Lunes de catal¨¢n
Mirella fija la mirada en ese puntito que le parece tan curioso. Nunca hab¨ªa visto un punto entre dos letras y colocado justo en medio, ni siquiera abajo como el punto final o arriba como un acento.
-Se llama ela geminada, le explica el profesor.
-Ela ?qu¨¦?, pregunta Mirella.
-Geminada, aclara nuevamente el maestro.
La lectura contin¨²a con la vida de Pau Casals, el famoso m¨²sico que es evocado en las clases de catal¨¢n en el Centro C¨ªvico Drassanes, donde Mirella asiste cada lunes. Los cursos son gratuitos y por eso se anim¨® a inscribirse, pues ella y su madre, originarias de Rep¨²blica Dominicana emigraron a Barcelona para probar fortuna. As¨ª que, aprender la lengua es una de sus prioridades antes de entrar al colegio y no sentirse relegada por sus compa?eros. Poco a poco, comprende mejor el significado de las frases, pero a¨²n se sonroja cuando le ofrecen leer un p¨¢rrafo y aprieta los labios esperando que el profesor le d¨¦ el turno a otro compa?ero.
"En Pau, com en la seva etapa de Barcelona, continuava sent un noi solitari, que no es relacionava amb joves de la seva edat", lee Mirella con voz titubeante. Se le graba esa palabra, que describe tambi¨¦n la sensaci¨®n que experimenta desde que lleg¨® a Barcelona y, quiz¨¢ por ello, le entusiasma aprender catal¨¢n para convivir, aunque sea durante una hora, con gente de muchas culturas: italianos, paquistan¨ªes, chinos, bolivianos, ecuatorianos, colombianos, marroqu¨ªes, indios, suizos e ingleses, entre otras nacionalidades.
Ah¨ª est¨¢ Mauricio, de Brasil, que se dio de baja de su doctorado por encontrarlo de un nivel acad¨¦mico mediocre. ?Regresar a su pa¨ªs? Ni de broma. ?Con esa fiesta de despedida que le hab¨ªan organizado sus amigos! As¨ª pues, opt¨® por aprender catal¨¢n y hoy tiene una raz¨®n para levantarse temprano cada lunes, despu¨¦s de la resaca del domingo.
-"Quan va comen?ar la Primera Guerra Mundial, el 1914, Casals es va refugiar als Estats Units", secunda un joven italiano con ese acento tan caracter¨ªstico de su pa¨ªs. Despu¨¦s seguir¨¢ la chilena y m¨¢s tarde la venezolana. Estudiantes latinoamericanas que despu¨¦s de haber terminado sus respectivos posgrados decidieron quedarse a vivir temporalmente en el pa¨ªs, no por necesidad econ¨®mica, sino por experiencia de vida.
Susan, su compa?era suiza, le comenta que aprende el idioma "para sentirse m¨¢s integrada", y cuenta que el catal¨¢n es semejante al retorromano, una de las lenguas que se hablan en su pa¨ªs, y le explica a la joven dominicana que el alem¨¢n que se habla en Suiza no es comprendido por los suizos que viven en la parte francesa o italiana y tampoco por los alemanes.
Mirella se sorprende con la explicaci¨®n de su compa?era y le parecen muy complicadas las diferencias idiom¨¢ticas que existen dentro de los pa¨ªses europeos, porque ella entiende el castellano que se habla desde el R¨ªo Bravo hasta la Tierra de Fuego.
"La mare cosia roba per a guanyar diners, i en Pau tocava el violoncel en un teatre d'operetes", recita Jos¨¦, un gallego jubilado que despu¨¦s de 43 a?os de vivir en Catalu?a decidi¨® "vencer el miedo y la pereza para comenzar a aprender catal¨¢n". Cuando lee la lecci¨®n, ninguno de sus compa?eros extranjeros puede advertir que no es oriundo de Catalu?a: "Vos habl¨¢s muy bien la lengua, ?qu¨¦ hac¨¦s aqu¨ª?", le pregunta una chica argentina. Jos¨¦ se quita las gafas y le cuenta su historia, cuando emigr¨® con su familia a Catalu?a y que nunca recibi¨® una educaci¨®n formal; "por ello", explica, "nunca pude aprender bien el idioma y en mi trabajo y en la vida cotidiana hablo mal el catal¨¢n, siempre con fallos, falta de vocabulario y me cuesta escribirlo".
Como Jos¨¦, otras personas de diferentes regiones de Espa?a aprovechan la jubilaci¨®n para emprender esta peque?a gran aventura, no s¨®lo por llenar esas largas jornadas sin ocupaci¨®n, sino por un verdadero inter¨¦s de concluir una tarea por a?os postergada. ?se es tambi¨¦n el caso de Carlos, un hombre de 56 a?os nacido en Barcelona y cuya familia originaria de Santander siempre le habl¨® en castellano:
"?ramos siete hermanos y si com¨ªamos dos veces al d¨ªa era mucho. No fui a la escuela porque tuve que vender pan y peri¨®dicos para llevar dinero a mi casa. Hasta los 14 a?os aprend¨ª a escribir y siempre he sido autodidacta. Por eso estoy aqu¨ª, porque me da verg¨¹enza que a mi edad y a pesar de haber nacido en Barcelona no sepa hablar bien el catal¨¢n", explica mientras da la vuelta a la p¨¢gina en busca del p¨¢rrafo que le toca leer:
"El seu amic Enric Granados, un compositor catal¨¤ molt reconegut, va morir, juntament amb la seva dona, quan viatjaven en un vaixell que va ser enfonsat per un submar¨ª alemany".
Mirella escucha con atenci¨®n el nombre: Enric Granados. Antes no le remit¨ªa a nada, excepto a la calle donde se encuentra el edificio de la polic¨ªa, al que acude cada a?o por la renovaci¨®n de su tarjeta de residencia. "?Qui¨¦n iba a pensar que se trataba de un m¨²sico famoso y que iba a morir as¨ª!", susurr¨®. Trat¨® de recordar si alguna vez hab¨ªa pasado por la calle de Pau Casals, pero no le sonaba familiar; entonces pens¨® en todo lo que a¨²n le queda por conocer de ¨¦sta su nueva ciudad, su nueva vida.
"En Pau necessitava estar sol... i havia de mirar pel seu futur sense pensar cont¨ªnuament a guanyar diners per a mantenir els seus germanets".
Mirella piensa en sus hermanos, a los que a¨²n debe mandar dinero, pero tambi¨¦n se reconoce construyendo su propio futuro. Toma un l¨¢piz y subraya las palabras que no entiende. Le da verg¨¹enza preguntar al profesor, pero las buscar¨¢ por Internet cuando llegue a casa. Cierra su libro e intercambia miradas risue?as con sus compa?eras; quiz¨¢ una nueva amistad surja tambi¨¦n de esos lunes de catal¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.