La guardia pretoriana de Bush
Los guardaespaldas mercenarios de Blackwater, quinto brazo militar de EE UU
Tanto en casa como en el extranjero operan tras unas bambalinas en las que no rige la legalidad vigente; los controlan herm¨¦ticos y siniestros se?ores que utilizan a personajes como Erik Prince, figura con estrechos lazos con la derecha radical cristiana. Pistoleros con el cartel de alquiler colgado, vestidos de uniforme negro y portando armas autom¨¢ticas como la M-4, capaz de disparar 900 balas por minuto, los hombres de la empresa de seguridad norteamericana Blackwater han realizado misiones como vigilar las calles de Nueva Orleans tras el hurac¨¢n Katrina y como guardar las espaldas al antiguo virrey de Estados Unidos en Bagdad, Paul Bremer.
Los mercenarios de Blackwater fueron protagonistas de un incidente tr¨¢gico en Irak que, en cierta forma, marc¨® un punto de no retorno en la guerra. El 31 de marzo de 2004, cuatro agentes de seguridad privados fueron asaltados, linchados, descuartizados y quemados por una turba enfurecida de iraqu¨ªes en el feudo sun¨ª de Faluya. Sus cuerpos calcinados fueron colgados de un puente sobre el ?ufrates. La carnicer¨ªa de respuesta perpetrada por las tropas norteamericanas ech¨® le?a al fuego de la resistencia iraqu¨ª, que a¨²n hoy aterroriza a la poblaci¨®n civil y los soldados de EE UU.
La empresa cuenta con una base militar y una flota de una veintena de aviones para sus misione
Backwater asegura que puede poner a 20.000 hombres sobre el terreno en pocos d¨ªas
Cuestionada en los tribunales, la empresa privada est¨¢ expuesta ahora al escrutinio p¨²blico a trav¨¦s de las p¨¢ginas de un libro, Blackwater. La aparici¨®n del m¨¢s poderoso ej¨¦rcito de mercenarios del mundo. Se trata de la biograf¨ªa no autorizada de una de las fuerzas m¨¢s poderosas y secretas, surgida bajo el complejo de la industria militar norteamericana. Jeremy Scahill disecciona la compa?¨ªa a lo largo de 378 p¨¢ginas, desde su nacimiento en 1996 para "responder anticipadamente a la necesidad del Gobierno de subcontrataci¨®n en defensa" hasta su despliegue secreto en Afganist¨¢n tras el 11-S. Luego lleg¨® el asalto de Faluya y la vigilancia de las ca¨®ticas calles de Nueva Orleans tras el Katrina. El relato finaliza en los despachos de Washington, donde se recibi¨® a los ejecutivos de Blackwater "como si fueran los nuevos h¨¦roes en la guerra contra el terror", seg¨²n el autor del libro.
Armada. Marina. Fuerza A¨¦rea. Marines. Y Blackwater. Erik Prince considera que su imperio es el quinto brazo militar de Estados Unidos. Pero no es un ej¨¦rcito regular. Es la m¨¢s poderosa milicia que ha conocido el mundo actual. La Administraci¨®n de George Bush le ha pagado por debajo de la mesa para operar en zonas internacionales de conflicto e incluso en suelo americano.
Hasta la sede de Naciones Unidas en Ginebra ha llegado el rumor de las balas mercenarias. Un comit¨¦ presidido por el espa?ol Jos¨¦ Luis G¨®mez del Prado ha emitido un informe en el que se asegura que, con la privatizaci¨®n de la guerra, "los contratistas privados o independientes" se han convertido en el primer producto de exportaci¨®n de algunos pa¨ªses industrializados a zonas de conflicto armado. Naciones Unidas muestra su preocupaci¨®n por las f¨®rmulas que han ingeniado estas empresas privadas de seguridad para formar aut¨¦nticas fuerzas de choque mercenarias al margen de las leyes, algo prohibido por la legislaci¨®n internacional, l¨¦ase Convenci¨®n contra la Utilizaci¨®n de Mercenarios, de 1989.
Blackwater es hoy una empresa con ingresos que se cifran en cientos de millones de d¨®lares anuales que proceden de contratos con el Pent¨¢gono, con los servicios de espionaje estadounidenses y de entrenar fuerzas policiales en cualquier punto del globo. La elitista guardia pretoriana, que Bush utiliza para ejecutar su "guerra global contra el terrorismo" cuenta con su propia base militar y una flota de una veintena de aviones, adem¨¢s de m¨¢s de 20.000 efectivos ready to go (listos para intervenir). Entre sus amigos est¨¢n el vicepresidente, Dick Cheney, y el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No hay que olvidar a Coffer Black, considerado por algunos el legendario jefe de operaciones clandestinas de la CIA y hoy vicepresidente de Blackwater.
"La Administraci¨®n define la compa?¨ªa como una revoluci¨®n en asuntos militares", explica Scahill, ganador de un Premio Polk y colaborador frecuente de la revista The Nation. "Otros observan a la empresa como una amenaza directa a la democracia americana". Los directivos de Blackwater se defienden de esta ¨²ltima acusaci¨®n y se enorgullecen de portar la etiqueta de mercenarios.
Un ahorro que cost¨® cuatro vidas
LAS FAMILIAS de los cuatro civiles linchados en Irak han llevado a Backwater ante los tribunales de Carolina del Norte, sede de la empresa, por haber sustra¨ªdo recursos a la hora de garantizar la seguridad de sus seres queridos. En otras palabras, argumentan: si esas personas hubieran viajado en un veh¨ªculo blindado, hoy estar¨ªan vivas. Sin embargo, seg¨²n Mark Miles, abogado que representa a los familiares, Blackwater decidi¨® ahorrarse 1,5 millones de d¨®lares y no comprar los necesarios coches blindados. "Si les hubieran dado los veh¨ªculos apropiados, habr¨ªa sido imposible que un grupo de insurgentes con armas de mano les disparase a bocajarro", explica Miles.Blackwater, empresa de seguridad que hoy participa y se beneficia de la guerra en Irak, asegura que puede poner sobre el terreno en cuesti¨®n de d¨ªas a 20.000 hombres, el equivalente a una divisi¨®n de un ej¨¦rcito convencional. Todo ello con el abierto apoyo y simpat¨ªa de pol¨ªticos del Congreso de Estados Unidos como Duncan Hunter y Dana Rohrabacher, rabiosos representantes de la derecha m¨¢s radical.Entre los integrantes de este ej¨¦rcito de mercenarios se encuentran veteranos militares norteamericanos y soldados de Chile, El Salvador, Honduras y Colombia que ya han dejado de ser ¨²tiles en sus pa¨ªses de origen y venden sus servicios al mejor postor.
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