Ponce torea y cuenta
Si alguien pensaba que el veterano Ponce no iba a firmar su nombre en las p¨¢ginas del cantar de gesta que los matadores est¨¢n escribiendo sobre la conquista del reino del toreo en el a?o VII del siglo XXI, y que, recibidos los honores y trofeos de quien ha liderado las huestes t¨¢uricas durante casi dos d¨¦cadas, se hab¨ªa de retirar sin ofrecer batalla a sus bien ganadas estancias de invierno, se equivocaba.
Ponce y Madrid mantienen una relaci¨®n compleja. Otro d¨ªa hablaremos de ello. En su primero, el toro en varas, algo aplomado, perdi¨® las manos, y dudamos que fuera a contribuir. Quit¨®, lento, El Cid, y parearon, sobrios, por derecho, los Tejero. Ponce, solo con ¨¦l, le gan¨® pasos hasta el tercio con suavidad de maestros. Casi en el platillo, lo templ¨® tan perfecto que se paraba tras las series -quiz¨¢s para darle aire, quiz¨¢s para escuchar el murmullo-. Estaba cuajado: los pases embarcados, las trincheras toreadas, el de pecho ajustado; adornos enjundiosos para ir a la izquierda y, all¨ª, de frente, girar al toro que empezaba a pararse. Y de frente tambi¨¦n, escondida atr¨¢s, sacaba la tela, y el baile de talones se llevaba detr¨¢s toro y cintura. Algunos quer¨ªan que tirase del brazo. La mayor¨ªa lo jaleaban. Para gustos, colores, y la plaza, hoy parda, estaba uniformada por la lluvia. Remat¨® flexionando con ayudados y coloc¨® media bajo el rinc¨®n. Amoroso, 565, n¨²mero 99: con ese nombre y capic¨²a, ?se puede pedir m¨¢s? S¨ª, que no salte en el capote y no se duela en banderillas. Pero al caballo embisti¨® con ganas y la esperanza quedaba intacta. Se dobl¨® bien Ponce, cambi¨® la mano con soltura y le ofreci¨® la muleta. Andaba el toro presto y se revolv¨ªa; era cuesti¨®n de no perderle la cara. Y el doctor Ponce, hipnotizando, tiene colas de toros en su consulta. De nuevo distancia y de nuevo a enrosc¨¢rselo en redondos sabios, de torero de toreros. No era enemigo f¨¢cil, y el valenciano aceptaba el reto. Cruz¨¢ndose siempre -cuando no lo hac¨ªa hab¨ªa advertencias- muy frontal, dio una lecci¨®n de tauromaquia que hubiera sido de esc¨¢ndalo si ¨¦l consigue ligar las series. Los circulares finales y los adornos -con aviso que la ortodoxia acogi¨® satisfactoria- precedieron, tras metisaca, al estoque fulminante en la herradura. Ponce, maduro y maestro.
Alcurruc¨¦n / Ponce, Cid, Tejela
Toros de Alcurruc¨¦n y un sobrero de Hnos. Lozano en 5? lugar. Bien presentados. Noble y justo el 1?, aplomado y dif¨ªcil el 2?, con genio 4? y 6?, inv¨¢lido el 5? y bravo y bueno el 3?. Enrique Ponce: media baja al rinc¨®n -aviso- (saludos y ovaci¨®n); metisaca y estocada fulminante en la herradura (petici¨®n, saludos y gran ovaci¨®n). Manuel Jes¨²s, El Cid: gran estocada y un descabello (palmas); media delantera y descabello (silencio). Mat¨ªas Tejela: ca¨ªda y tendida, estocada y ocho descabellos -aviso- (palmas); media y cuatro descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 24 de mayo. 14? corrida de abono. Lleno.
Al segundo capotazo, Derribado se fue a la panza de la tela y, sin seguir el giro, se le vino encima al Cid. Si no se interpone el capote, se lo lleva, pero la cara de dolor, tentando el golpe bajo, y la breve cojera no auguraban nada bueno. Cuando con la izquierda, en el platillo, ofreciendo el trapo muy limpio, el mismo astifino que le arre¨® en el capote hubo de comerse las malas intenciones entrando sin ganas a las curvas esforzadas de la muleta; y cuando por la diestra pasaba taciturno y le buscaba r¨¢pido, ve¨ªamos un torero. Y El Cid, dolorido y p¨¢lido, fue a por la espada y la dej¨® en la yema. Camino de la enfermer¨ªa, el sol, generoso, lo aplaudi¨®. Baj¨® las manos en la ver¨®nica a su segundo, baj¨® su segundo las manos en el caballo, y lo devolvieron. El sobrero meditaba, derrengado, bajo el peto, la salida cerrada y la suerte con sa?a. Continu¨® reptando, pero el presidente deb¨ªa de tener prisa. Cuando al primer muletazo hizo el escarabajo, la faena estaba concluida. Previa la bronca que recibi¨® el del palco, un hombre, al borde del paroxismo, le reclamaba una indemnizaci¨®n. Fue muy aplaudido.
Mucha vara y tapando le dieron al tercero, que ni abri¨® boca ni dobl¨® pezu?a. La reciente y discutida Puerta Grande la contest¨® Tejela brindando; se engall¨® e inici¨® una serie en el tercio que fue m¨¢s rotunda cuando vio que el toro iba largo, hasta el remate, sin decir mu. Muletita alante y a ligar, pero perd¨ªa alg¨²n paso, se colocaba un poco, y afeaba la oportunidad que la excelencia del morlaco le ofrec¨ªa. Mejor¨® en la izquierda, acompa?ando con la cintura, y los ol¨¦s ten¨ªan otra voz, pero cay¨® mucho y muy tendido el estoque, y hubo ocho descabellos que no merec¨ªa el bravo animal. El ¨²ltimo se arranc¨® bien al caballo, iba codicioso a la tela, un poco brusco, derrotando al fondo. Y con oficio, sin hipnotismos -bajarle era complicado-, cumpli¨®, sacando un coraz¨®n que, desde la Puerta Grande, vuelve a bombear. No era el sabio Ponce, pero tampoco el Tejela desfallecido.
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