Una teor¨ªa de la gratitud
En un cuento titulado El cobrador, del gran escritor brasile?o Rubem Fonseca, su protagonista sostiene la extravagante idea de que todo lo que existe en el mundo, sean objetos o personas, le pertenecen. Todo cuanto no cae en sus manos, ¨¦l ya se encargar¨¢ de cobr¨¢rselo (de aqu¨ª el t¨ªtulo de la pieza). Si alguien posee un coche lujoso, se convence que es ¨¦l el que tendr¨ªa que ser su propietario. Una mujer hermosa no escapa a su enfermiza teor¨ªa. Verla con alguien que no fuese ¨¦l, lo pondr¨ªa fuera de sus casillas. Con nadie estar¨¢ mejor esa mujer que con ¨¦l, puesto que s¨®lo un anormal azar ha puesto a ese ser en las manos que no correspond¨ªan.
A veces da la impresi¨®n de que nos movemos por la vida con esa insultante y peligrosa seguridad. A nada ni a nadie tenemos que agradecer nada. A aquel personaje de ficci¨®n no le sacar¨ªamos nunca un gesto de agradecimiento, si se nos ocurriera el est¨¦ril prop¨®sito de obsequiarle, por ejemplo, con una entrada para el teatro o la final de la Champion europea de f¨²tbol. Coger¨ªa la entrada con la autosuficiencia del que considera que ha recuperado eso que nunca se debi¨® dudar que le correspond¨ªa. Qu¨¦ falta hace decir gracias por algo que nos pertenece, a lo que tenemos derecho. Nos levantamos por las ma?anas y nos desayunamos con la puntual tostada. Mientras la untamos de mermelada ni se nos ocurre que deber¨ªamos dar las gracias por ese milagro de las primeras horas del d¨ªa. ?A qui¨¦n o a qu¨¦ deber¨ªamos agradecer un hecho tan dom¨¦stico? ?Por qu¨¦ deber¨ªamos dar las gracias por algo que nos ganamos con nuestro trabajo, sin pensar que mucha gente que trabaja en muchas latitudes del mundo, si tiene garantizado su desayuno puede que no lo tenga tanto el sueldo para pagar un alquiler y una eventual necesidad sanitaria?
Nunca deja de sorprenderme esa t¨®pica secuencia de las pel¨ªculas americanas donde los comensales, antes de comenzar su almuerzo, agradecen a Dios que les permita disfrutar de esos alimentos. Esa secuencia puede que ilustre una manera de vida muy alejada de la nuestra. Y una manera de escenificar una creencia religiosa. Incluso, para muchos, una manera de subordinaci¨®n trascendental. Pero desde el punto de vista de una est¨¦tica de la existencia humana, no deja de ser un gesto de rec¨®ndita humildad en medio de tanta autosatisfacci¨®n y prepotencia contempor¨¢nea.
Al calor de esa si se quiere manida imagen, me gusta pensar que lo que disfruto de la vida, desde esa insignificante tostada hasta el libro que leo, pasando por una valiosa amistad, me ha sido obsequiado por una suerte de inexplicable generosidad que no atino a creer que me merezca del todo. Ni todo el caudal de autoestima de la tierra que pueda atesorar, me puede hacer creer como a un idiota que todo lo que tengo me lo merezco absolutamente. Hay una insondable part¨ªcula de destino o azar o de gente buena que desconozco, que me pone en el lugar y el instante exacto de un presente inesperado. Y ¨¦sta es la oportunidad que nos da la vida a veces para dar las gracias, aunque no sepamos a qui¨¦n o a qu¨¦.
Estoy hablando evidentemente de la gratitud. Y este sentimiento se expresa con una milagrosa palabra: gracias. Hace unos d¨ªas le¨ª en un trabajo acad¨¦mico un hecho que dio pie a estas consideraciones. Resulta que en Finlandia, en sus escuelas de primaria, los alumnos suelen despedirse de sus maestros estrech¨¢ndoles la mano y d¨¢ndoles las gracias por los conocimientos recibidos ese d¨ªa. Con esto se podr¨ªa hacer un sinf¨ªn de reflexiones sobre la educaci¨®n en Finlandia y, de paso, sobre la educaci¨®n en nuestro pa¨ªs, donde no creo que nuestros alumnos tengan la sana costumbre de despedirse de sus maestros hasta el d¨ªa siguiente y mucho menos de dar las gracias por nada. Un jugoso tema para pol¨ªticos especialistas en cambios de modelos educativos de una legislatura a otra. Yo me quedo con la imagen de esos ni?os expresando su gratitud por los conocimientos adquiridos. Ellos no creen que a sus maestros no se les deba dar las gracias por el hecho de cobrar un sueldo. Son los conocimientos lo que cuenta. El hecho casi providencial de un saber nuevo en medio de la rutina escolar. ?Qu¨¦ cosa puede gratificar m¨¢s, m¨¢s que un sueldo incluso, que unas peque?as manos peg¨¢ndose a las tuyas en se?al de gratitud por haberles ensanchado la mente y el esp¨ªritu? Esto tambi¨¦n conforma un ritual, sin duda. Como los comensales de las pel¨ªculas que agradecen al cielo los alimentos recibidos. Pero es un ritual imprescindible, el de la gratitud, que no deber¨ªamos abandonar si no queremos acabar muy pronto como el inquietante cobrador de Rubem Fonseca.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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