Algo habr¨¢ hecho
Hace unas semanas el nombre de Fernando Savater apareci¨® entre los amenazados por ETA. D¨ªas m¨¢s tarde, nos enteramos de que unos etarras detenidos ten¨ªan instrucciones para atentar contra los miembros del PP y de no hacerlo contra miembros del resto de los partidos, salvo algunos militantes del PSOE que discrepan de la l¨ªnea oficial. La reacci¨®n inmediata de muchas personas fue la de expresar su solidaridad. Este mismo peri¨®dico se llen¨® de cartas al director mostrando su apoyo a la persona que, en muchas cosas, nos invit¨® a pensar limpiamente.
Buena cosa. Hace unos cuantos a?os, los asesinatos o las listas de amenazados se sellaban con aquella justiciera apostilla de "algo habr¨¢n hecho". No est¨¢ de m¨¢s recordar los supuestos morales impl¨ªcitos en el retint¨ªn: ETA administraba justicia; algo peor: era infalible. Para quienes crean que esa historia es antigua les convendr¨¢ saber que todav¨ªa resuenan en boca de un entrevistado, en tiempo presente, en un reportaje reciente de TV3 sobre Terra Lliure: "En un determinado momento las cosas se tienen que parar y, por tanto, hac¨ªa falta un cierto nivel de violencia respecto a esa gente".
Aunque con el tiempo la apostilla se abandon¨®, hay un hilo que conduce desde aquel "algo habr¨¢n hecho" hasta una extendida cr¨ªtica a los que se descalifica como "provocadores". Un hilo que se prolonga en la justificaci¨®n de bastantes dejaciones de sus obligaciones por parte de las autoridades porque "no hay que provocar o dar excusas a los radicales". Que las expresiones son vecinas lo ilustra su impecable sustituibilidad como delirante disculpa de las agresiones sexuales: "algo habr¨¢n hecho ellas" funciona sin p¨¦rdida de informaci¨®n como "es que van provocando".
El ejemplo nos recuerda algo m¨¢s. Si nos repugna la disculpa es porque no estamos dispuestos a aceptar como justificaci¨®n de la barbarie el comportamiento de las v¨ªctimas. No hay nada que entender moralmente en las razones de los agresores sexuales. Exactamente lo que no sucede cuando, en el caso de ETA, se da curso a la mercanc¨ªa de "la provocaci¨®n", sea para recriminar los comportamientos "provocadores" sea para justificar la propia disposici¨®n ambigua y contemporizadora. Dicho en plata: en tales casos se asume que hay algo de justicia en la causa de ETA, que las apelaciones "a la opresi¨®n del pueblo vasco" no son desatinos completos. La misma convicci¨®n, por cierto, late en la exigencia de "respuestas pol¨ªticas" ante "el conflicto", "respuestas pol¨ªticas" que naturalmente no consisten en la cr¨ªtica pol¨ªtica de los supuestos de nacionalismo.
Sin duda, las reacciones de estos d¨ªas son otra cosa. Lamentan la suerte de los se?alados. Con todo, hay algo llamativo en la mayor parte de ellas: son apol¨ªticas. No difieren de la que a veces se transmite a los enfermos, las v¨ªctimas de un terremoto o de una hambruna. Pareciera que a los afectados les haya ca¨ªdo una desgracia. Gente con mala suerte.
Pero no, no son unos desgraciados. No es verdad que tengan mala suerte. En realidad, se lo han buscado. Les resultar¨ªa muy f¨¢cil escapar a su infortunio. Bastar¨ªa con que cambiaran de opini¨®n para que su mala suerte desapareciera. Entonces podr¨ªan pasear por la calle sin escolta, opinar "libremente". Como les sucede a tantos otros. Entre ellos, a muchos de los que expresan su solidaridad. Podr¨ªamos decir que est¨¢ en su mano ser libres, que, aunque est¨¦n oprimidos, son libres de ser libres. Una curiosa paradoja, sin duda.
