Las balas m¨¢gicas
El PA?S ofrece ma?ana a sus lectores 'El cazador furtivo', de Weber, por 9,95 euros
La figura de Carl Maria von Weber -nacido en Eutin en 1786 y muerto en Londres cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido los 40- no acaba de ser tan popular entre los aficionados latinos como lo es, sin duda, entre los germanos. La raz¨®n, seguramente, es que para ¨¦stos -como en realidad para la propia historia de la m¨²sica- posee un car¨¢cter fundacional. Su ¨®pera El cazador furtivo inauguraba en su estreno en Berl¨ªn el 18 de junio de 1821 lo que hoy conocemos por ¨®pera rom¨¢ntica alemana y fue la fuente de la que bebieron muchos de sus contempor¨¢neos -Lortzing, Marschner y Spohr, entre otros-, y, sobre todo, Richard Wagner mientras trataba de encontrar su verdadero e intransferible camino. Se ha escrito mucho acerca de cu¨¢l es el reflejo oper¨ªstico de la afirmaci¨®n rom¨¢ntica alemana, pero, abreviando y tomando como ejemplo El cazador furtivo, lo hallar¨ªamos, de un lado, en el uso de elementos de la m¨²sica popular -el vals del acto I, por ejemplo- y, sobre todo, en la presencia del pueblo sobre las tablas, en una suerte de uso de lo colectivo, de lo social, como muestra m¨¢s o menos orgullosa de la identidad propia.
El libreto de El cazador furtivo -obra que combina lo m¨¢gico, lo campestre y lo amoroso con una rara sabidur¨ªa- fue escrito por Johann Friedrich Kind sobre un relato recogido por Johann Apel y Friedrich Laun en una recopilaci¨®n que titularon Libro de los fantasmas. El cazador Max, que ¨²ltimamente no da una, est¨¢ enamorado de Agathe, la hija del guardabosques Kuno, quien le ha prometido a aqu¨¦l la mano de la muchacha si gana en el pr¨®ximo concurso de tiro. El tambi¨¦n cazador Kaspar le convence para que utilice unas balas m¨¢gicas que podr¨¢n conseguir en la Garganta del Lobo. All¨ª se dirigen mientras los esp¨ªritus malignos que la habitan celebran anticipadamente la muerte de Agathe, que, si todo va como ellos quieren, llegar¨¢ de la ¨²ltima de las balas utilizada por Max al d¨ªa siguiente en el concurso. Pero las cosas salen de otro modo. Es el taimado Kaspar quien muere tras el desmayo de Agathe y a Max se le concede la mano de su amada, eso s¨ª, con la condici¨®n de que viva honradamente durante un a?o para paliar el contacto con las fuerzas demoniacas.
En esa acci¨®n se entreveran viejas leyendas -la del cazador furtivo amarrado eternamente a los lomos del ciervo que abati¨®-, momentos cercanos al terror -el episodio de la Garganta del Lobo, una piedra de toque para cualquier buen director de escena-, la t¨®pica magnanimidad del mandatario que ama a su pueblo, la vieja moraleja de que quien mal anda mal acaba y, por encima de todo, el triunfo del amor. Mientras, en lo musical, lo menos que puede decirse de la ¨®pera de Weber es que es deliciosa, cargada de una inventiva extraordinariamente original y poseedora de un par de arias -Durch die W?lder de Max y la que constituye la parte mollar de la gran escena de Agathe en el acto II- capaces de mostrar todas las virtudes de quienes las cantan. A?¨¢dense a ello los estupendos momentos corales y, naturalmente, esa obertura que es, sin duda, una de las obras maestras del autor y una verdadera joya como m¨²sica pura, incluso aislada de su contexto, lo que nos hace recordar que Weber, adem¨¢s de compositor, fue uno de los fundadores -para algunos el m¨¢s importante- de la moderna t¨¦cnica de la direcci¨®n de orquesta.
Reparto de lujo
La versi¨®n que ma?ana aparece con EL PA?S fue grabada en vivo en Roma el 27 de enero de 1973 y reprocesada el a?o pasado por la firma italiana Dynamic para ofrecer un espl¨¦ndido sonido. El reparto es de verdadero lujo si tenemos en cuenta que Agathe es la gran Margaret Price, una de las mejores sopranos de los ¨²ltimos a?os, de carrera demasiado limitada y escasas actuaciones en Espa?a y cuya presencia en esta grabaci¨®n es toda una tentaci¨®n para oper¨®filos y ser¨¢ una sorpresa para quienes nunca la hayan escuchado. Su prima Annchen es nada menos que Helen Donath.
Los personajes masculinos est¨¢n encabezados por dos cantantes que destacaron, sobre todo, en papeles wagnerianos y que aqu¨ª dejan constancia de su clase: James King como Max y Karl Ridderbusch como Kaspar. Al mando de la Orquesta y los Coros de la Radio Italiana, un experto como Wolfgang Sawalisch, siempre excelente en este repertorio que ama y domina.
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