La isla devorada por el delirio de grandeza
Los da?os urban¨ªsticos en Mallorca son la parte visible de una avaricia rampante
Cuando t¨², lector, vayas a subir alg¨²n d¨ªa al monte de Randa, dejando atr¨¢s la peque?a aldea del mismo nombre, atra¨ªdo quiz¨¢ por la ilusi¨®n de estar a solas con tus pensamientos, podr¨¢s vislumbrar desde la cumbre un paisaje ins¨®lito: orfebres holandeses repujan con l¨¢minas de oro las chimeneas de la ciudad, ebanistas egipcios tallan g¨¢rgolas en los aleros de las casas, majestuosos caparazones de n¨¢car cubren los estadios de los atletas, un asombroso bucle de titanio sostiene el el¨ªptico puente tendido entre las islas, transparentes redes diamantinas filtran los rayos del sol, las naves de los potentados hibernan en astilleros subterr¨¢neos... O al menos eso es lo que ver¨ªas si estuvieras intoxicado por los delirios de grandeza que hoy gobiernan el archipi¨¦lago.
Murallas hoteleras en la orilla de las playas, divisiones de adosados avanzan por los llanos
Secretarios municipales, empleados de banca, alba?iles, son testigos de las operaciones furtivas
La nueva capilla de Miquel Barcel¨® en la catedral de Palma se convertir¨¢ con el tiempo en un icono universal
Para superar el miedo a la ley, los publicistas del 'esto funciona' ventean su hostilidad a jueces y fiscales
Por el momento, sin embargo, lo ¨²nico que alcanzar¨¢s a ver desde Randa es un paisaje maltratado: penosas colmenas de ladrillo cuelgan de las escarpadas laderas del litoral, murallas hoteleras se erigen en la orilla de las playas, apretadas divisiones de adosados avanzan por los llanos, anchas autopistas desdoblan sus tent¨¢culos de asfalto.
No es algo de lo que un gobernante pueda sentirse muy orgulloso pero en contra de lo que cabr¨ªa esperar este paisaje es un motivo de celebraci¨®n.
Los carteles electorales muestran el rostro risue?o de los candidatos, los informativos de la televisi¨®n auton¨®mica emiten sus declaraciones triunfales y la prensa comenta su agenda de inauguraciones sin llegar a encontrar en su rostro la m¨¢s m¨ªnima arruga de remordimiento. Ninguna mueca de reflexi¨®n estropea el eslogan elegido por el gobernante Partido Popular para atraer a sus simpatizantes: "Funciona". Esto funciona, viene a decir el mensaje.
Y no les falta raz¨®n. El presidente del Consell Consultiu, m¨¢ximo ¨®rgano jur¨ªdico de la Comunidad, una especie de Consejo de Estado en miniatura, no dimite despu¨¦s de ser detenido e interrogado por la polic¨ªa como sospechoso de tr¨¢fico de influencias. Uno de los miembros del mismo consejo es el abogado particular del famos¨ªsimo alcalde de Andratx, enviado a prisi¨®n por el juez y ahora en libertad bajo fianza. El consejero de Interior que presumiblemente delat¨® la operaci¨®n de la Guardia Civil contra el alcalde de Andratx tampoco dimite ni sabe por qu¨¦ deber¨ªa hacerlo. La aureola de la expedici¨®n oficial al club moscovita Rasput¨ªn -a cargo de los fondos parlamentarios- no se ha disipado y un gui?o de complicidad evoca lo que debi¨® ser una inolvidable jornada de confraternizaci¨®n. El jefe de todos ellos, Jaume Matas, activ¨ªsimo aforado a salvo de los fiscales, no ha sido juzgado por espiar a los parlamentarios socialistas ni por dirigir la trama de empadronamientos furtivos en Formentera. Su palacete, rehabilitado como vivienda particular, se encuentra, puerta por puerta y tabique por tabique, junto a la sede del organismo encargado de vigilar las finanzas auton¨®micas: el S¨ªndic de Contes.
Evidentemente, la cosa funciona. Mientras la polic¨ªa registra los despachos de notarios y los bufetes de abogados, y los fiscales se queman las pesta?as rastreando sus transacciones bancarias, Jaume Matas, actual presidente de la Comunidad y candidato del Partido Popular, convoca a la prensa. Quiere anunciar, junto al arquitecto Calatrava, el Palacio de la ?pera que ha mandado construir en el centro de la bah¨ªa de Palma, en el espig¨®n que se alzar¨¢ sobre las aguas como una monumental consagraci¨®n valenciana de s¨ª mismo. La Junta Electoral le proh¨ªbe esta flagrante malversaci¨®n publicitaria y Matas -s¨®lo por esta vez- se muerde los labios.
El candidato Matas mantiene un locuaz di¨¢logo con los famosos y como si creyera en la unci¨®n carism¨¢tica, en la transferencia m¨¢gica del prestigio, se fotograf¨ªa con todos los que puede: el tenista Nadal, el pintor Barcel¨®, el actor Douglas, la modelo Schiffer. Rosa Estar¨¢s, su actual vicepresidenta y candidata a presidir el Consell de Mallorca, una instituci¨®n de rango protocolario inferior, se fotograf¨ªa con Antonio Ozores.