Como acostumbra a suceder, por detr¨¢s de la paradoja hay asuntos de hondura. En este caso dos ideas distintas de libertad. Seg¨²n la primera, popularizada por Isaiah Berlin, hay libertad cuando no hay interferencia, cuando nadie restringe mis cursos de acci¨®n mediante una acci¨®n u omisi¨®n deliberada. Soy libre si nadie me impide hacer lo que quiero hacer. Por ejemplo, soy libre de viajar si nadie me lo proh¨ªbe. Para esta concepci¨®n, la m¨¢xima libertad vendr¨ªa a ser la de Robinson Crusoe: como no hay nadie con ¨¦l, nadie se entromete en su vida. Una idea demasiado exigente, que nos impedir¨ªa calificar como plenamente libre a una sociedad que encarcela a los asesinos. Pero tambi¨¦n una idea demasiado pobre, que llevar¨ªa a considerar como libre al siervo cuyo amo, generoso, le deja hacer lo que quiere, por m¨¢s que siempre est¨¦ en su mano la posibilidad de imped¨ªrselo.
La otra idea es la de libertad como ausencia de dominaci¨®n. En este caso, hay libertad cuando no se est¨¢ sometido a la voluntad arbitraria de otro. Las interferencias justificadas, no arbitrarias, no menguan la libertad. Por eso no es menos libre una sociedad que encarcela a los criminales. Antes al contrario, hay libertad porque no pueden imponer su voluntad. A la vez, el esclavo con un amo consentidor, sigue siendo un esclavo. Es una persona sometida a los caprichos de su amo.
Hay una interesante asimetr¨ªa entre las dos ideas de libertad. La de Robinson se puede disfrutar en soledad. No es pol¨ªtica. Unos pueden ser libres, aunque otros no lo sean. Mientras nadie se entrometa con ellos, lo ser¨¢n. La libertad de uno puede aumentar con independencia de la de los dem¨¢s. Cierto es que cuando llega compa?¨ªa la cosa se complica. Hay que establecer leyes, acuerdos, resignarse a perder parte de la libertad. Pero como es inevitable, lo ¨²nico que queda es minimizar las intromisiones, reconciliar los encontronazos. Al final, para juzgar si la sociedad es libre, se echan las cuentas, una suerte de balance total de la libertad.
Para la otra idea, una sociedad no es libre si alguien no lo es. Lo de Marx en el Manifiesto Comunista: "La libertad de cada uno es la condici¨®n de la libertad de todos". Si alguien puede, seg¨²n le plazca, impedir a alg¨²n otro hacer o decir lo que quiere, no hay libertad. La libertad de uno aumenta con la de los dem¨¢s. La propia "libertad" de quienes hacen lo que quieren ser¨¢ una libertad consentida. Los consienten. Les perdonan la vida, por pensar lo que piensan. No son libres de querer cosas distintas de las que quieren. Incluso ellos mismos tendr¨¢n razones para dudar de si lo que dicen creer lo creen honestamente o es porque es lo que les dejan creer. Tal vez deber¨ªan empezar a preguntarse si "algo habr¨¢n hecho" para que les perdonen la vida.
Seg¨²n esta segunda idea, no hay m¨¢s libertad en el Pa¨ªs Vasco ahora que cuando eran m¨¢s los amenazados. Mientras haya uno solo que no pueda expresarse libremente, no hay libertad para nadie. La lucha por la libertad es por la libertad de cada uno. Incluidos, por cierto, esos ciento cincuenta mil que se marcharon en los ¨²ltimos a?os, una "realidad" con no menos peso ontol¨®gico -por no hablar del moral- que los votantes de HB que tantas veces se invocan.
Para quienes creen que la libertad importante es la segunda, muchas de las cartas a Fernando Savater, antes que otra cosa, entristecen. Sobre todo porque no llegaron para los otros amenazados. Savater no tiene un problema personal. Si tal fuera, ser¨ªa un imb¨¦cil porque su soluci¨®n ya la sabe: hacer como esos otros a los que les perdonan la vida.
?Ah, por cierto!, un purismo: la idea libertad de Robinson es la del liberalismo. La otra es la del republicanismo. Seg¨²n dicen, la fuente de inspiraci¨®n filos¨®fica del presidente de Gobierno. Pero, la verdad, me cuesta creerlo.
F¨¦lix Ovejero Lucas es profesor de ?tica y Econom¨ªa de la Universidad de Barcelona.
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