El Gobierno paquistan¨ª refuerza las tropas en Karachi para sofocar la revuelta popular
La rebeli¨®n debilita al presidente Musharraf en el momento en que prepara su reelecci¨®n
Otros cuatro muertos, entre ellos un polic¨ªa, elevaron ayer a 38 las v¨ªctimas mortales de dos d¨ªas de violencia pol¨ªtica en Karachi, la ciudad m¨¢s populosa de Pakist¨¢n. Ayer el Gobierno envi¨® refuerzos para restablecer el orden. La gravedad de los incidentes, los m¨¢s sangrientos que ha vivido ese pa¨ªs de 165 millones de habitantes en 20 a?os, revela una profunda crisis institucional. Lo ocurrido ha echado a perder el poco cr¨¦dito pol¨ªtico que le quedaba al general-presidente Pervez Musharraf. La situaci¨®n s¨®lo puede empeorar tras la orden de disparar contra los alborotadores que el Gobierno dio ayer a las fuerzas de orden p¨²blico. Hoy, los abogados van a volver a boicotear los tribunales y los islamistas han convocado una huelga general.
La actual crisis se empez¨® a gestar en marzo, cuando Musharraf suspendi¨® al presidente del Tribunal Supremo, Iftikhar Mohamed Chaudhry, "por abuso de autoridad". Los cr¨ªticos del hombre que en 1999 dio un golpe de Estado y a¨²n no ha cumplido su promesa de devolver el poder a los civiles, interpretaron que el general no quer¨ªa arriesgarse a que el juez pusiera obst¨¢culos legales a sus esfuerzos para prolongar otros cuatro a?os su mandato. A pesar de los reparos constitucionales, tiene previsto hacerse reelegir por el actual Parlamento (donde cuenta con mayor¨ªa) antes de convocar nuevas elecciones en oto?o.
Chaudhry se hab¨ªa convertido en una verdadera molestia para Musharraf, que es tambi¨¦n jefe del Ej¨¦rcito. En los meses anteriores, el juez abri¨® investigaciones sobre presuntos terroristas desaparecidos, bloque¨® la privatizaci¨®n de la acer¨ªa nacional y demostr¨® una independencia que le hac¨ªa poco fiable en caso de que la coalici¨®n que apoya al Gobierno, formada por la Liga Musulmana de Pakist¨¢n y una alianza de islamistas, necesite un empuj¨®n en los pr¨®ximos comicios.
No es que Chaudhry sea una persona ajena al sistema y libre de tacha. Como recordaba recientemente Khurram Dastgir Khanen en el diario The Nation, jur¨® su cargo bajo la ley constitucional decretada por Musharraf y no le han dolido prendas en firmar algunas sentencias dudosas. Sin embargo, al rechazar su cese rompi¨® el pacto no escrito que durante el ¨²ltimo medio siglo ha atado al poder judicial al pol¨ªtico. Ese gesto no s¨®lo alent¨® a los abogados hartos de interferencias pol¨ªticas, sino que ha logrado galvanizar a una oposici¨®n que se encontraba falta de liderazgo. Desde entonces, cada vista de su caso ante el Tribunal Supremo ha estado acompa?ada de manifestaciones anti-Musharraf. Los abogados han anunciado que boicotear¨¢n la audiencia de hoy. Los islamistas contraatacan con una huelga general.
La actual ola de protestas constituye el mayor desaf¨ªo al Gobierno del general desde su golpe de Estado. Por eso, los aliados del presidente en la provincia de Sindh, el Movimiento Muttahida Qumi (MMQ), se movilizaron el s¨¢bado para impedir que Chaudhry pudiera celebrar un mitin en su capital, Karachi.
Aunque partidarios y opositores de Musharraf se han acusado mutuamente de la violencia, las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos paquistan¨ªes de ayer y los relatos de testigos se?alaban que militantes de MMQ armados con bastones actuaron a su libre albedr¨ªo ante la mirada impasible de los 15.000 paramilitares desplegados a ¨²ltima hora por el Gobierno. Ante las cr¨ªticas, un portavoz anunci¨® ayer que se les hab¨ªa autorizado a disparar a "quienes atenten contra la vida o la propiedad", lo que no parece una buena receta para tranquilizar los ¨¢nimos.
M¨¢s all¨¢ de los riesgos de ese clima de inseguridad, la implicaci¨®n de sus aliados en la violencia debilita a Musharraf. Lo ocurrido eclipsa la estabilidad pol¨ªtica y los logros econ¨®micos y educativos alcanzados durante su mandato y por los que buena parte de la clase media paquistan¨ª le hab¨ªa perdonado el golpe de Estado. Son en gran medida esos avances los que han dado alas a unas aspiraciones democr¨¢ticas que ahora el general no parece dispuesto a dar satisfacci¨®n. El presidente neg¨® el s¨¢bado que, como le acusaban sus detractores, tenga intenciones de declarar el estado de emergencia.
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