la lectura posterior del cat¨¢logo que acompa?a la muestra sacia en parte el deseo de conocer mejor una historia abismal en la que la m¨¢s abstracta y pura de las artes aparece mostrada en la s¨®rdida capacidad que efectivamente tuvo durante el nazismo, la de coartada, chantaje, distracci¨®n del horror y acompa?amiento sonoro del Holocausto.
De todos los personajes que aparecen reflejados en la exposici¨®n destaca el del violinista jud¨ªo alem¨¢n Heinz Meyer, un ni?o prodigio y miembro temprano de la orquesta de la Liga Cultural Jud¨ªa, quien, internado en diversos campos de concentraci¨®n, escap¨® del ¨²ltimo, fue liberado por los americanos y emigr¨® en 1948 -ya sabedor de los asesinatos de su madre (en Riga), de su padre (en Dachau) y de su hermano (en Auschwitz)- a los Estados Unidos, donde se rebautiz¨® a s¨ª mismo como Henry Meyer y acabar¨ªa siendo profesor de m¨²sica y principal fundador del legendario Cuarteto LaSalle. Pasados m¨¢s de 40 a?os de aquella huida, Meyer particip¨® en su pa¨ªs natal en un simposio sobre el exilio, durante el cual hizo p¨²blica su biograf¨ªa, encabezada por el t¨ªtulo que inspira el m¨ªo: ?Es que tambi¨¦n all¨ª ten¨ªa que haber m¨²sica? Meyer form¨® parte del llamado Batall¨®n Musical del campo de Birkenau, y en su testimonio el amor por la m¨²sica que evidentemente ha guiado su vida cede ante la amargura de la degradada funci¨®n que ¨¦l mismo, con su viol¨ªn, desempe?¨® entonces: "?Por qu¨¦ se ten¨ªa que tocar all¨ª, en un lugar tan terror¨ªfico? ?Una banda militar en medio del infierno? ?M¨¢s de una vez tocamos incluso en uno de esos hornos de carne humana!".
Las preguntas de Meyer son mucho m¨¢s dram¨¢ticas que las del temeroso Natalio Gal¨¢n a Fidel Castro, pero en ambas trasluce la dolorida sorpresa de ver a la m¨²sica -ese "alimento del amor" que Shakespeare ten¨ªa como el mejor ant¨ªdoto con
-tra el esp¨ªritu traicionero y pervertido del hombre- mezclada con el crimen, con la iniquidad, con la censura.
En Cuba, como en todas las dictaduras de una u otra ideolog¨ªa, los objetivos preferentes de la coacci¨®n han sido el cine, la novela, el teatro y la poes¨ªa, aunque tampoco escap¨® a la vigilancia policial la m¨²sica, ni dentro de ella lo que parecer¨ªa su apartado m¨¢s inocuo, el ballet. De hecho, uno de los factores que provocaron aquel debate de los intelectuales cubanos de 1961 era la denuncia de que el peri¨®dico Revoluci¨®n, dirigido por Carlos Franqui, y en especial su suplemento Lunes de Revoluci¨®n, a cargo de Guillermo Cabrera Infante, satirizaba o no defend¨ªa lo bastante a Alicia Alonso, s¨¢tira y falta de entusiasmo con los que personalmente simpatizo, pues no ha habido, al margen de su oportunismo pol¨ªtico, figura m¨¢s cursi en la danza del siglo XX.
El III Reich fue un r¨¦gimen militantemente musical. Hizo de la melod¨ªa -la seria y la ligera- una ense?a no menos vistosa que la esv¨¢stica, y de los compositores aceptables seres dignos de estar en el Walhalla, el cielo de los h¨¦roes germanos erigido en 1842 por el rey Luis I de Baviera cerca de Ratisbona. Alemania, dijo Goebbels por radio a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, es "la naci¨®n m¨¢s musical de la tierra", y el propio Hitler, wagneriano ac¨¦rrimo desde muy joven, tom¨® como es sabido iniciativas personales para engrandecer los festivales de verano de Bayreuth, as¨ª como para entronizar en el pante¨®n de los grandes hombres a Bruckner, austriaco como ¨¦l. En todas las residencias y cuarteles de Hitler hab¨ªa gram¨®fono, y hasta los ¨²ltimos d¨ªas del b¨²nker las secretarias estaban encargadas de hacer sonar los discos en los despachos: Schumann, Beethoven, Brahms, Hugo Wolf, Richard Strauss, aunque tambi¨¦n a veces el F¨¹hrer condescend¨ªa a la opereta; despu¨¦s de la derrota de Stalingrado parece ser que s¨®lo La viuda alegre, de Leh¨¢r, le animaba las noches en la llamada "guarida del lobo" de la Prusia Oriental. Y hay una foto elocuente: Hitler recogido modosamente, con la gorra de plato en la mano, ante el busto de Bruckner reci¨¦n instalado en el Walhalla de Ratisbona, el 6 de junio de 1937. El F¨¹hrer no habl¨® en esa ceremonia, queriendo as¨ª mostrar el supremo respeto al compatriota, como ¨¦l de origen humilde y, como ¨¦l, elevado a lo m¨¢s alto gracias a un arduo esfuerzo personal mal acogido al principio. Hitler call¨® ante el monumento, pero nueve meses m¨¢s tarde orques-t¨® la anexi¨®n (Anschluss) de la Rep¨²blica de Austria al Reich alem¨¢n. Pocas semanas despu¨¦s, en mayo de 1938, se abri¨® en D¨¹sseldorf la exposici¨®n M¨²sica Degenerada (Entartete Musik), que demonizaba una amplia gama de registros musicales: desde el jazz negro hasta la dodecafon¨ªa y el cabaret pol¨ªtico a lo Kurt Weill.
