Mil rayos, Herg¨¦ ya tiene un siglo
A lo largo de la historia de la literatura gr¨¢fica, es dif¨ªcil encontrar un ejemplo de mayor identificaci¨®n entre un personaje de ficci¨®n y su creador como el que representan Georges R¨¦mi -Herg¨¦- y Tint¨ªn. Tanto es as¨ª que, ahora, en este 2007 en que el 22 de mayo se cumple el centenario del nacimiento del dibujante y periodista belga, semanas despu¨¦s de los veinticinco a?os de su muerte, recordamos que hace s¨®lo unos meses celebr¨¢bamos el setenta y cinco aniversario del nacimiento de Tint¨ªn y los treinta de su desaparici¨®n. Ciertamente, todo se confunde en ambos personajes, tanto que comparten profesi¨®n y filiaci¨®n: aquella escueta declaraci¨®n del reportero ante la polic¨ªa berlinesa en 1929 a su regreso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica pudo suscribirla el dibujante sin ning¨²n problema: "Tint¨ªn, periodista. Bruselas". Incluso, se podr¨ªa decir que la biograf¨ªa de uno y otro, a pesar de las peripecias del joven h¨¦roe y el sosiego de la existencia de su creador, transcurren en continua coincidencia, pues los cuarenta y siete a?os de vida del reportero representan la ¨¦poca m¨¢s plena de los setenta y cinco que vivi¨® el dibujante. Uno y otro se complementan hasta el extremo de que la biograf¨ªa m¨¢s completa de cada uno de ellos es la que mezcla las dos vidas; aquella que intenta explicar al uno a trav¨¦s de la existencia del otro, a falta de mayores datos. Tint¨ªn es el Herg¨¦ que el dibujante hubiera querido ser; el periodista que a pesar de no haber escrito nunca un art¨ªculo -s¨®lo estuvo a punto de mandar una cr¨®nica desde la Rusia sovi¨¦tica, que no pudo ser rematada- estuvo presente, como un Robert Capa sin c¨¢mara, en muchos de los principales acontecimientos del siglo. No es de extra?ar que recordar a uno sea recordar al otro.
Tint¨ªn es el Herg¨¦ que el dibujante hubiera querido ser; el periodista que sin escribir nunca un art¨ªculo estuvo presente en los principales acontecimientos del siglo
Si se considera que las aventuras del reportero son ante todo contexto, lo mismo cabe decir de su creador. Y es que Herg¨¦ en sus ¨¢lbumes demuestra que es un periodista de fino olfato, un profesional capaz de adivinar desde la redacci¨®n de Le Vingti¨¨me Si¨¨cle qu¨¦ parte de la actualidad va a convertirse en historia, qu¨¦ sucesos van a devenir con el tiempo en acontecimientos para convertirlos en escenario de las aventuras de Tint¨ªn. Esto explica por qu¨¦, a pesar del paso del tiempo, siguen interesando las peripecias del reportero en el conflicto chino-japon¨¦s, en la Palestina previa a la independencia de Israel, en la guerra fr¨ªa o en la guerra del Chaco. La realidad, documentada hasta el detalle y reproducida con el rigor del historiador, enmarca la mayor parte de los ¨¢lbumes de Herg¨¦, y todos ellos remiten a la ¨¦poca en que se han realizado como una suerte de episodios nacionales del siglo XX.
La vida publica de Herg¨¦ -cuando el seud¨®nimo se impone definitivamente al personaje de Georges R¨¦mi, en 1929, con el nacimiento de Tint¨ªn- coincide pr¨¢cticamente con la esencia de lo que ha sido el siglo XX. Se trata de una vida tranquila, de burgu¨¦s de Bruselas, que s¨®lo se vio alterada por dos o tres circunstancias. Algunas de ellas fueron cuestiones personales, como la traum¨¢tica separaci¨®n de su primera mujer, Germaine Kieckens, mientras que otras son acontecimientos que transformaron la existencia de los europeos como la Segunda Guerra Mundial o la guerra fr¨ªa, y que a su vez cambiaron la vida de Tint¨ªn. Herg¨¦ estuvo marcado por el comienzo de la guerra, con su extra?o viaje a Francia en pleno conflicto y su posterior regreso a Bruselas; por el dif¨ªcil periodo de la ocupaci¨®n alemana, casi de autismo; por su particular depuration en un pa¨ªs dividido por la actitud del rey Leopoldo; su salto a la fama con la conversi¨®n de Tint¨ªn en un h¨¦roe internacional, y en la modestia de la ¨¦poca, en lo que ahora se denomina un fen¨®meno medi¨¢tico, a partir de los a?os cincuenta, con la publicaci¨®n en Francia de sus tiras.
Herg¨¦ es tambi¨¦n un artista que crea un estilo de ilustraci¨®n -la "l¨ªnea clara"- que coincide con la modernidad, y en el que ya no hay rastro de la afectaci¨®n primorosa del dibujo acad¨¦mico y s¨ª la sencillez de la vanguardia y del arte moderno. La obra de Herg¨¦, especialmente aquellos ¨¢lbumes que surgen de la colaboraci¨®n con Edgar Pierre Jacobs despu¨¦s de la guerra, no dejar¨¢ de influir en la imagen del siglo XX, incluida la pintura, como demuestra la obra y la admiraci¨®n de nuestros Arroyo, Equipo Cr¨®nica, Ortega o las chicas del hoy exitoso brit¨¢nico Julian Opie. Es un estilo en el cual el arte pop no deja de reconocerse y del que muchos de sus artistas -Wesselmann, Warhol, Hockney o Lichtenstein, de quien por cierto se ha podido ver en estos d¨ªas en la Fundaci¨®n Juan March una obra que es un magn¨ªfico homenaje al reportero- son m¨¢s que admiradores reconocidos.
?Por qu¨¦ a los cien a?os de su nacimiento ha permanecido en cada uno de nosotros la fascinaci¨®n por el trabajo de Herg¨¦ y por las historias de Tint¨ªn? Probablemente porque, como tantas otras cosas, aparecieron en la vida de ese adolescente que fuimos en el momento en que, como dice Pere Gimferrer, por primera vez le¨ªmos versos y quisimos escribirlos, pero tambi¨¦n porque entonces todav¨ªa permanec¨ªa el culto infantil hacia el h¨¦roe, un sentimiento que es el m¨¢s cercano a la fe en la divinidad. Tint¨ªn, como esos primeros versos y como la propensi¨®n al mito, es lo mejor que en s¨ª tiene cada uno de nosotros; pero es que adem¨¢s este joven reportero, hijo ¨²nico y sin familia, reconforta con su vida de adolescente solitario a quienes estamos convencidos de que, como dice Baudelaire, un verdadero h¨¦roe es aquel que se divierte solo. Si, como dice Pessoa, hay que escoger de lo que fuimos lo mejor para el recuerdo, entre lo magn¨ªfico hay que guardar un lugar especial para Herg¨¦, siempre discreto, y para sus principales criaturas: Tint¨ªn, buen compa?ero de aventuras que exige poco a cambio de infinita distracci¨®n, y Haddock, por quien es imposible no sentir una especial debilidad. S¨®lo por esto Georges R¨¦mi, Herg¨¦, merecer¨¢ siempre un recuerdo.
Fernando Castillo C¨¢ceres es autor de El siglo de Tint¨ªn. Biograf¨ªa (P¨¢ginas de Espuma).
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