Una brisa perfumada por el tomillo, un golpe de aire c¨¢lido y h¨²medo, te har¨¢ abrir los ojos en el monte de los tres templos, y desde Randa, elev¨¢ndote sobre el infernal bullicio de los candidatos, comprobar¨¢s, lector, que no se puede hablar de las elecciones en Baleares sin hacer un balance de la devastadora maquinaria de la corrupci¨®n urban¨ªstica en su prepotente plenitud institucional. Pero los adefesios inmobiliarios, los paisajes hociqueados, las urbanizaciones salvajes, la recalificaci¨®n concelebrada y el reparto clandestino de los beneficios de la especulaci¨®n entre servidores p¨²blicos son una minucia insignificante si lo comparas con el verdadero desastre oculto tras el tel¨®n de la evidencia delictiva.
Cada negocio consumado al margen de la ley, cada ganancia il¨ªcita embolsada, acent¨²a el agravio de las v¨ªctimas humilladas. Ni las ves ni las oyes desde Randa, pero est¨¢n ah¨ª, desperdigadas entre los pueblos de la isla, avergonzadas de lo que ven y del miedo que sienten por saber. Secretarios municipales obligados a transigir, secretarias inducidas a colaborar, funcionarios asustados, pasantes de abogados que teclean cl¨¢usulas inteligentes, celadores, guardias municipales, empleados de banca, alba?iles; son los testigos inevitables de las operaciones furtivas y lo saben todo. Tambi¨¦n se han familiarizado con el alarde de impunidad que ostentan sus jefazos, tan displicentes con las cautelosas diligencias judiciales.
Pero necesitar¨ªas el olfato m¨ªstico de Ram¨®n Llull, aqu¨¦l esteta ermita?o en las cuevas del Puig de Randa, para descifrar el secreto de los avergonzados. Deber¨ªas embriagarte con su fe de misionero para adivinar en qu¨¦ momento el hombre humillado por la corrupci¨®n comprende el mensaje electoral. Te har¨ªa falta su arrebato de locura divina para descubrir c¨®mo se transmuta el rubor en complicidad. Pues a pesar de tanto oprobio no les falta imaginaci¨®n para preguntarse: "?Te imaginas, el d¨ªa que los inspectores y archivos de la Agencia Tributaria est¨¦n en manos de esta gente? ?Te imaginas, el d¨ªa que reciban las transferencias de Interior?".
Una joven pareja compra en Andratx un terreno pero no consigue la licencia para construir su casa. Un d¨ªa encuentra por casualidad a un desconocido, alentado por la autoridad municipal, levantando en su solar un edificio con piscina. Insaciables en su apetito subversivo, los c¨®mplices del desm¨¢n urban¨ªstico "no respetan ni la propiedad privada". As¨ª funciona.
Adem¨¢s de ser un templo destinado a ceremonias may¨²sculas, la Catedral de Palma es un espl¨¦ndido negocio por el que cada a?o pasan -pagando- centenares de miles de visitantes. La nueva capilla de Miquel Barcel¨® se convertir¨¢ con el paso del tiempo en un icono universal, en un lugar abierto al culto de la peregrinaci¨®n mundana. Ante los ojos extasiados del turista se levantan las agrietadas paredes de una caverna submarina decorada con las figuras de una suprema sinfon¨ªa sensual: quiz¨¢s la m¨¢s descarada obra de arte instalada nunca en un recinto religioso. Con deslumbrante inspiraci¨®n, con el formidable talento del que ha hecho gala, el artista ha concebido una monumental epifan¨ªa er¨®tica. Evocando deleites inequ¨ªvocamente paganos, convocando los placeres de la joie de vivre, pulsando las emociones de un mundo ya redimido, libre al fin del circunspecto cilicio g¨®tico, Barcel¨® ha derramado los estimulantes frutos del mar -escurridizas lampugas, pulpos ansiosos, caracolas y erizos- y de la tierra -higos, racimos de uvas y sand¨ªas- a los pies de un Cristo resucitado, desnudo y feo. La ¨²nica concesi¨®n que negoci¨® el artista fue disimular los cojones que obviamente deb¨ªan colgar de su entrepierna.
Si el obispo encargado de custodiar la Catedral fuera un fiel int¨¦rprete de las revitalizadas esencias cristianas de la Conferencia Episcopal Espa?ola pondr¨ªa el grito en el cielo y clausurar¨ªa, con un ardiente entusiasmo integrista, la capilla de Barcel¨®. Pero a su manera tambi¨¦n ¨¦l comparte el relativismo acomodaticio de la derecha mallorquina, impresionada por la eficacia pragm¨¢tica del esto funciona.
S¨ª, lector, son muchas las cosas que ver¨¢s si subes a Randa. L¨¢stima que la estatua de Ram¨®n Llull, tan golpeada como lo estuvo el her¨¦tico beato antes de morir, no pueda parodiar con nosotros al poeta Villon: ?d¨®nde est¨¢n los ladrones de anta?o? ?Qu¨¦ tiempos aquellos, verdaderamente! Cuando un hombre pod¨ªa ser v¨ªctima de un atraco sin padecer adem¨¢s el desprecio de sus amigos...
Ajenos a la ruina moral que corroe las entra?as de la isla, los publicistas pulen las versiones del mensaje electoral y ense?an a la ciudadan¨ªa consternada el bot¨ªn de la menstrual y carnicera avaricia. A fin de superar el miedo a la ley -un estorbo para que esto siga funcionando- ventean su hostilidad contra jueces, guardias y fiscales y dedican una plet¨®rica ristra de elogios al club ser alguien en Mallorca.
Toma nota, lector, ahora que todav¨ªa est¨¢s en Randa, pues todos hemos sido invitados a este fest¨ªn. En el bien entendido de que los primeros en llegar ser¨¢n los primeros en comer.
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