Atarse un brazo a la espalda
Bill Clinton nos dice una y otra vez en My life que ning¨²n gobernante puede pretender tener pol¨ªticas (policy) sin pol¨ªtica (politics). Desde el punto de vista de las pol¨ªticas, el r¨¦cord del Gobierno que preside Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero es verdaderamente impresionante. Nunca en la historia reciente de este pa¨ªs se hab¨ªan acometido tantas y tan necesarias reformas en los ¨¢mbitos que realmente preocupan a los ciudadanos. Por recordar algunas de las m¨¢s se?eras de todas ellas, se ha aprobado una ley de dependencia que empieza a sentar las bases del llamado cuarto pilar de nuestro Estado de bienestar; se han adoptado normas que refuerzan a los consumidores frente a los abusos de las grandes corporaciones; se han extendido los derechos civiles, entre otras, a trav¨¦s de la ley del matrimonio homosexual; y se ha tomado en serio, por primera vez en nuestra democracia, el problema de la igualdad entre hombres y mujeres, estableciendo no solamente una ley en este terreno sino tambi¨¦n toda una serie de pr¨¢cticas (como, por ejemplo, la paridad en el Consejo de Ministros, o en las listas electorales del partido que sostiene al Gobierno) que est¨¢n empezando a desarrollar una cultura de la igualdad en Espa?a.
Zapatero pasar¨¢ a la historia por la amplitud y extensi¨®n de todas estas reformas de contenido social que est¨¢n cambiando, por fortuna para todos, la faz de este pa¨ªs. Ello no solamente nos sacude la caspa que hab¨ªa ca¨ªdo sobre nuestros hombros tras ocho a?os de Gobiernos del PP, sino que, adem¨¢s, demuestra que efectivamente era posible avanzar todav¨ªa m¨¢s en terrenos en los que todo el mundo dec¨ªa que Espa?a hab¨ªa llegado hasta el l¨ªmite de sus posibilidades.
No parece, sin embargo, que haya cara sin su correspondiente cruz. Del lado no de las pol¨ªticas, sino de la pol¨ªtica, la ejecutoria de este Gobierno tiene zonas algo m¨¢s oscuras. Y ello es problem¨¢tico porque, si entiendo bien el dictum de Clinton, cualquier esfuerzo por hacer buenas pol¨ªticas quedar¨¢ irremisiblemente ensombrecido en ausencia de una buena pol¨ªtica. De hecho, este presidente americano achacaba precisamente a esta cuesti¨®n una derrota suya en las elecciones a gobernador del Estado de Arkansas. Concretamente, Clinton cuenta c¨®mo tiempo despu¨¦s de haber perdido la elecci¨®n a gobernador, se encontraba repostando gasolina en un pueblecito de este Estado del sur de Estados Unidos. La persona que le atend¨ªa le dijo que no hab¨ªa votado por ¨¦l, a pesar de lo cual sent¨ªa mucho que hubiera perdido. Clinton, escamado, le pregunt¨® que c¨®mo era posible que ocurrieran las dos cosas a la vez, que por qu¨¦ siendo seguidor suyo no hab¨ªa votado por ¨¦l. El dependiente le repuso sin pesta?ear que la raz¨®n era muy simple: porque hab¨ªa subido los impuestos de matriculaci¨®n de coches en el Estado de Arkansas. Efectivamente, Clinton tuvo que implementar esta medida para hacer posible toda una serie de inversiones estatales en materia de educaci¨®n e infraestructuras viarias, ¨¢mbitos en los que el Estado de Arkansas se hab¨ªa quedado atr¨¢s. ?C¨®mo es posible que la gente no aceptara una peque?a subida en el impuesto de matriculaci¨®n a cambio de obtener un gran beneficio social para todos? Clinton responde: "Porque no supe explicar la necesidad de esta medida".
