?Hasta cu¨¢ndo podremos votar?
Lejos de m¨ª la pretensi¨®n de equipararme con Aldous Huxley en cuanto a previsiones futuristas, aunque me da la impresi¨®n de que nos encaminamos hacia un mundo feliz, carente de esas dichosas elecciones que tanto perturban la vida de los ciudadanos. O se eliminan o se transforman en un juego semejante al de las quinielas, lo que ya est¨¢ sucediendo en los ¨²ltimos tiempos, tanto en Europa como en Norteam¨¦rica: Bush, L¨®pez Obrador, Sarkozy...
Antes de 1893, el derecho de voto se limitaba a los poderosos de g¨¦nero masculino que pagaban el "censo" o impuesto (de ah¨ªa la denominaci¨®n de voto censitario), que ven¨ªan a repersentar el 5% de la poblaci¨®n adulta. Esta minor¨ªa privilegiada eleg¨ªa un Parlamento entre dos partidos que defend¨ªa sus intereses, tanto daba quien ganara: labour y torys en Gran Breta?a, liberales y consevadores en Espa?a... La exigencia del voto femenino surge en los inicios de la Revoluci¨®n Francesa. Francisco de Miranda -precursor de la independencia de Venezuela- en una conversaci¨®n con el alcalde de Par¨ªs, comentaba: "?Por qu¨¦ en un Gobierno democr¨¢tico la mitad de los individuos no est¨¢n directa o indirectamente representados, siendo as¨ª que las mujeres se hallan igualmente sujetas a esa severidad de las leyes que los hombres han hecho conforme a su voluntad?"
En lo que se refiere a Espa?a, el derecho de las mujeres al sufragio se ratific¨® el 1 de diciembre de 1931 en una votaci¨®n muy ajustada: 131 a favor (el 28%) frente a 127 (27%), estando ausentes el 45% de los diputados. La tenacidad de Clara Campoamor fue decisiva para rebatir a aquellos diputados que pretend¨ªan retrasar los derechos femeninos "hasta que las mujeres dejaran de ser retr¨®gradas" (Alvarez Buylla, Rico); "hasta que transcurran unos a?os y vea la mujer los frutos de la Rep¨²blica y la educaci?n" (Victora Kent); o indefinidamente, "porque las mujeres son hist¨¦ricas por naturaleza" (N¨®voa Santos).
Otros representantes del pueblo propon¨ªan excluir el derecho a voto de la Constituci¨®n para poder negarlo si las mujeres no votaban de acuerdo con el Gobierno (Guerra del R¨ªo) o limitarlo a las mayores de 45 a?os "porque antes la mujer tiene reducida la voluntad y la inteligencia" (Ayuso). Las dos ¨²nicas diputadas, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, del PSOE, aunque feministas, consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino y no lo apoyaron.
De poco nos sirvi¨®: tres a?os despu¨¦s un golpe de Estado fascista acab¨® con las elecciones para todos. Cuando termin¨® a longa noite de pedra, ya el voto estaban tomando ese cariz de loter¨ªa festiva al que alud¨ªa antes. Y en 1980, sin dejarnos apenas respirar, los gobiernos de la Transici¨®n empezaron a frenar, de acuerdo con ciertos sindicatos, las reivindicaciones salariales, y a privatizar algunos servicios p¨²blicos. No pod¨ªan hacer de otro modo: nos hab¨ªan metido en la incipiente Europa neoliberal. Sus organismos directores, el FMI, el Banco Mundial, la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, dirigidos por tecn¨®cratas elitistas, dictaban la pol¨ªtica general con el mayor secreto, de forma que el com¨²n de los votantes no sab¨ªa qui¨¦n decid¨ªa qu¨¦.
Estos organismos y sus miembros influyentes representan lo que se llama la mundializaci¨®n; es decir, un verdadero gobierno planetario, no elegido, al servicio de las multinacionales. Desde 2002, las negociaciones secretas del AMI (Acuerdo Mutuo de Inversiones) constituye una verdadera amenaza contra la soberan¨ªa de los Estados. Trata de instaurar una jurisdici¨®n que permita llevar ante la justicia a los Estados que lesionen los intereses de las grandes firmas y obtener indemnizaciones. La aplicaci¨®n de ese tratado significar¨ªa la sumisi¨®n definitiva a las multinacionales, el fin de los gobiernos elegidos por el ciudadano y el entierro de la democracia. Por si acaso, yo ya vot¨¦ por correspondencia en Vilalba.
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