El 'momento De la Pe?a'
El espa?olista, ante su primera oportunidad de protagonizar una final
Jam¨¢s jug¨® en su tierra natal, no pudo triunfar en el equipo que le deslumbr¨® desde su infancia y la selecci¨®n de su pa¨ªs le ha mantenido exiliado durante m¨¢s de una d¨¦cada. A Iv¨¢n de la Pe?a (Santander, 1986), uno de los grandes prestidigitadores del f¨²tbol, le ha costado m¨¢s de la cuenta estabilizar su carrera. ?l, un seductor desde que se afeit¨® para ponerse un bal¨®n por cabeza, ha pagado las err¨¢ticas decisiones de su entorno y la absurda tendencia de muchos equipos espa?oles a pavonearse con el mercado exterior. A un filigranas extranjero se le suele disculpar su ineficacia defensiva y ensalzar su capacidad de riesgo para el pen¨²ltimo toque. Si el asunto se refiere a jugadores del corte de Iv¨¢n o Guti, especialistas de primera en la dif¨ªcil suerte del pase que cita a sus compa?eros con el gol, las cr¨ªticas se acent¨²an. De la Pe?a, como Guti, forma parte de la reserva espiritual de ese f¨²tbol metal¨²rgico y computerizado que prevalece en demasiados escenarios.
No pidi¨® explicaciones ni cuando Cruyff dijo que el masajista del Bar?a ten¨ªa mejor zurda
Al contrario que muchos de sus colegas, Valverde, su t¨¦cnico en el Espanyol, le ha blindado con el tajo de Mois¨¦s. Con lo Pelat al mando, el juego del equipo es m¨¢s lubricado y Valverde, tan sensible para este deporte como para el arte de la fotograf¨ªa, no tiene reparos. Hoy, por fin, De la Pe?a se siente un futbolista valorado. Es tan importante en el campo como en el vestuario, porque el f¨²tbol siempre fue para ¨¦l m¨¢s que una pasi¨®n. A sus 31 a?os, en el Espanyol ha encontrado el mejor acomodo de su carrera y entre los feligreses blanquiazules nadie discute que muchas de las opciones del equipo catal¨¢n pasan por la chistera del c¨¢ntabro. Ha llegado el momento De la Pe?a, proclama el espanyolismo.
Iv¨¢n ya tiene dos t¨ªtulos europeos en su mochila, pero en ninguno se sinti¨® tan importante como podr¨ªa sentirse hoy si levanta la Copa. Fue titular en la Recopa que el Bar?a de Robson le gan¨® al PSG en 1997, pero todas las portadas de entonces eran para Ronaldo, al que tantas veces gui¨® hacia el gol. Dos a?os despu¨¦s, el calvo no disput¨® un minuto en la final de la misma competici¨®n en la que el Lazio frustr¨® al Mallorca. En Roma, De la Pe?a hab¨ªa iniciado una penosa emigraci¨®n en b¨²squeda de reconocimiento deportivo y una lun¨¢tica cuenta corriente. S¨®lo consigui¨® lo segundo. Nadie le advirti¨® de que el Lazio y el Marsella eran dos de las sociedades m¨¢s volc¨¢nicas del f¨²tbol europeo, dos entidades con grandes corruptelas internas y graves problemas externos por los excesos de sus fan¨¢ticos.
La aventura de Iv¨¢n fue un tormento y de regreso a casa muchos pensaron que llegaba en busca de un c¨®modo retiro. No fue as¨ª, y hasta Aragon¨¦s tuvo darle carrete en la selecci¨®n. Una vez m¨¢s, De la Pe?a se encontr¨® con un t¨¦cnico poco adepto y fue despedido del equipo nacional sin haber dado m¨¢s motivos que otros muchos. ?l no pidi¨® explicaciones. No lo ha hecho nunca, ni siquiera cuando Johan Cruyff, el gran mecenas de su juventud, proclam¨® ante un amplificador medi¨¢tico que la zurda de ?ngel Mur (entonces masajista del Bar?a) era mejor que la de Iv¨¢n. Un decenio despu¨¦s, nadie ha conseguido adiestrar a De la Pe?a, que mantiene con esplendor su f¨²tbol de mentira: su cuerpo y su cara delatan una cosa y sus pies otra muy diferente cuando contactan con la pelota. A Iv¨¢n no le falta imaginaci¨®n, pero le piden sudor; a otros les sobra sudor, pero nadie les pide imaginaci¨®n. Y en un juego colectivo todo tiene cabida. Valverde lo sabe. Lo Pelat lo supo siempre, desde que siendo un cr¨ªo le hicieron creer que haciendo lo que hac¨ªa era un genio.
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