Econom¨ªas
No es raro que en momentos de graves tribulaciones personales nos d¨¦ por ocuparnos de cuestiones insignificantes, como la de ese bot¨®n de la camisa que est¨¢ punto de caerse. Es c¨¦lebre el caso del condenado a muerte que se queja de la hora a la que le han obligado a levantarse para conducirlo a la horca. Al irritarse por el madrug¨®n, se olvida moment¨¢neamente de su cuello. Creo que Freud atribu¨ªa esta actitud en apariencia absurda a la necesidad de economizar emociones. El actual Papa confirma la teor¨ªa. Mientras el mundo se debate entre el hambre, la sequ¨ªa, el sida, el calentamiento global y las desigualdades econ¨®micas, ¨¦l corre al otro extremo de la Tierra para prevenir a la gente sobre el uso del preservativo.
Y es eso, que si te obsesionas con una tonter¨ªa, te olvidas de todo lo dem¨¢s. Dice un refr¨¢n que cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas. Y no es que el diablo no tenga nada que hacer, pues el mundo est¨¢ lleno de almas en venta. Son tantas que quiz¨¢ el diablo, agobiado por esa carga de trabajo, combate su angustia laboral, su estr¨¦s, matando moscas, que no conduce a nada. Cualquier indocumentado, en fin, puede condenar el uso del cond¨®n, pero s¨®lo unos pocos son capaces de dar respuestas a las grandes preguntas. Si yo tuviera que elegir entre escribir un informe de diez p¨¢ginas sobre el conflicto de Oriente Medio o uno de quinientas sobre el cond¨®n, me quedar¨ªa con el del cond¨®n. Est¨¢ chupado, sobre todo si te piden que escribas a la contra. Benedicto XVI congrega multitudes all¨¢ donde se manifiesta contra el preservativo porque se trata de un asunto menor (el bot¨®n de la camisa) en relaci¨®n a los problemas que nos afectan.
Ahora llevamos varios d¨ªas obsesionados con la novia del presidente del Banco Mundial, que no digo que no sea un incordio, aunque se trata de un inconveniente microsc¨®pico comparado con las cuestiones que tiene que resolver ese banco, el primero de ellos para qu¨¦ sirve. Pero al obcecarnos con un l¨ªo de faldas sin sustancia, nos ahorramos el esfuerzo intelectual que supone la formulaci¨®n de las grandes preguntas que cabr¨ªa hacerse acerca de esa instituci¨®n ecum¨¦nica. Total, que a ver si llevo la corbata al tinte.
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