La estrategia de comunicaci¨®n de este Gobierno (lo que equivale a decir: su estrategia de explicaci¨®n a la ciudadan¨ªa de por qu¨¦ hace lo que hace) est¨¢ presidida por la elaboraci¨®n de una ley (la de Publicidad y Comunicaci¨®n Institucional) que algunos consideran "mod¨¦lica". Pero el resultado de este "modelo" es que mientras que el Gobierno tiene un brazo atado a la espalda a la hora de dar publicidad (lo que equivale a decir: dar explicaciones e informaci¨®n) de lo que hace, todos los dem¨¢s actores pol¨ªticos espa?oles hacen lo que quieren cuando quieren en este terreno: como muestra, invito a todos los que no viven en Madrid a escuchar, alg¨²n d¨ªa que est¨¦n de paso por esta ciudad, la campa?a de martilleo manipulador a la que nos est¨¢ sometiendo el alcalde de Madrid con sus pol¨¦micas obras de la M-30 y aleda?os. ?A qu¨¦ responde esta disparidad? Seg¨²n un representante del Gobierno, a un detalle t¨¦cnico: la ley que regula esta cuesti¨®n no da instrumentos a la Comisi¨®n de Publicidad Institucional para retirar las campa?as que realicen ayuntamientos o comunidades aut¨®nomas. Pero es posible pensar que lo del detalle t¨¦cnico sea lo de menos, y que lo que ocurra en realidad es que el Gobierno haya confundido dos t¨¦rminos que a menudo van unidos pero que son perfectamente separables: publicidad y manipulaci¨®n.
La raz¨®n por la que es no ya recomendable, sino m¨¢s bien obligatorio, que un Gobierno d¨¦ publicidad de las iniciativas que tome tiene mucho que ver con la democracia. Y es que en sociedades complejas como las que vivimos no puede pretenderse que la gente vaya por ah¨ª leyendo el BOE para enterarse de cu¨¢les son las pol¨ªticas que se van adoptando en su beneficio.
Existe adem¨¢s una cierta atonalidad en la forma en la que el Gobierno se comunica con los ciudadanos. De lunes a jueves es la voz de alg¨²n representante del partido que sostiene al Gobierno en el poder la que se escucha; esta voz contrasta, tanto en sonoridad como en matices, con la que o¨ªmos todos los viernes, despu¨¦s de cada Consejo de Ministros. Mientras que aqu¨ª suena m¨²sica cl¨¢sica, all¨ª lo que suena es m¨¢s bien heavy-metal. La variedad de gustos musicales est¨¢ bien, si no fuera por un peque?o detalle: las afirmaciones de que el que crispa es el adversario pol¨ªtico son mucho menos cre¨ªbles cuando entre tus propias filas empleas sonidos semejantes. Da la sensaci¨®n, en definitiva, de que ante la estrategia de crispaci¨®n en la que lamentablemente est¨¢ atrapado el Partido Popular, el Gobierno no acaba de encontrar ni la m¨²sica ni la letra de su respuesta.
Est¨¢, finalmente, la iniciativa que el presidente del Gobierno ha aceptado de someterse, por primera vez en democracia, a las preguntas de todo un conjunto de ciudadanos en un programa de televisi¨®n. El formato del programa en cuesti¨®n no es precisamente el que m¨¢s favorece al Gobierno (y s¨ª mucho a la oposici¨®n). Por definici¨®n, los ciudadanos tender¨¢n a preguntar al que gobierna sobre el "qu¨¦ hay de lo m¨ªo", ante lo que el gobernante, tambi¨¦n por definici¨®n, solamente podr¨¢ contestar de manera vaga y general. A pesar de ello, la iniciativa introduce un nuevo aire en nuestra pol¨ªtica, y vale en tanto en cuanto obliga a los pol¨ªticos a acercarse a los ciudadanos y a emplear un lenguaje y unos modos m¨¢s cercanos al com¨²n de los mortales. Nunca agradeceremos suficientemente a Zapatero el haber dado este paso tan arriesgado. Por ello sorprende que el Gobierno sea tan pacato a la hora de abordar otros aspectos de su pol¨ªtica de comunicaci¨®n.
Antonio Estella es profesor titular de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.
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