Desde el amanecer
Me encanta la alegr¨ªa matutina de mi despertador. Es reconfortante emerger del silencio con esas voces joviales, cargadas de noticias felices, de titulares reveladores que nos obligan a mantenernos a la escucha. A m¨ª me suele despertar una de esas emisoras de la derecha, y las alharacas y las insinuaciones traviesas del locutor no me hacen a?orar el dulce trino sinf¨®nico de un bosque repleto de ruise?ores. La alegr¨ªa se contagia, y suele ser exultante la que brota de esas voces tempraneras que ya a las siete de la ma?ana muestran un tono vital que yo s¨®lo logro alcanzar a las siete de la tarde. ?Qu¨¦ ser¨ªa de m¨ª si tuviera que vestirme los calcetines sin ese jolgorio ambiental!, ?d¨®nde acabar¨ªa poni¨¦ndomelos, si es que consegu¨ªa encontrarlos, nada m¨¢s que encontrarlos, dada la lentitud con la que se me ajusta el sue?o a la fantasmagor¨ªa diurna? Sin el alegre cabrilleo de esa radio derechil -que no es la de los obispos, aunque s¨ª debe de ser la de los sacristanes, o la de los monaguillos- necesitar¨ªa un par de horas para dilucidar si era un calcet¨ªn o el cabello de Ofelia lo que colgaba de mi mano derecha, y llegar¨ªa tarde al trabajo.
Mas no es ¨¦se, esa alegr¨ªa, el ¨²nico de los bienes que me aporta esa dichosa emisora, pues adem¨¢s de ayudarme en mi diaria pugna con los calcetines, ha suscitado en m¨ª una juguetona ansiedad por abreviar el sue?o y despertarme a la hora convenida. Seg¨²n nos cont¨® ¨¦l mismo, Samuel Taylor Coleridge escribi¨® un poema en sue?os -s¨ª, mientras dorm¨ªa-, poema que record¨® al despertarse y que hubiera trascrito ¨ªntegramente si un pesado no le hubiera interrumpido en la tarea. Ese poema se titula Kubla Khan y estos son los dos ¨²ltimos versos de lo que de ¨¦l pudo recordar el poeta despierto: "Pues ¨¦l ha probado el n¨¦ctar de las flores/ y bebido la leche del para¨ªso". El pesado que le interrumpi¨® impidi¨® que escribiera el poema entero para nosotros, pero don Samuel s¨ª consigui¨® escribir el poema entero para ¨¦l en el sue?o y esa es una tarea que siempre he deseado emular. A la espera de mi Kubla Khan, he sido un adicto a alargar el sue?o hasta que se me revelara el poema, y trataba de evitar de esa manera la frustraci¨®n que una vez m¨¢s el despertar pudiera depararme: o el poema o el sue?o sin fin. Pues bien, ese af¨¢n m¨ªo por alargar el sue?o hasta que se me escribiera Kubla Khan se me acab¨® gracias a la emisora de los monaguillos. Ahora, el sue?o es para m¨ª un tr¨¢mite inevitable que debe acabar cuanto antes y dar paso a la hora de los acertijos -?habr¨¦ acertado la grand¨ªsima chapuza, aunque deparadora de inmensa felicidad, de la que hablar¨¢n cuando me despierte?-, y la ¨²nica fortuna que espero del sue?o es que me anticipe no un poema, sino la totalidad del programa con el que van a despertarme. ?Qu¨¦ alegr¨ªa ser¨ªa poder repetir al un¨ªsono palabra por palabra, s¨ªlaba a s¨ªlaba, todo lo que fueran a decir mi locutor y sus invitados!
Que algo as¨ª me pueda ocurrir no es inveros¨ªmil, y es desde luego mucho m¨¢s factible que lo de convertirse en una reedici¨®n de don Samuel, de ah¨ª que no haya perdido la esperanza. En mi emisora matinal alardean a diario de haber pillado en alg¨²n renuncio al Gobierno. Mi juego consiste en adelantarme a cu¨¢l vaya a ser el desastre gubernamental del d¨ªa o en apostar por si a¨²n se mantendr¨¢ en antena el desastre de la v¨ªspera, aqu¨¦l que atentaba contra las bases mismas de la democracia, inadmisible en cualquier naci¨®n seria -en la que ya habr¨ªan ca¨ªdo cabezas o dimitido el Gobierno en pleno- y m¨¢s propio de una rep¨²blica bananera. El desastre del d¨ªa no suele ser dif¨ªcil de acertar, pues va con frecuencia asociado a Batasuna y el Gobierno siempre se rinde, as¨ª que resulta m¨¢s azaroso y estimulante el misterio sobre la duraci¨®n de la gran noticia, sobre todo si ¨¦sta no va ligada a Batasuna: por lo general no suele durar m¨¢s de tres d¨ªas, a veces uno, y luego se apaga. Va de s¨ª que cada descubrimiento de la cong¨¦nita torpeza gubernamental se suele rodear de un permanente estado de aleluya -tal que una celebraci¨®n evang¨¦lica- y que va acompa?ado de una exaltada efervescencia de desprecios e insultos.
Hoy, sin embargo, he vivido una decepci¨®n. Hab¨ªa so?ado ayer mi Kubla Khan, o eso he cre¨ªdo al despertarme, y esperaba repetir hoy al un¨ªsono, palabra por palabra, lo que dijeran de Egibar. Esperaba, s¨ª, que hablaran de ese gesto de generosidad y valent¨ªa de mi Kubla cuando ayer, a pecho descubierto, se lamentaba de los ataques a sus partidarios y ped¨ªa que s¨®lo atacaran a los del PSOE y a los del PP. Ansiaba escuchar, y repetirlas con ellos, estas palabras: "Pues ¨¦l ha probado el n¨¦ctar de las flores/ y bebido la leche del para¨ªso". Pero no, ni siquiera han hablado de la Hacienda guipuzcoana. ?Qu¨¦ desenga?o!
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