Qu¨¦ mafioso metaf¨®rico prefiere usted
Dentro de una semana se celebran elecciones municipales y auton¨®micas en la mayor parte de Espa?a, y hay que reconocer que esa consulta popular se ha convertido en la m¨¢s peliaguda y embarazosa –por no llamarla la m¨¢s apestosa– de cuantas se nos hacen a los ciudadanos. Nueve meses atr¨¢s publiqu¨¦ aqu¨ª un art¨ªculo titulado "Los villanos de la naci¨®n", en el que se?alaba que para el hombre vulgar, y yo lo soy a muchos efectos, los alcaldes, los presidentes y consejeros auton¨®micos, los promotores inmobiliarios, los constructores y los empresarios de obras p¨²blicas hab¨ªan pasado a ser eso, la hez, la escoria, los contaminadores, depredadores y destructores del pa¨ªs, los villanos de la naci¨®n. La gente a la que (en t¨¦rminos generales, excepciones alguna habr¨¢) no se puede estrechar la mano por temor a manch¨¢rsela, y junto a la que un individuo decente nunca debe aparecer si desea conservar su dignidad y su reputaci¨®n.
Y ahora se nos convoca a las urnas para que elijamos a los nuevos alcaldes, concejales, presidentes y consejeros auton¨®micos, lo cual, tal como est¨¢n las cosas, supone elegir tambi¨¦n a los nuevos promotores, constructores y empresarios que van a sacar tajada en los pr¨®ximos cuatro a?os y a destrozar nuestras ciudades y paisajes y costas, si es que de estas ¨²ltimas queda alguna por arruinar. Esto es, se nos pide, hasta cierto punto metaf¨®rico, que elijamos qu¨¦ mafiosos o mangantes preferimos que nos exploten y esquilmen. Convendr¨¢n conmigo en que la elecci¨®n se las trae y resulta de lo m¨¢s disuasoria. Mucha gente se sentir¨ªa tentada a no participar en la farsa, a abstenerse o votar en blanco. Y sin embargo, pese a todo, eso es lo ¨²ltimo que se debe hacer, porque tal opci¨®n resultar¨ªa eficaz si la siguiera la casi totalidad de los votantes, pero como eso nunca sucede ni va a suceder, nos encontrar¨ªamos, simplemente, con que otros deciden por nosotros. Tengan por seguro que quienes s¨ª van a votar son todos los interesados en los negocios, incluidos los alcaldes, concejales, consejeros, constructores y promotores. La ¨²nica manera de frenarlos es tomar parte y optar por quienes nos parezcan un poquito menos malos o deshonestos, o, si no notamos diferencia entre los candidatos, por quienes m¨¢s horripilen a los mencionados alcaldes y constructores, por los que a ellos les revienten m¨¢s. (Y, en todo caso, nunca por quienes ya est¨¦n acusados de corrupci¨®n y bajo sospecha).
Pero la trayectoria reciente de esc¨¢ndalos, sobornos, comisiones, abusos, vandalismo urban¨ªstico y ladrillazos de una gran parte de los pol¨ªticos locales no es el ¨²nico inconveniente. La percepci¨®n que cada vez tenemos m¨¢s ciudadanos es de que, tal como est¨¢n distribuidas ahora las competencias, los alcaldes y presidentes auton¨®micos tienen las manos demasiado libres y act¨²an sin ning¨²n control, por mucho que existan "federaciones" regionales y un te¨®rico poder estatal. La impresi¨®n general en nuestras ciudades y pueblos es de que, por lo regular, y por mucha oposici¨®n c¨ªvica que se d¨¦ a ciertos proyectos o modificaciones da?inos y disparatados, el alcalde megal¨®mano de turno siempre acabar¨¢ por llevarse el gato al agua y cometer su atrocidad. Y de que las poblaciones son cada vez menos para sus habitantes, sino que son tomadas como permanentes escenarios para espect¨¢culos tur¨ªsticos a los que, por mucha gente que acuda, siempre ser¨¢ una m¨ªnima parte comparada con la totalidad, que debe aguantar que un d¨ªa se le impida transitar porque hay una marat¨®n, otro porque es el d¨ªa de la bici, o porque hay procesiones, o un desfile, o porque se aspira a que la ciudad sea ol¨ªmpica, o a que albergue no s¨¦ qu¨¦ Expo, o el Mundial de Vela, o porque se celebra –como he visto en Madrid– un partido de f¨²tbol ?en la Plaza Mayor! o un desfile de modelos ?en el Retiro!, que de paso obliga a talar un mont¨®n de ¨¢rboles de ese ya viejo parque camino de su destrucci¨®n.
Se tiene la sensaci¨®n de que unos individuos transitorios, elegidos para solventar durante cuatro a?os los problemas de cada lugar, se creen autorizados a transformar de arriba abajo esos lugares, las m¨¢s de las veces irreversible, irreparable y catastr¨®ficamente. ?No es este un desmedido poder? La gente suele estar contenta con sus ciudades, o por lo menos acostumbrada. Les desea mejoras, y reparaciones donde hagan falta, y adecentamiento, pero no mucho m¨¢s. Lo que desde luego no quiere es que se las hagan irreconocibles –Recoletos-Prado desarbolado, por ejemplo–, y menos a¨²n padecer, todos los d¨ªas del a?o, las infinitas obras innecesarias con que nos torturan nuestros alcaldes, casi siempre para peor. ?Qu¨¦ votar? Yo no lo s¨¦, sobre todo tras la grotesca carrera que en mi ciudad nos han brindado hace unas semanas la Ministra de Fomento ?lvarez y los candidatos Simancas y Sebasti¨¢n, en un equipo, y la Presidenta Aguirre y el alcalde Gallard¨®n, en el otro, para inaugurar dos d¨ªas seguidos una estaci¨®n de metro en la abominable T-4 de Barajas. Disput¨¢ndose el m¨¦rito de la obra y de su financiaci¨®n, cuando quienes han corrido con el gasto, en cualquier caso, han sido los ciudadanos horrorizados ante la papeleta que el domingo que viene nos toca depositar con asco. M¨¢s vale que lo hagan, aun as¨ª.
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