Sardinada
En la panoplia de recursos para acercarse a los electores, el PP recurri¨® ayer en el barrio de la Barceloneta a la opci¨®n Sardinada Gratuita al Aire Libre. Mont¨® barbacoa, mesas y sillas para algo m¨¢s de un centenar de personas y todo quisque que se acercaba obten¨ªa su raci¨®n de pan con tomate y sardinas. Mientras, el candidato Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz despotricaba ante los periodistas contra la narcosala de Nou Barris y otros desastres de la izquierda municipal. Un poco antes, en Les Corts, hab¨ªa denunciado la tolerancia ante la competencia desleal de los comercios abiertos por inmigrantes. Un p¨²blico m¨¢s bien entrado en a?os hace cola para conseguir su parte del almuerzo. Una vez conseguida, se la toma tranquilamente bajo el espl¨¦ndido sol de primavera. Dir¨ªase que forman un apacible cuadro costumbrista.
El humo de la sardinada se expande m¨¢s all¨¢ de la plaza, sin embargo. La se?ora de la granja-panader¨ªa de enfrente comenta que ha tenido que cerrar las ventanas, porque el pegajoso olor se le mete en casa. "No me gusta nada el tufo a grasa de sardina". La clienta que est¨¢ comprando el pan acompa?ada por su marido entiende la frase como una invitaci¨®n a la cr¨ªtica. "Estos son los seguidores de ¨¦se que dice que ¨¦l conduce como le da la gana...". Se refiere, queda claro, a los comentarios del ex presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en contra de las campa?as gubernamentales que invitan a no conducir si se ha bebido cierta cantidad de alcohol.
La panadera y la dependienta se suman a la cr¨ªtica. "Mira que no aceptar ni un buen consejo para evitar accidentes", desaprueba una de ellas. Pero el marido de la clienta percibe que all¨ª hay tambi¨¦n, tomando un caf¨¦ con leche y hojeando la revista del barrio, un extra?o con vete a saber qu¨¦ ideas pol¨ªticas. No sabe que se trata de un periodista. Mir¨¢ndome, aclara, por si acaso: "Yo, de pol¨ªtica, nada. La pol¨ªtica s¨®lo sirve para que unos cuantos coman de ella". La pareja se iba ya cuando entra otro cliente, justo a tiempo para terciar. "Los pol¨ªticos son todos unos sinverg¨¹enzas", sentencia decidido ante la panadera, la dependienta y yo. Se me ocurre repetirle una idea que tengo o¨ªda en m¨ªtines de Josep Llu¨ªs Carod, que a su vez la toma de no recuerdo qu¨¦ otro pol¨ªtico catal¨¢n. "La pol¨ªtica, si no la haces te la hacen". Le a?ado de mi cuenta que la rueda de la pol¨ªtica no va a detenerse porque ¨¦l vote o deje de votar y aventuro que, por lo tanto, quiz¨¢ el voto sirva para influir. El hombre, que ya se va, me lanza una mirada que interpreto as¨ª: "?Qu¨¦ me dice este imb¨¦cil?".
Estando as¨ª las cosas, le comento a la panadera que da gozo ver la cantidad de comercios del barrio que se anuncian en la revista. "Eso significa que es un buen barrio", le digo. "Lo era m¨¢s", lamenta, "pero ahora con tanta inmigraci¨®n... Cada tienda nueva que se abre es de ellos".
Como que junto a la panader¨ªa hay un restaurante gallego, otro castellano-leon¨¦s y otro indio-paquistan¨ª, le pregunto a qu¨¦ oleada de inmigraci¨®n se refiere. "A la de ahora, la de ahora. Los otros ya est¨¢n adaptados", precisa.
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