Antiguo y moderno concepto del rejoneo
Es conocido que el toreo ecuestre en la suerte del rej¨®n fue elevado a categor¨ªa excelsa por los caballeros espa?oles y portugueses en el siglo XVII. No lo es tanto que estos mismos personajes nobiliarios con id¨¦ntico af¨¢n con el que se midieron a los renuentes astados de aquella centuria, fueron capaces de concebir una teor¨ªa cient¨ªfica sobre el toreo a caballo esbozada a trav¨¦s de numerosos tratados ecuestres (20 entre 1616 y 1678) en los que dictaron reglas precisas para uso de aprendices y art¨ªfices, y gu¨ªa de aficionados. Escribieron con modestia por la dificultad de la apuesta, sin alimentar dudas al definir una disciplina basada en logros y certidumbres. As¨ª, Pedro J. C¨¢rdenas (1651) entiende que torear "es ciencia" y "arte que se adquiere con experiencia", donde no ser¨¢ "lo mismo torear con suerte, que torear con conocimiento".
Los tratadistas reivindicaron la monta a la jineta, desde finales del siglo XVI, porque aportaba al toreador m¨¢s acoplamiento y movilidad en el manejo del caballo. Versatilidad, en suma, en postura que les permit¨ªa explicar y practicar el rejoneo en lecciones que inauguraban un nuevo ideario taurino que les alejaba de tiempos pret¨¦ritos, cuando la suerte de la lanzada les preparaba para la guerra. Todo lo cual les instalaba en la modernidad de la est¨¦tica barroca con la que alcanzar¨ªan vitola de magn¨ªficos toreadores.
Se asumir¨¢ la creaci¨®n de un espect¨¢culo m¨¢s activo y entretenido, bajo la sucesiva colocaci¨®n de rejones a un mismo toro, que alargar¨ªa la lidia y retrasar¨ªa su muerte. J. Villasante (1659) dispone un toreo ligado y en c¨ªrculo plasmado por el caballero que volviese "a tomar postura para el segundo lance, y as¨ª los dem¨¢s". C¨¢rdenas aconseja mando, rotaci¨®n y cercan¨ªas sobre el toro "oblig¨¢ndole a dar una vuelta, y aun dos, estrech¨¢ndole". D. de Contreras (hacia 1661) repara en la colocaci¨®n de los lacayos e indica que "as¨ª como se rompa el primer rej¨®n pongan otro en la mano del caballero".
Las tandas, proyectadas en redondo, se suceder¨ªan emotivas y exitosas mientras el toreador prend¨ªa con proximidad los hierros: "Es cosa muy airosa ponerle los rejones uno sobre otro, de suerte que en el tercero se vuelva a hallar en el mismo sitio donde tom¨® la suerte primera" (Contreras). Dirigidos, a ser posible, "desde la nuca, hasta la cruz" donde "no puede matar al toro". Conseguido el agotamiento de la res se precipitaba su final, en hora donde cada rejoneador buscaba el lugar m¨¢s efectivo. En coyuntura ideal de toro bravo, su acometividad sumar¨ªa entrada a los situados en el hoyo de las agujas: "Tocando en las alas del coraz¨®n cae luego el bruto, y su fiereza dio logros de bizarro al ofensor, d¨¢ndole vida en la fama, cambi¨¢ndola para s¨ª de valiente con su muerte" (A. Gallo, 1653).
El nuevo rejoneo se prefigur¨® para que fuera arte y espect¨¢culo, girando sobre la burla del toro y la planificaci¨®n acertada del inicio de la suerte. Por eso, el caballero no ten¨ªa que vacilar en hacerla "a toro parado en medio de la plaza", que "es en la que m¨¢s se ostenta lo cient¨ªfico, as¨ª porque el toro est¨¢ m¨¢s sobre aviso, como porque el caballero hace la elecci¨®n". Y con empe?o de la opci¨®n verdadera del toreo frontal: "Todo el toreo se reduce a una forma de suerte, ¨¦sta es de cara a cara, enti¨¦ndase el asta derecha a la espaldilla derecha del caballo" (Villasante).
Entonces, trazada la l¨ªnea para ir de frente, y "siempre... ganando la cara al toro" (Gallo), entrar¨¢ el caballero en la reuni¨®n para quebrar el rej¨®n "hacia adelante" con "seguridad y fuerza" (G. de Tapia, 1643). Sin perder la perspectiva de "trocar lugar con el puesto del toro" (L. de Trexo, 1639), al tiempo que acomodaba el paso a su condici¨®n, "apresurando, o templando el caballo, conforme el toro embistiere" (Contreras). Medir¨ªa la salida en "distancia m¨¢s, o menos larga" (Trexo), para rematar tanda con "el asta del rej¨®n" que hab¨ªa quedado en su mano d¨¢ndole "palos en el hocico" (Contreras). Bello cierre que a?os m¨¢s tarde encontramos superado en N. R. Noveli (1726): "Siendo muy bien parecido salga a trancos el caballo y que el toro le vaya peinando la cola".
El toreo caballeresco alcanz¨® en el siglo XVII altas cotas t¨¦cnicas, en leal combate, con monta de caballos, muy alejada de la perfecci¨®n que hoy podemos disfrutar. Pero con planteamientos que recuerdan a los confeccionados por los actuales caballeros en su tarea de asentar una modalidad que vive renovados tiempos de gloria.
Jos¨¦ Campos Ca?izares es profesor en la Universidad Wenzao, Kaohsiung (Taiwan).
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