Con el tedio a cuestas
Dice Fernando en letra impresa que los pol¨ªticos le aburren, aunque ¨¦l acudir¨¢ a las urnas porque considera el acudir a las mismas como un deber ciudadano. El muchachote, moreno de pelo prieto, ronda los veinte y pico, y no anda demasiado equivocado. Le gusta disfrutar de su tiempo libre y desear¨ªa que los responsables de la cosa p¨²blica, sean quienes sean los elegidos el pr¨®ximo domingo, no restringieran las zonas de ocio. Cabe suponer que el joven utiliza el t¨¦rmino aburrir no en el sentido de molestar, fastidiar, aborrecer que tienen demasiada carga negativa, sino en aquel otro que hace referencia a la falta de est¨ªmulos y al tedio; cabe, por otro lado, alabar la entereza de Fernando y su rectitud c¨ªvica, alejada del absentismo poco c¨ªvico: el chico ejercer¨¢ un derecho ciudadano que se les neg¨® durante largos lustros a quienes hoy peinan canas o calvas. Y no es una cuesti¨®n trivial o balad¨ª, porque la mayor o menor participaci¨®n de la gente joven en unos comicios puede decantar los resultados hacia un lado o hacia otro del espectro pol¨ªtico. La participaci¨®n de los j¨®venes, muy por encima de lo habitual, en la ¨²ltima convocatoria electoral para elegir a los diputados en las Cortes Generales, fue decisiva para que se produjese un cambio de gobierno en Madrid. La presencia de caras nueva y sin arrugas, a lo largo de la ¨²ltima jornada electoral, fue la premonici¨®n de los resultados electorales que se conocieron al atardecer. Fue una constataci¨®n a pie de mesa electoral, por ejemplo, en la capital de La Plana; una ciudad sociol¨®gica y moderadamente escorada a la derecha, donde ganaron los votos socialdem¨®cratas y antibelicistas de Rodr¨ªguez Zapatero, cuando encuestas y sondeos ven¨ªan a decirnos todo lo contrario. Pero en la tediosa campa?a electoral de estos d¨ªas parece como si griegos y troyanos se hayan olvidado del aburrimiento de Fernando.
Y sin duda aburren. Aburren con promesas que, aun cuando sean sinceras, suenan a hueco en campa?a electoral. Sin ir m¨¢s lejos, sabe el vecindario sobradamente que la est¨¦tica urbana de la derecha local en Castell¨®n, y en tantos otros rincones del Pa¨ªs Valenciano, gira en torno a la trilog¨ªa cemento, ladrillo y asfalto. Llega en estas una cara relativamente nueva en pol¨ªtica, el poeta y ahora bienintencionado candidato socialdem¨®crata a la alcald¨ªa Juan Mar¨ªa Calles, y propone convertir el espacio que ahora ocupa el aeroclub en el maltratado humedal castellonense en zona verde y de esparcimiento, de ocio que dir¨ªa Fernando. Esos espacios los tiene previstos el PP conservador para la construcci¨®n de Dios sabe qu¨¦ ciudades de lenguas y dialectos, que han costado ya al erario p¨²blico miles de euros, y de cuya existencia y realidad tienen conocimiento quienes perciben por el invento sustanciosos sueldos, como el modoso ex alcalde Jos¨¦ Lu¨ªs Gimeno. No es mala idea la propuesta del candidato socialdem¨®crata Calles, porque de lenguas y dialectos ya se ocupan los fil¨®logos o el Instituto Cervantes. Pues bien, como la propuesta o promesa del socialdem¨®crata es verde y suena m¨¢s que racional, aparece el heredero designado de Jos¨¦ Lu¨ªs Gimeno, y actual alcalde de Castell¨®n, y promete buenamente que plantar¨¢ 10.000 ¨¢rboles en la ciudad. No sabemos d¨®nde, aunque sabemos que el paraje del Mol¨ª de la Font, a pesar de las promesas de anta?o, es s¨®lo un proyecto, y los conservadores del PP llevan ya 16 a?os rigiendo la municipalidad. Y es apenas una muestra de la ecuaci¨®n promesas igual a aburrimiento, que no le impide a Fernando acudir a las urnas.
A quienes no somos Fernando, y tambi¨¦n acudiremos a las urnas, la campa?a tambi¨¦n nos resulta tediosa, pero nos aburre -en el sentido de aborrecer o fastidiar- la presencia en la vida p¨²blica de alg¨²n personaje del siglo XIX que se enriquece, de forma legal o ilegal o alegal, en el siglo XXI; que est¨¢ imputado y aparece en las listas conservadoras locales de Castell¨®n. Nos fastidian los chanchullos interesados en los censos de algunas localidades provinciales porque es un atentado al sistema democr¨¢tico; atentado que tiene la vista puesta en la provincial Diputaci¨®n. Y nos aburre y fastidia el servilismo de un sector nada desde?able del PP hacia su jefe de filas provincial, cada vez que aparece el tema. Al cabo, con el t¨¦rmino servilismo apodaban los liberales del primer tercio del siglo XIX el comportamiento de quienes entonces, no ahora, prefer¨ªan la monarqu¨ªa absoluta.
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