Franco, a?os cuarenta
Era de esperar que la exposici¨®n Contra el fascismo: Nueva York y la Guerra Civil espa?ola, organizada por la Biblioteca Tamimnet de la Universidad de Nueva York (propietaria de los archivos de la Brigada Lincoln), el Museo de la Ciudad de Nueva York y el Instituto Cervantes, levantara las cr¨ªticas que ha levantado entre los herederos de la extrema izquierda, hoy en las filas de la derecha. La muestra recrea en fotograf¨ªas, panfletos, objetos y textos, los a?os treinta, cuando Nueva York era "roja", Hitler, Mussolini y Franco iniciaban su ascenso al poder y en el City College ten¨ªan lugar acaloradas discusiones entre los estudiantes trotskistas y comunistas.
El encendido ataque de Ronald Radosh publicado en The New York Sun tiene, al menos, unas ra¨ªces biogr¨¢ficas. Radosh hab¨ªa idealizado a sus padres, comunistas destacados, a quienes los rusos alojaron en el elegante Hotel Lux cuando visitaron Mosc¨². Su t¨ªo, que hab¨ªa estudiado en la Escuela Lenin y hab¨ªa llegado a comisario de las Brigadas, morir¨ªa en el frente. Los ideales de Radosh se hicieron a?icos en los a?os setenta al enterarse de que Julius Rosenberg hab¨ªa ejercido de esp¨ªa para los rusos. Cuando public¨® este descubrimiento, sus amigos de la izquierda lo ridiculizaron. Entonces Radosh dio un viraje de 180 grados -Dios nos libre de los ide¨®logos maniqueos- y se apunt¨® a defender la vieja historia de que Franco salv¨® del comunismo al mundo libre y aquella otra de que si hubiera sobrevivido, la Rep¨²blica habr¨ªa terminado por convertirse en un Estado policial, en un sat¨¦lite de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Edward Rothstein segu¨ªa una l¨ªnea bastante similar en su art¨ªculo de The New York Times: "?Era la Espa?a de Franco un brazo de lo que se dio en llamar fascismo internacional?". Y ventil¨¢ndose de un plumazo setenta a?os de historia, afirma luego: "Espa?a permaneci¨® neutral durante la II Guerra Mundial, y Hitler rechaz¨® la ayuda que Franco le ofreci¨® a ¨²ltima hora. Adem¨¢s, la visi¨®n tir¨¢nica de Franco nunca lleg¨® a igualar los enloquecidos planes de Hitler ni las demoniacas iniciativas de Stalin, raz¨®n por la cual Espa?a pudo tener una transici¨®n tan f¨¢cil a la democracia tras la muerte de Franco". Rothstein selecciona cuidadosamente las citas de Orwell, a fin de dar la impresi¨®n de que no merec¨ªa la pena conservar aquella "delirante" Rep¨²blica.
Parad¨®jicamente, los pragm¨¢ticos funcionarios estadounidenses destinados a Espa?a durante los a?os cuarenta no hacen en sus libros este tipo de afirmaciones con respecto a la neutralidad de Franco, o a la posibilidad de que los comunistas se hubieran hecho con el poder de haber ganado la guerra el bando republicano.
Emmet John Hughes fue agregado de prensa de la embajada estadounidense en Madrid y trabaj¨® en la Agencia de Servicios Estrat¨¦gicos y de Informaci¨®n B¨¦lica entre 1942 y 1946. En su libro, Report from Spain (1947), ofrece unos detalles reveladores sobre la evoluci¨®n del aparato de propaganda del franquismo, desde su inicial belicosidad, alentada por los agentes de Goebbels que trabajaron en el interior del pa¨ªs, hasta la falsa neutralidad posterior a 1943, cuando ya parec¨ªa claro que Alemania perder¨ªa la guerra. Un comunicado t¨ªpico: "?Aviso importante! Todos los peri¨®dicos est¨¢n obligados a publicar tres editoriales sobre el acuerdo que acaban de firmar Gran Breta?a y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Los acuerdos a los que han llegado recientemente los representantes de los Estados democr¨¢ticos con los dirigentes bolcheviques constituyen un peligro de la m¨¢xima magnitud para toda Europa... Los gobiernos de Londres y Washington se ponen as¨ª al servicio de los bolcheviques para terminar con la cultura occidental...". Y Hughes observa: "Ni siquiera despu¨¦s de que terminara la II Guerra Mundial informaba la prensa franquista de los cr¨ªmenes nazis, y siempre describ¨ªa a los aliados cual fuerzas vengativas que estaban prolongando un conflicto sangriento cuando el mundo s¨®lo quer¨ªa la paz...".
