Hospitales de ficci¨®n
Vale que seamos ya productos literales de la sociedad del espect¨¢culo; vale que nos guste m¨¢s la representaci¨®n de la cosa que la cosa; que prefiramos un Rolex falso a uno original, unos Levis piratas a unos verdaderos, una caricia de cart¨®n piedra a una de carne y hueso, una pol¨ªtica postiza que genuina. Vale que la apariencia nos vuelva locos, que confundamos el mando a distancia con las riendas de nuestra vida, que nos parezca m¨¢s veros¨ªmil el Llamazares esquem¨¢tico de Second Life que el tridimensional de la vida anal¨®gica. Vale que estemos alienados, y a mucha honra, pero no somos completamente idiotas. El hecho de que nos conformemos con ver la vida en lugar de vivirla no quiere decir que nos traguemos todo. Hay espect¨¢culos y espect¨¢culos, y el de Esperanza Aguirre inaugurando un hospital inexistente, en Parla, nos pareci¨® de una calidad teatral (y moral, con perd¨®n) infumable. No hab¨ªa gui¨®n, ni iluminaci¨®n, ni banda sonora, ni carpinter¨ªa, ni estilismo. Por no haber, no hab¨ªa ni?os en las incubadoras, que quiz¨¢ tampoco eran de verdad, pues al poco de que Aguirre las inaugurara, lleg¨® una empresa de mudanzas y carg¨® con ellas.
Pero a Esperanza le da lo mismo ocho que ochenta. ?Por qu¨¦ inaugurar cosas de verdad? Ah¨ª la tienen, preguntando con mucha seriedad por el ni?o prematuro inexistente de la incubadora falsa a ese se?or con el que habla, que quiz¨¢ sea un m¨¦dico de pega. Podr¨ªan haber colocado un mu?eco, pues los hay que hacen pis y lloran y se agarran a la teta como personas mayores. Pero Esperanza est¨¢ crecida, ya digo, e inaugura ficciones malas como si fueran realidades buenas porque nos tragamos todo, como las chicas de las p¨¢ginas de contacto de la prensa, incluso de la prensa beata. Por delante y por detr¨¢s, griego, beso negro, me lo trago todo. Nos lo tragamos todo, domicilio y hotel. Ya nos tragamos en su d¨ªa la promesa electoral de que dimitir¨ªa si no acababa con las listas de espera en tres meses. Las aument¨®, pero ah¨ª sigue, porque se trataba de una promesa de ficci¨®n. Muy bien, vale, esto es ya la sociedad del espect¨¢culo llevada al paroxismo (qu¨¦ rayos querr¨¢ decir paroxismo). Observen, en el segundo plano de la foto, al tal Lamela fingiendo ser el consejero de Sanidad, cuando todos sabemos que su trabajo es el de director de escena. No se pierdan c¨®mo controla con la mirada, sin mover un m¨²sculo, la actuaci¨®n de los int¨¦rpretes. Ignoramos qu¨¦ papel representa la mujer de la derecha de la foto, pero da la impresi¨®n de sujetar la incubadora falsa, que quiz¨¢ con las prisas se ha colocado de cualquier modo.
No nos gust¨® la representaci¨®n ni siquiera en la cobertura de Telemadrid. En la sociedad del espect¨¢culo (Debord), como en el capitalismo de ficci¨®n (Verd¨²), no cuela todo, no hemos perdido completamente el criterio ni el gusto ni la sind¨¦resis (qu¨¦ rayos querr¨¢ decir sind¨¦resis). Hay que cuidar las formas, trabajar m¨¢s el vestuario, la tramoya, el maquillaje, los matices. Pero como decimos una cosa decimos la otra: Aguirre nos ha hecho comprender hasta qu¨¦ punto nos hemos convertido en espectadores de nuestra propia vida. Y lo asumimos como un destino fatal. Pero cuando inaugure la legislatura aparente que comienza ma?ana mismo, rod¨¦ese usted de profesionales de la ficci¨®n y no de esos piernas. Gracias.
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