H¨¦roes bajo la lluvia
El torero franc¨¦s Sebasti¨¢n Castella se merec¨ªa un ol¨¦ cuando termin¨® el paseo. Como no es costumbre darlos en tales ocasiones -alguna ovaci¨®n a veces- aprovechamos para d¨¢rselo desde aqu¨ª. ?Por qu¨¦? ?Por su pasada Puerta Grande, su actuaci¨®n en Sevilla? Ni por una faena en concreto ni por su toreo en abstracto. Sebasti¨¢n se merec¨ªa un ol¨¦ porque es m¨¢ximo responsable en la devoluci¨®n del ardor a las fiestas de toros. Escribe Rafael Alberti sobre el temerario Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, muerto por asta de toros en Manzanares: "Joselito y Belmonte pod¨ªan imponer la sabidur¨ªa de su arte, pero Ignacio era quien levantaba el coraz¨®n de las plazas". El joven Castella, en heroica labor, de entrega total en cualquier espacio y tiempo, ha resucitado, en a?os de vacilaci¨®n taur¨®maca, la lucha y la pasi¨®n por los triunfos, ha restablecido la competencia del valor y el buen hacer, ha desperezado veteranos, espoleado j¨®venes e incitado a reci¨¦n llegados. Todos han entrado a la disputa del fest¨ªn del toreo. No ha sido su toreo -que tambi¨¦n-, ha sido su actitud. Como Ignacio, ha vuelto a levantar el coraz¨®n de las plazas. Ol¨¦.
Puerto de San Lorenzo / Bautista, Castella, Posada
Toros del Puerto de San Lorenzo y 5? de La Ventana del Puerto. 3 sobreros: 1? de La Palmosilla, 2? de Juan Valenzuela, 3? de Martelilla. Flojos y sosos en general. Noble el 3?, vali¨® el 4?, y 5? y 6? con genio y brusquedad. Juan Bautista: estocada baja (silencio); pinchazo, estocada y un descabello (oreja). Sebasti¨¢n Castella: dos pinchazos, estocada -aviso- (palmas); estocada, cuatro descabellos -aviso- (oreja). Santiago Ambel Posada: pinchazo y ca¨ªda (silencio); bajonazo (silencio). Plaza de Las Ventas, 22 de mayo. Corrida de la Prensa. Lleno. Asisti¨® su majestad el Rey.
Juan Bautista tore¨® con desmayo a la ver¨®nica al segundo, pidi¨® el toro desde el suelo que lo retiraran, y as¨ª se hizo. Igual ocurri¨® con el sobrero. El tercero que le sali¨®, un manso de Martelilla, contribu¨ªa a la limpieza de corrales. La plaza se hab¨ªa cargado de electricidad y aullaba a lo m¨ªnimo, as¨ª que, cuando fue a por el picador de reserva, la ortodoxia se arrancaba barbas y rasgaba ropas. El franc¨¦s traz¨® naturales sin respuesta a un toro desidioso en la embestida. Su segundo sali¨® entre dos nubarrones m¨¢s negros que los toros que acercaban la hora a la noche. Un vendaval anunci¨® la llegada del tsunami y, entre monzones toledanos, hubo desfile de p¨²blico, mientras los banderilleros hac¨ªan su labor. En tal situaci¨®n extrema, JB empez¨® a torear sin inmutarse y los ol¨¦s coreaban su muleta, el cuerpo erguido y sereno, lenta, sin falsedades, plena de empaque y torer¨ªa entre r¨¢fagas de agua. Cuando pinch¨®, tron¨® Zeus, y el diestro respondi¨® con una gran estocada.
Retuvo Castella su primero con dos delantales largos en el centro que pusieron ajuste fino al dial de las voces. Hab¨ªan echado ya tres toros a sus compa?eros y, cuando perdi¨® las manos, temimos lo peor: "Que ha dicho el Rey que no devuelvan m¨¢s", sali¨® una voz de un chubasquero azul. Y el presidente lo oy¨®, porque sac¨® el pa?uelo blanco. Incluso en aras de la celeridad cambi¨®, en banderillas, tras un buen par de Curro Molina, sin esperar el tercero. Lanz¨® el galo la montera al Rey y se fue al centro entre un mar de aplausos, concentrado, a recibirlo al galope con dos espaldinas y una trincherilla como rabo de lagartija. Flojeaba, le dio distancia, que respirase, y lo embarc¨® en una serie que era una promesa. Silencio. Pero el toro empez¨® a arrodillarse -protestas- y Castella abandon¨® entre los cuernos.
Como ya se hab¨ªa producido el Apocalipsis, reinaba una serena alegr¨ªa entre la afici¨®n cuando sali¨® el quinto. Incluso hubo optimistas que aprovecharon para bajar de la fila 18 a la 16. Brind¨® Castella entre el alborozo de los cabales y, como suele, lo sac¨® al platillo. All¨ª en el barro, muy cerca, a los primeros muletazos el toro lo busc¨® y lo volte¨® en dos tiempos como a un mu?eco roto. No se arredr¨® un segundo, pidi¨® otra muleta y sigui¨® aguantando las tarascadas del bicho, que miraba, se volv¨ªa y buscaba al h¨¦roe de oro sin descanso. Cuando le dio un natural, son¨® el ol¨¦ m¨¢s emotivo de la noche. Y as¨ª siguieron los pases mientras ca¨ªan rayos del cielo emocionados. Y se oy¨® gritar ?to-re-ro! por primera vez en la feria, mientras la muleta embarrada hac¨ªa pasar al toro. La estocada confirm¨® su condici¨®n hom¨¦rica, pero cuatro descabellos dejaron llorando la Puerta Grande.
Ambel Posada no tuvo suerte. Tiene cara de torero y maneras de torero. Al de su confirmaci¨®n lo llev¨® lento y con sabor, le evit¨® quedadas y alg¨²n tornillazo como corresponde a los flojos. El ¨²ltimo corri¨® por el estero de Las Ventas, donde el Rey, que aguant¨® como tal, recibi¨® el brindis. El toro mir¨®, salt¨® y amag¨®. Posada, con las maneras ya mostradas, aguant¨® con torer¨ªa y valor las b¨²squedas del toro entre el aguacero.
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