Envidia de la foto
La televisi¨®n naci¨® como envidia de la fotograf¨ªa, como el cine. Imagino que la propia fotograf¨ªa naci¨® como envidia de la pintura, como la palabra naci¨® como envidia del silencio, y as¨ª sucesivamente. Canal + (y las cadenas que tiene concatenadas, en cerrado) ofreci¨® el s¨¢bado y d¨ªas sucesivos un ejemplar documental en el que la fotograf¨ªa es el reino y la soberana es Annie Leibovitz, probablemente la mejor fot¨®grafa del mundo en este momento.
Leibovitz, por si no lo recuerdan, es la que hizo recientemente aquella fotograf¨ªa en la que la reina Isabel de Inglaterra posa como si estuviera volviendo a la Edad Media, con los colores que entonces debieron combinar la sombra y la idea, que son la sustancia de la fotograf¨ªa y de la pintura, y supongo que de la televisi¨®n.
El documental, realizado por una hermana de la protagonista, sigue los c¨¢nones de la paciencia, de la que tan necesitado est¨¢ el oficio al que pertenece este g¨¦nero. Se sirvi¨® de una documentaci¨®n fuera de serie y cont¨® con la complicidad de la retratada, a la que siempre encontraron trabajando. Sobre Nueva York, en Versalles, sobre los rostros, en la revista Rolling Stone, en Vanity Fair...
Particularmente emocionantes son las fotos de su compa?era Susan Sontag, y en el documental aparecen esa relaci¨®n y su consecuencia gr¨¢fica con un extraordinario decoro sentimental, que le da profundidad al testimonio. La visita a Rolling Stone, que constituye un documental por s¨ª misma, es un recorrido sobre la historia del pop en EE UU, que es casi lo mismo que decir en el mundo. El cambio de registro de Leibovitz, propiciado por el abismo que le produjo su adicci¨®n moment¨¢nea a las drogas, consolid¨® su trabajo en Vanity Fair, donde descubri¨® que la fotograf¨ªa es el trasunto principal del cine, obligada tambi¨¦n a complicadas, car¨ªsimas pero fruct¨ªferas, tareas de producci¨®n.
Mirar este documental, que sigue disponible en la zona de Digital +, supone un placer y suscita un interrogante. Uno se va de su visi¨®n haci¨¦ndose el interrogante eterno: ?y la televisi¨®n no se hizo para que vi¨¦ramos cosas como ¨¦sta?
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