Argelia se mira en Buteflika
La delicada salud del presidente inquieta m¨¢s a los argelinos que la elecci¨®n de un Parlamento que no resuelve sus problemas
"Mira el SMS que me ha enviado un amigo desde Par¨ªs", se jacta el joven encorbatado mientras ense?a el m¨®vil a su compa?ero de mesa. La escena se desarrolla en un discreto bar de la capital argelina, en el que algunos ejecutivos del incipiente sector privado se detienen a tomar unas cervezas despu¨¦s del trabajo.
En el breve mensaje se asegura que el presidente Abdelaziz Buteflika, de 70 a?os, est¨¢ de nuevo en Par¨ªs para seguir un tratamiento m¨¦dico. "Tu amigo no se entera", responde con una mueca de escepticismo otro cliente del establecimiento al joven del m¨®vil. "Butef", como llaman cari?osamente los argelinos a su jefe de Estado, "ya no va al m¨¦dico en Francia, sino en Suiza".
En el sistema pol¨ªtico argelino, el presidente concentra buena parte de los poderes
El Gobierno y los partidos no recogen los anhelos de los 34 millones de argelinos
La escena del bar, que tuvo lugar d¨ªas antes de las elecciones legislativas del jueves, ilustra hasta qu¨¦ punto la salud de su poderoso presidente interesaba m¨¢s a los argelinos que la cita con las urnas. Toda Argelia escruta cada gesto de Buteflika en la televisi¨®n cuando se le ve de visita, esta semana, en la ciudad de Annaba o cuando acude a votar. Es as¨ª desde que, en diciembre de 2005, el presidente regres¨® de Par¨ªs donde un mes antes fue operado con urgencia, en el hospital militar de Val de Gr?ce, de una ¨²lcera hemorr¨¢gica. Tras su convalecencia dio la impresi¨®n de mantener un ritmo casi normal de trabajo, pero ya no es as¨ª pese a que su primer ministro, Abdelaziz Beljadem, insiste en que "Buteflika desarrolla normalmente su actividad".
Los hechos demuestran lo contrario. Esta semana presidi¨® su primer Consejo de Ministros desde hace tres meses. Antes convocaba uno cada dos semanas. Pese a su pasi¨®n por discutir de la pol¨ªtica internacional, no recibi¨® al ministro de Asuntos Exteriores italiano, Massimo d'Alema, cuando, a principios de mes, visit¨® Argel.
A veces la prensa deja entrever su inquietud por sus ausencias. "Desde hace m¨¢s de una semana la televisi¨®n no ha mostrado ninguna imagen suya para acallar los rumores de una reca¨ªda", se?alaba en marzo el diario La Voix de l'Oranie. En otras ocasiones celebra, en cambio, que "el jefe del Estado haya reaccionado" con un viaje a Annaba, "para demostrar la inanidad de las especulaciones sobre su estado de salud y silenciar los rumores sobre una elecci¨®n presidencial anticipada", escrib¨ªa, el jueves, Le Quotidien d'Oran.
En el sistema pol¨ªtico argelino, el presidente concentra buena parte de los poderes mientras que la Asamblea Nacional Popular es una mera c¨¢mara de aprobaci¨®n de leyes sin apenas debates. ?ste es, entre otros muchos, uno de los factores que explica el colosal abstencionismo (64,35% de media nacional y 82% en Argel) de los 19 millones de argelinos con derecho a voto en las legislativas.
A los que boicotearon las urnas, hay que a?adir aquellos (14,38% de los votantes) que depositaron 962.000 papeletas blancas o nulas, casi tan numerosas como los sufragios obtenidos por el segundo y tercer partidos del pa¨ªs juntos. El resultado es un r¨¦cord hist¨®rico en Argelia y probablemente m¨¢s all¨¢ de sus fronteras.
"Ni siquiera los dispositivos administrativos opacos ni las cifras oficiales relucientes logran ya embellecer los resultados (...) y disimular la marea de fondo abstencionista que continua su progresi¨®n", recalcaba ayer el rotativo El Watan. "Este sistema est¨¢ en crisis", a?ad¨ªa Le Quotidien d'Oran. "Dudo que haya asimilado el mensaje porque persiste en buscar justificaciones para su fracaso", escrib¨ªa Al¨ª Djerri, director de El Khabar, el primer diario argelino.
El mensaje de las urnas no parece a¨²n captado. El titular de Interior, Nuredin Zerhuni, se esforz¨® de nuevo ayer, en la emisora Cha?ne III, en equiparar el abstencionismo en Argelia con el alcanzado en otras consultas en EE UU y en Italia. Horas antes, Beljadem, que adem¨¢s de ser jefe de Gobierno dirige el Frente de Liberaci¨®n Nacional, tampoco extrajo consecuencias del batacazo, pese a que su partido perdi¨® un tercio de sus esca?os.
Su prioridad consiste ahora, explic¨® Beljadem, en modificar la Constituci¨®n para reforzar a¨²n m¨¢s el poder presidencial. El declive de la salud de Buteflika, al que los generales auparon al poder hace ocho a?os, le ha incitado a renunciar a enmendarla para disfrutar de un tercer mandato, m¨¢s all¨¢ de 2009, cuando expire el actual. Ahora se trata m¨¢s bien de crear un puesto de vicepresidente, designado por el jefe del Estado sin refrendo en las urnas, que secundar¨¢ a un presidente mermado por la enfermedad y, si es necesario, le sustituir¨¢.
La reforma constitucional est¨¢ tan alejada de las preocupaciones de los argelinos como las recientes elecciones. A falta de Gobierno y de partidos que recojan sus anhelos de mejora, buena parte de los 34 millones de argelinos buscan otros cauces para expresar sus reivindicaciones. Los m¨¢s concienciados luchan, por ejemplo, por crear sindicatos aut¨®nomos, un fen¨®meno en aumento pese a la losa del sindicalismo oficial.
Otros muchos se manifiestan con cualquier pretexto, como las deficiencias del transporte urbano o la carencia de agua corriente. Con 3.415 disturbios callejeros contabilizados oficialmente en 2006 y 7.526 detenidos, Argelia ostenta otro r¨¦cord, adem¨¢s del del abstencionismo.
Por ¨²ltimo, la emigraci¨®n, incluso la clandestina, est¨¢ en auge. No es masiva, pero es un goteo constante de sin papeles que zarpan desde Annaba hacia Italia, desde las costas de Or¨¢n hacia Murcia y Almer¨ªa y ahora incluso desde Bumerdes, al lado de Argel, hacia Mallorca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.