?Ca?a, mucha ca?a!
Mi lector y sin embargo amigo, Ram¨®n Herr¨¢nz, me escribe para decirme que me ha ido leyendo este mes, mochila al hombro, mientras se me hac¨ªa el hombre el camino de Santiago. El peregrino Ram¨®n me anima a seguir de por vida con este ping pong que juego con los lectores. Muchas gracias, Ram¨®n.
Ram¨®n, decidido a que su carta sea una inyecci¨®n de entusiasmo, la remata con esta frase que desde que la le¨ª no se me va de la cabeza: "?Sigue as¨ª, que ya ver¨¢s c¨®mo los aspirantes a mun¨ªcipes te van a declarar persona non grata!".
Ram¨®n, t¨² no sabes lo que has hecho. Ram¨®n, que me cuenta que es neurocirujano, no ha o¨ªdo hablar del s¨ªndrome del columnista. El columnista puede parecer, si nos atenemos a esa foto de columnista con la que se presenta, una persona mentalmente equilibrada, pero no, no hay columnista sin brote. Y el que no lo tiene acaba teni¨¦ndolo.
El columnista es un ser humano que, engolfado en su prosa y a veces animado por lectores como Ram¨®n, se sube a su columna y tira a dar. Es como esos ni?os antiguos que se sub¨ªan al tejado con un tirachinas. Como sabe que su arma no es letal el columnista se emplea a fondo con el primero que se le pone a tiro. Pero lo que quiere el ni?o terrible es bajar luego a la calle y hacerse pasar por bueno, que le pasen la mano por la cabeza.
El columnista est¨¢ tan rematadamente loco que, cuando oye a un grupo comentar que el d¨ªa que pillen al ni?o capullo lo van a hacer pedazos, se une con furia a la denuncia: "?S¨ª, s¨ª, en pedazos bien peque?os!", porque al ni?o columnista se le ha olvidado por completo que era ¨¦l mismo el que hace unos minutos estaba en el tejado.
Ese es el trastorno que produce el columnismo y no se ha inventado hasta la presente serotonina que lo alivie, salvo abandonar la columna y morirte de aburrimiento, cosa que al columnista le cuesta porque el columnismo crea dependencia.
Pero lo que hizo Ram¨®n el andar¨ªn con su carta fue despertarme a la ni?a buena que todo columnista lleva dentro. Inspirada por su carta y por otra m¨¢s que me escribe Fernando desde Fuentetodos (cuna del sordo genial), en la que me pregunta si es que creo que no hay alcalde bueno, hoy me dispongo a escribir, m¨¢s que una columna, un pliego de disculpas, una rectificaci¨®n, un donde dije digo digo Diego, porque hay una verdad que, por simple que parezca, a lo mejor hay que decirla: hay alcaldes honrados, hay concejales que se dejan los cuernos, hay pol¨ªticos con vocaci¨®n de servicio p¨²blico.
Dicho esto, cabe preguntarse si a ustedes les gustar¨ªa que esta columnista fuera la abeja Maya en un pa¨ªs multicolor. Lo dudo, porque lo que ustedes me han pedido, ah, culpables encubiertos, es ca?a, mucha ca?a.
Elvira Lindo bucea en los comentarios de los lectores para su columna. Env¨ªelos a lectores@elpais.es
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