Hughes era cat¨®lico practicante y le enfurec¨ªa que durante la "fase neutral" de Franco su aparato de propaganda reprodujera los art¨ªculos elogiosos para el dictador que publicaba The Tablet, un peri¨®dico cat¨®lico y derechista de Brooklyn de escasa tirada, mientras que censuraba todas las noticias y reportajes antifranquistas que aparec¨ªan en los grandes medios informativos estadounidenses.Hughes conduce al lector por los complicados vericuetos de la clandestinidad comunista, anarquista y socialista (hab¨ªa trabajado con ellos antes de la invasi¨®n del Norte de ?frica), as¨ª como entre las diferentes agrupaciones mon¨¢rquicas y falangistas. Los comunistas estaban bien organizados, pero hab¨ªa continuos trasvases entre falangistas y comunistas y siempre se corr¨ªa el riesgo de que se infiltraran agentes provocadores; los anarquistas eran numerosos, pero carec¨ªan de planes para poder formar parte de un gobierno en el futuro; los socialistas en la clandestinidad ten¨ªan poca fuerza, pero la demostrar¨ªan al salir a la luz. Hughes se?ala de pasada que a Franco le ven¨ªa bien esa m¨ªnima presencia comunista en el interior del pa¨ªs, que la tendencia era a detener m¨¢s socialistas y anarquistas que comunistas y que durante el pacto de sovi¨¦ticos y nazis, el dictador no tuvo ning¨²n reparo en continuar prestando apoyo a Alemania, ya que, como el propio Hughes observa, el ¨²nico "enemigo comunista" de Espa?a era Gran Breta?a.
Los agentes del Eje se beneficiaron de la colaboraci¨®n de la polic¨ªa espa?ola y de la Falange, de los importantes acuerdos econ¨®micos entre los dos pa¨ªses, de la influencia e injerencia de Espa?a en Latinoam¨¦rica, del sabotaje durante el ¨²ltimo a?o de la guerra de buques de guerra italianos proaliados, de la informaci¨®n sobre los movimientos de la marina aliada en Gibraltar y del establecimiento ilegal de un consulado alem¨¢n en T¨¢nger que sirvi¨® de centro estrat¨¦gico para los agentes nazis, adem¨¢s de la posterior canalizaci¨®n de fondos monetarios nazis a trav¨¦s de falsas empresas espa?olas, en donde no se les pod¨ªa seguir el rastro.
Si los alemanes hubieran estacionado tropas en los Pirineos y atravesado Espa?a durante la invasi¨®n norteafricana, nadie los hubiera detenido. "En la embajada se quemaron los archivos confidenciales.
Se almacen¨® gasolina en los s¨®tanos por si hab¨ªa que llegar a Gibraltar antes de que lo alcanzaran las fuerzas nazis que entraran por el norte. El temor era que los estrategas nazis decidieran hacer una ofensiva a trav¨¦s de Espa?a, se apostaran en Gibraltar y cortaran nuestras l¨ªneas de abastecimiento mar¨ªtimas, lo que les hubiera permitido atacar la retaguardia aliada en el Norte de ?frica". Pero d¨¢ndose ya por segura la derrota de los alemanes, en una Espa?a empobrecida y sin petr¨®leo, Franco se vio forzado a la "neutralidad". Masquerade in Spain (1948), de Charles Foltz, un corresponsal de Associated Press con ciertas simpat¨ªas por los anarquistas, ilustra el poder persistente de la oligarqu¨ªa en la Espa?a franquista, la verdadera situaci¨®n en las c¨¢rceles y los intentos del r¨¦gimen por ocultar estos hechos a los corresponsales extranjeros.
El embajador estadounidense Claude Bowers (My mission to Spain) hubo de enfrentarse al Departamento de Estado, a Joseph Kennedy, embajador en Londres, a Neville Chamberlain y a Bonnet, el embajador franc¨¦s, quien no tardar¨ªa en mantener amistosas charlas con Ribbentrop al respecto de qu¨¦ hacer con los jud¨ªos. Roosevelt se enfureci¨® cuando, el 29 de febrero, Inglaterra y Francia se apresuraron a reconocer sin ning¨²n tipo de condiciones al Gobierno de Franco. Bowers hab¨ªa exigido a cambio de este reconocimiento por parte del Gobierno estadounidense (el primero de abril) "un compromiso de que no habr¨ªa represalias, ejecuciones pol¨ªticas ni persecuciones... de que se pondr¨ªa en libertad a los republicanos encarcelados". No se cumpli¨® ninguna de estas condiciones, y cuando Bowers volvi¨® a Madrid para cerrar la embajada, se encontr¨® con que Franco hab¨ªa denegado el permiso de trabajo a los estadounidenses responsables de las oficinas en Espa?a de la International Telephone and Telegraph Company (ITT).
En 1961, Arthur P. Whitaker, en su documentado Spain and Defense of the West, ve¨ªa a Franco como un lastre anacr¨®nico y pudo referirse entonces con sus nombres y apellidos a ciertos miembros de la oposici¨®n antifranquista, un lujo que no pudieron permitirse aquellos primeros pragm¨¢ticos moralistas que nunca perdieron de vista lo que significaba vivir bajo una dictadura.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.