El cr¨¦dito de la pol¨ªtica
Otra vez elecciones. ?Qu¨¦ rollo! Los pol¨ªticos con su ristra de promesas, dando la vara y chupando c¨¢mara. Conmigo que no cuenten, son todos iguales, yo paso... Suena tan a menudo la cantinela que uno se pregunta si estas actitudes son simplemente fruto tard¨ªo e involuntario de la rutina democr¨¢tica. Porque a lo peor no es as¨ª. Uno se malicia que quiz¨¢ no se trate de un fruto silvestre, sino que proceda de un ¨¢rbol plantado y regado por quienes sacan partido del descr¨¦dito de la pol¨ªtica. Porque las elecciones determinar¨¢n qui¨¦n se encargar¨¢ de gobernar, y si la persona elegida se aplica en la defensa del inter¨¦s general puede que algunos intereses particulares se resientan.
El arte del buen gobierno as¨ª formulado (defensa y salvaguarda del inter¨¦s general) constituye asunto de f¨¢cil enunciado, aunque todos somos conscientes de que su ejecuci¨®n no parece tan sencilla. Muy a menudo, decidir en base al inter¨¦s general requiere, una vez identificado ¨¦ste, mucho aguante por parte de quien tiene la obligaci¨®n de tomar la decisi¨®n. En cada ocasi¨®n, en cada decisi¨®n, siempre habr¨¢ quienes no est¨¦n conformes, y, l¨®gicamente, no se privar¨¢n de ejercer su derecho a la cr¨ªtica; los dem¨¢s (los m¨¢s si el inter¨¦s general ha quedado a salvo) simplemente entender¨¢n que quien gobierna ha cumplido, ha hecho su trabajo. Estos ¨²ltimos no suelen aplaudir ni palmear la espalda. No percibir¨¢ pues quien gobierna con tanta claridad el parabi¨¦n como la cr¨ªtica, salvo que se encierre en su c¨ªrculo y se deje regalar los o¨ªdos. En todo caso, no le ser¨¢ dif¨ªcil discernir si la decisi¨®n ha sido o no acertada. Si lo ha sido, habr¨¢ cumplido su misi¨®n y devuelto cr¨¦dito a la pol¨ªtica. Si no lo ha sido y es capaz de reconocerlo y rectificar, tambi¨¦n se har¨¢ acreedor del respeto de la ciudadan¨ªa.
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce y a nadie se le oculta que es el propio mal gobierno el que primero contribuye al descr¨¦dito de la pol¨ªtica; ejemplos abundantes acuden a nuestra memoria a nada que hagamos un esfuerzo. Pero hay mucha gente haciendo bien su trabajo que no se merece el oprobio de la descalificaci¨®n colectiva y de la sospecha que determinados individuos y grupos propagan a diario. Y cuando se indaga en los motivos de quienes as¨ª se comportan, no es dif¨ªcil concluir que la respuesta se encuentra en su defensa a capa y espada del inter¨¦s particular por encima del bienestar colectivo, sin m¨¢s.
Los m¨¢s peligrosos (para la propia democracia) entre los encargados de aventar la ciza?a son aquellos que no reparan en medios; han descubierto hace tiempo que el camino del mal gobierno al descr¨¦dito es un camino de ida y vuelta, y conf¨ªan en que sea el descr¨¦dito de la pol¨ªtica el que acabe por dificultar o hacer inviable el buen gobierno, que l¨®gicamente entienden opuesto a sus intereses. Por eso har¨¢n ruido, mucho m¨¢s ruido cuanto m¨¢s s¨®lido sea el inter¨¦s comprometido, en primer lugar, con el fin de hacer flaquear el ¨¢nimo de quien tiene a su cargo tomar las decisiones. Posteriormente ese ruido ser¨¢ convenientemente amplificado para que nadie le sea ajeno, para ahondar en la herida del desprestigio generalizado, para hacer m¨¢s duro el oficio de la pol¨ªtica; en definitiva, para crear el caldo de cultivo que agilice la promoci¨®n de dirigentes mediocres, a los que m¨¢s f¨¢cilmente podr¨¢n imponer su inter¨¦s particular. Por eso se dedican, organizada y cuidadosamente, a desprestigiar la pol¨ªtica.
En cambio, los dem¨¢s, los m¨¢s, necesitamos gobiernos que no flaqueen en la defensa del inter¨¦s general. Nos interesa y mucho que la pol¨ªtica recupere cr¨¦dito, que el buen gobierno se fortalezca en las urnas, y el malo salga de ellas derrotado. Por eso cada elecci¨®n es muy importante. Por eso a los m¨¢s nos conviene no pasar.
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