Propuesta para futuras municipales
Las campa?as electorales acaban como empiezan. En particular cuando la campa?a, aunque formalmente sea municipal, en la pr¨¢ctica se convierte en una campa?a estatal, en la que el peso, en lo que a la transmisi¨®n del mensaje del partido al cuerpo electoral se refiere, se hace descansar en los l¨ªderes nacionales de los partidos. De nada sirve lamentarse, porque las cosas son como son y, por lo que nos dice nuestra experiencia electoral desde 1979, cada vez va a ser m¨¢s as¨ª. La presencia del presidente del Gobierno y, correlativamente, del l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n, en la campa?a de unas elecciones municipales no ha dejado de ir progresivamente en aumento desde las primeras hasta hoy.
Posiblemente la guerra de Irak o, mejor dicho, la participaci¨®n espa?ola en la guerra de Irak, haya sido el acontecimiento que m¨¢s haya contribuido a la omnipresencia del presidente del Gobierno y, por contagio, del l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n en la campa?a electoral. Las municipales de 2003 se celebraron casi inmediatamente despu¨¦s de la invasi¨®n de Irak y en el momento en que se produjo el hundimiento definitivo del r¨¦gimen de Sadam Hussein y se proclam¨® la victoria por parte del presidente George W. Bush. En la campa?a electoral la participaci¨®n espa?ola en la guerra estuvo muy presente, lo que condujo a que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se implicara en una campa?a municipal con mayor intensidad de lo que lo hab¨ªa hecho Felipe Gonz¨¢lez en sus a?os de presidente del Gobierno o el propio Aznar en las elecciones de 1999.
En todo caso, una vez que se sube un pelda?o en esta escalera, ya no hay forma de bajarlo. En 2007 se ha ido todav¨ªa m¨¢s lejos de lo que se fue en 2003 y en 2011 se ir¨¢ m¨¢s lejos que en 2007. En Espa?a carecemos de cultura federal y de ah¨ª que, aunque la descentralizaci¨®n del poder que se ha producido es muy profunda, todav¨ªa nos resistamos a oficializar electoralmente esa descentralizaci¨®n, entre otros motivos, porque nuestro sistema de creaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica sigue estando fuertemente centralizado.
A lo largo de esta campa?a he pensado en varias ocasiones que ser¨ªa bueno que existiera una norma, aunque fuera una norma no escrita, una suerte de convenci¨®n constitucional, que impidiera que en la campa?a electoral municipal pudiera intervenir alguien que no formara parte de la candidatura que solicita el voto a sus conciudadanos. El equipo que saltar¨ªa al campo ser¨ªa el que habr¨ªa decidido el seleccionador, ll¨¢mese direcci¨®n nacional, regional o local del PP o del PSOE o de IU, de acuerdo con lo que est¨¦ previsto en los estatutos de cada partido, pero ¨²nicamente ellos podr¨ªan jugar el partido. Podr¨ªan recurrir a todo lo que su formaci¨®n pol¨ªtica hubiera hecho en cualquier sitio, con la finalidad de convencer a los ciudadanos de que la opci¨®n pol¨ªtica que ellos representan es la mejor de todas las que concurren y la que se merece la confianza del cuerpo electoral. Pero tendr¨ªan que hacerlo ellos, sin que en la alineaci¨®n se pudiera recurrir a jugadores que no forman parte de la plantilla.
Ser¨ªa una campa?a electoral m¨¢s interesante y m¨¢s divertida, que contribuir¨ªa a formar pol¨ªticamente al personal que despu¨¦s va a tener que ejercer el poder municipal y que permitir¨ªa a los ciudadanos ejercer el derecho de sufragio con mayor conocimiento y, por tanto, de manera m¨¢s reflexiva. Ayudar¨ªa a rebajar, adem¨¢s, el nivel de crispaci¨®n de manera notable.
S¨¦ que la propuesta no tiene ninguna posibilidad de prosperar, pero me gustar¨ªa que los lectores reflexionaran sobre ella. Es lamentable que, en una legislatura en la que la presencia de ETA ha sido menor que en cualquiera de las legislaturas desde la entrada en vigor de la Constituci¨®n, hayan sido sus siglas las que han dominado el mensaje transmitido en unas elecciones municipales.
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