Ma?ana
Ma?ana no vamos a la guerra, pero podemos amargarle la jornada a los Lucky Luciano. En su ¨²ltima reencarnaci¨®n, instalado en Italia, el c¨¦lebre g¨¢nster y traficante se enfurec¨ªa cuando alg¨²n interlocutor osado o despistado le mentaba la mafia. ?l era un honrado vendedor de bienes inmuebles. Se hab¨ªa casado con una joven belleza, bailarina del Scala. Y era, por supuesto, un hombre de orden. Muy de orden. Como lo era Al Capone. Ambos hab¨ªan tenido una juventud algo bruta y descarriada, s¨ª. Cuando su novia Mae lo invit¨® a comer con su madre irlandesa, Capone tuvo alg¨²n contratiempo con los cubiertos y utiliz¨® la mano como zarpa. La buena se?ora le pregunt¨® entonces si no le hab¨ªa puesto cuchillo, y ¨¦l respondi¨®: "S¨ª, pero me lo he comido". Su herramienta de trabajo por entonces era la ametralladora Thompson. M¨¢s tarde comprendi¨® la importancia de las ideas, la necesidad de un discurso. Fue un aut¨¦ntico pionero, un incomprendido neocon, que vomitaba todos los cuchillos que se hab¨ªa tragado. Resultan conmovedoras sus soflamas denunciando la inmoralidad reinante, la p¨¦rdida de valores religiosos, la inseguridad en que vive la gente de bien, el rigor de la pol¨ªtica tributaria, y pidiendo mano dura, sin contemplaciones, contra los subversivos, enemigos de la patria. Lucky y Capone no eran grandes lectores, pero compart¨ªan la querencia por una ¨²nica obra: El peque?o C¨¦sar. La campa?a electoral ha sido mucho m¨¢s interesante de lo que nos han hecho creer los periodistas aburridos. Hemos descubierto la gran revoluci¨®n catastral que ha transformado el paisaje espa?ol. Si anta?o todo era bosque y una ardilla pod¨ªa desplazarse de ¨¢rbol en ¨¢rbol desde los Pirineos a Algeciras, ahora puede hacer lo mismo, como ilustra el humorista gr¨¢fico Ferreres, pero de gr¨²a en gr¨²a. El otro descubrimiento tiene que ver con la naturaleza humana. La cantidad de peque?os c¨¦sares, de capones, h¨ªbridos de pol¨ªtica gris y negocio m¨¢s gris, que se han enraizado en la amplia zona gris del catastro, reparti¨¦ndose territorio. ?sta deber¨ªa haber sido la campa?a que desmontase la pol¨ªtica estilo Poisonville (Ciudad Veneno), pero hay partidos que no han querido desprenderse de sus luckys y capones. Tendr¨¢ que ser la gente, con sus votos, la que coloque la puerta en los goznes. Ojal¨¢ sea ma?ana.
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