Dos vecinas sin el mismo derecho
La francesa Linda Wais podr¨¢ votar el 27-M al alcalde de Sevilla. La marroqu¨ª Nadia Bouzid, tras 20 a?os en la ciudad, no.
Linda y Nadia se conocieron durante un viaje solidario a Senegal. Se hicieron amigas y, desde enero, tambi¨¦n comparten trabajo en la asociaci¨®n de mujeres inmigrantes marroqu¨ªes Amal Andaluza. Tienen algo m¨¢s en com¨²n: en alg¨²n momento de sus vidas ambas abandonaron sus pa¨ªses de origen y comenzaron de cero en Sevilla.
La marroqu¨ª Nadia Bouzid lo hizo hace 20 a?os, tiempo suficiente para que hayan nacido en la ciudad andaluza incluso sus dos nietos. La francesa Linda, deseosa de romper la monoton¨ªa vital que barruntaba en Par¨ªs, aterriz¨® en Sevilla hace un lustro. Ambas trabajan y pagan impuestos, pero una goza de menos derechos pol¨ªticos que la otra por su procedencia. "Estamos ejerciendo deberes sin tener derechos, te piden pero no puedes pedir nada", sostiene Bouzid.
Ella jam¨¢s ha votado, tampoco en Marruecos. "El d¨ªa que pueda me har¨¦ una foto". Abandon¨® su pa¨ªs cuando era una adolescente para estudiar en B¨¦lgica, se cas¨®, tuvo una hija y regres¨® a T¨¢nger tras su divorcio. Por poco tiempo. En diciembre de 1986 se instal¨® en Sevilla, donde comenz¨® a trabajar como interna en la casa de Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla, a la saz¨®n presidente de la Junta.
Nadia ha vivido con la idea de retornar a B¨¦lgica en el entrecejo, pero finalmente se fue quedando junto al Guadalquivir, a un paso de su familia marroqu¨ª. En la Expo, donde trabaj¨® de azafata y relaciones p¨²blicas -habla franc¨¦s, holand¨¦s, ¨¢rabe cl¨¢sico y espa?ol-, contact¨® con Sevilla Acoge y as¨ª comenz¨® su periplo por las organizaciones sociales que trabajan en el campo de las migraciones hasta desembarcar en Amal
Tiene papeles desde el minuto uno y un piso en propiedad por el que paga el Impuesto de Bienes Inmuebles al Ayuntamiento de Sevilla. Hace religiosamente su declaraci¨®n de la renta. Cuenta con planes de pensiones en sucursales espa?olas. Pero no puede apoyar en las urnas a un programa para gobernar su ciudad ni tampoco podr¨ªa incorporarse a una candidatura si deseara dar el paso de participar activamente en pol¨ªtica. "El derecho al voto es la forma de tener reconocida la ciudadan¨ªa, si vivo aqu¨ª y pago mis impuestos, tengo derecho", esgrime.
Desde que se cre¨® la Plataforma que reivindica el derecho al sufragio para todos los residentes extranjeros, Nadia se ha implicado de forma activa. Ella, adem¨¢s, podr¨ªa acceder al derecho al voto en cuanto consiga la nacionalidad espa?ola -algo que pueden tramitar los marroqu¨ªes que llevan m¨¢s de una d¨¦cada residiendo en Espa?a, un periodo mayor que el exigido a otras nacionalidades-, pero considera que es una suerte de trampa. "Renunciar a la nacionalidad es algo voluntario, no deber¨ªa ser necesario para acceder al voto", defiende.
Desde luego, Linda no ha tenido que hacerlo ni cree que el criterio para ejercer un derecho pol¨ªtico deba ser la nacionalidad. Los ciudadanos comunitarios pueden votar en los comicios europeos y locales, aunque el Parlamento europeo ha recomendado en reiteradas ocasiones a los estados miembros que extiendan este derecho a los inmigrantes regularizados. S¨®lo B¨¦lgica, Irlanda y Holanda, seg¨²n la plataforma, han atendido este requerimiento.
Linda ignora a¨²n a qui¨¦n votar¨¢ para la alcald¨ªa de Sevilla, pero s¨ª tiene claro que lo har¨¢: "Me conviene porque afecta a lo cotidiano". Las elecciones que la han mantenido atrapada en los ¨²ltimos tiempos han sido las presidenciales de su pa¨ªs, aunque su apuesta haya fracasado: "He votado a Royal, tengo el coraz¨®n m¨¢s a la izquierda".
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