No matar¨¢s
La demolici¨®n cultural del continente europeo da lugar a cascotes de configuraci¨®n cada vez m¨¢s pintoresca. Algunos aparecen en el paisito y uno puede tropezarse con ellos en cualquier esquina, especialmente en las esquinas de los edificios p¨²blicos. Un ejemplo reciente: la Direcci¨®n de Derechos Humanos del Gobierno vasco ha elaborado una unidad did¨¢ctica de educaci¨®n para la paz bajo el t¨ªtulo Una sociedad que construye la paz, y ya se ha puesto en marcha, como experiencia piloto, en varios centros escolares.
Pero la iniciativa por la paz no ha resultado, al parecer, completamente pac¨ªfica. Se habla de tensiones entre la Direcci¨®n de Derechos Humanos y la Direcci¨®n de Atenci¨®n a las V¨ªctimas del Terrorismo. ?Es posible que haya discrepancias al educar para la paz? Puede haberlas, incluso puede haberlas en el diagn¨®stico de la situaci¨®n antecedente. "A los escolares la violencia pol¨ªtica les queda muy lejos", dijo Jon Landa, responsable del proyecto, pero resulta dif¨ªcil estar de acuerdo en eso: no hay m¨¢s que ver el odio que exudan algunos menores, de esos que se chutan diariamente las consignas de la izquierda radical.
La Direcci¨®n de Derechos Humanos, al presentar en rueda de prensa su iniciativa, ech¨® mano de la terminolog¨ªa habitual en estos casos. All¨ª asomaron expresiones como "impulsar la cultura de los derechos humanos", "enraizar las determinaciones ¨¦ticas", "no caer en la indoctrinaci¨®n ideol¨®gica", "desvelar la construcci¨®n del enemigo como mecanismo", "abordar las trasgresiones en clave positiva" y otras torceduras verbales. La frase m¨¢s di¨¢fana, sin embargo, qued¨® reservada para explicar la metodolog¨ªa empleada en el proceso. As¨ª, los responsables del proyecto dijeron afrontar "una reflexi¨®n sobre la base de dict¨¢menes universitarios que un¨¢nimemente coincid¨ªan en la necesidad de que el primer paso asentara una intervenci¨®n introductoria y cercana al mundo de los ni?os para que les sea comprensible la materia y pueda as¨ª contribuir a cambiar actitudes y precipitar compromisos". ?Comprensible la materia? ?De qu¨¦ estamos hablando? ?Tan complicado resulta decir a los menores que no hay que hacer da?o a los dem¨¢s? ?C¨®mo se transmit¨ªan las personas de bien ese principio cuando no hab¨ªa pol¨ªticos, ni unidades did¨¢cticas, ni experiencias piloto? A¨²n cruza mi mente aquel n¨ªtido y enorme imperativo que recib¨ª de ni?o: "No matar¨¢s". Dudo que los sofistas de la paz puedan obrar en ese campo con la misma convicci¨®n de hombres ejemplares que, hace ya tantos a?os, supieron explicarme aquello.
Hablando de ""No matar¨¢s", deber¨ªa eximirse de este nuevo cachivache docente a los ni?os que reciben educaci¨®n religiosa. La mera existencia de la religi¨®n irrita a muchas y muy sensibles conciencias, pero al menos convendr¨ªa reconocer en ella la posibilidad de ciertas econom¨ªas curriculares, siquiera sea en el compartido objetivo de construir personas de bien. Si la unidad did¨¢ctica del Gobierno pretende reprobar "el acoso, los robos, la xenofobia, el racismo" e incluso la "violencia pol¨ªtica", habr¨ªa que puntualizar que eso nos qued¨® muy claro a los que recibimos la exigente educaci¨®n moral que comporta el cristianismo. Y no porque, desde luego, tal educaci¨®n garantice el cumplimiento de una ¨¦tica para la paz, sino porque es imposible que cualquier otra pueda expresarlo con mayor radicalidad en los principios. Me temo que no hay ning¨²n bur¨®crata de ning¨²n gobierno que sea capaz de alcanzar en esto la ciega y cegadora convicci¨®n de unas monjitas.
A pesar de todo, la unidad did¨¢ctica Una sociedad que construye la paz se ha puesto en marcha y, lo que es peor, habr¨¢ lugar para decir que ha arrojado un resultado magn¨ªfico, lo haya arrojado o no. Una nueva avalancha de prosa inextricable dar¨¢ cuenta de ese pastillazo moral, de esa droga sustitutiva, de esa est¨²pida metadona del alma. Educar para la ciudadan¨ªa o para la paz o para el paralelep¨ªpedo son dilapidaciones del tiempo escolar, y s¨®lo certifican el nerviosismo, la insatisfacci¨®n y el profundo malestar de proyectos educativos moralmente raqu¨ªticos, que no s¨®lo no saben ad¨®nde van, lo cual es tr¨¢gico, sino que han renunciado a saber de d¨®nde vienen, lo cual es grotesco.
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