?Degenera una sonata o el allegro moderato de la 7? sinfon¨ªa de Bruckner (pieza favorita de Hitler) el hecho de que los monstruos m¨¢s sanguinarios se complazcan en escucharlos, a veces minutos antes de encender la c¨¢mara de gas? ?Se ennoblece art¨ªsticamente un cuarteto de cuerda o una ¨®pera si han sido compuestos en la cautividad de un campo de exterminio, a veces d¨ªas antes de subir sus autores a un convoy de la muerte? La exposici¨®n de La Pedrera tiene unas salas finales estremecedoras en torno a Terezin, 60 kil¨®metros al sur de Praga, donde hubo una notable actividad musical que las autoridades nazis aprovecharon como trucada arma de propaganda humanitaria ante los periodistas y miembros de la Cruz Roja invitados a visitarlo en m¨¢s de una ocasi¨®n. Mientras los ni?os jud¨ªos del campo de Terezin cantaban obligatoriamente a coro ante los observadores extranjeros, o el prisionero V¨ªctor Ullmann, antiguo alumno de Sch?nberg, preparaba el estreno en un barrac¨®n de su ¨®pera El emperador de la Atl¨¢ntida (que no lleg¨® a ver representada antes de morir gaseado en Auschwitz), Richard Strauss y el director de orquesta Furt-w?ngler, amigos y favorecedores tempranos del nazismo, segu¨ªan haciendo bell¨ªsima m¨²sica, seguramente m¨¢s imperecedera que la de muchas v¨ªctimas del terror anti-degenerado.
Hay algo que no se omite en la reconstrucci¨®n barcelonesa de las terribles jornadas de Terezin: las tensiones y recelos suscitados entre los cautivos. Una superviviente de Auschwitz-Birkenau, part¨ªcipe de la orquesta femenina all¨ª creada, escribi¨® a?os despu¨¦s que "muchos de los detenidos nos consideraban unos privilegiados que se daban la gran vida en el campo;
nos criticaban simplemente porque hac¨ªamos m¨²sica". Algunos instrumentistas, no todos, escaparon gracias a su talento a la deportaci¨®n y al exterminio, a veces simplemente por el ego¨ªsmo de los verdugos, que prefer¨ªan o¨ªr la m¨²sica salida de sus manos a sus gritos de agon¨ªa en los crematorios. Hab¨ªa -y sigue habiendo- categor¨ªas en el horror, en la represi¨®n, en la muerte y en el olvido. En la Cuba de Castro, en la Espa?a de Franco, en la Alemania de Hitler, los artistas fueron perseguidos y silenciados, encarcelados o expulsados, pero siempre encontraron, aun tard¨ªamente, una solidaridad extranjera, un reconocimiento, el premio de que sus obras cruzaran las fronteras del silencio. La exposici¨®n devuelve impl¨ªcitamente la voz de quienes no sab¨ªan cantar ni tocar. Aquellos desprovistos del virtuosismo con el viol¨ªn que Henry Meyer se avergonzaba de haber podido lucir "en medio del infierno". El infierno de la mayor¨ªa que ni siquiera tuvo consuelo en la m¨²sica.
Vicente Molina Foix es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Cuba
- Opini¨®n
- Libertad expresi¨®n
- Holocausto jud¨ªo
- Personas desaparecidas
- Derechos humanos
- Caribe
- Segunda Guerra Mundial
- Latinoam¨¦rica
- Dictadura
- Casos sin resolver
- Am¨¦rica
- Gobierno
- Historia contempor¨¢nea
- Casos judiciales
- Historia
- M¨²sica
- Administraci¨®n Estado
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Medios comunicaci¨®n
- Comunicaci¨®n
- Sociedad
- Cultura
- Justicia