La Mandela birmana
Once a?os de reclusi¨®n no han logrado doblegar la voluntad democratizadora de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi
Su figura menuda, de sonrisa amplia y siempre con flores en el pelo -una tradici¨®n milenaria entre las mujeres birmanas- esconde una voluntad de acero, que uno de los reg¨ªmenes m¨¢s represivos del mundo no ha logrado doblegar. Aung San Suu Kyi, de 61 a?os, es el s¨ªmbolo de las ansias de libertad y democracia del pueblo birmano y el icono mundial de la resistencia civil. El Consejo de la Paz y del Desarrollo del Estado, eufemismo bajo el que se oculta un Gobierno militar que mantiene Myanmar -como la Junta rebautiz¨® Birmania en 1989- aislada del resto del planeta, volvi¨® a prolongar el viernes el arresto domiciliario de la disidente.
Hija del general Aung San, el h¨¦roe de la independencia de Birmania, nada hac¨ªa prever que Suu Kyi se convertir¨ªa en la Mandela de Asia. Tal vez ni siquiera ella lo imagin¨® cuando decidi¨® en 1988 dejar a su marido y a sus dos hijos menores en Londres para volver a Rang¨²n a cuidar de su madre moribunda. Suu Kyi nunca volvi¨® a salir de su patria y durante casi todos estos a?os su casa ha sido su c¨¢rcel.
"Continuaremos con nuestros esfuerzos para traer la democracia a Birmania"
A su llegada, Aung San Suu Kyi se encontr¨® con un pa¨ªs en plena efervescencia contra un cuarto de siglo de dictadura. Miles de manifestantes protestaban contra el oscurantismo y el subdesarrollo impuesto por el r¨¦gimen de Ne Win que, acosado, ti?¨® de sangre las protestas. Las tropas dispararon aquel agosto a bocajarro contra los manifestantes y mataron a cientos de ellos.
Hu¨¦rfana desde los dos a?os -su padre fue traicionado y ejecutado justo seis meses antes de que se cumpliese su objetivo de independizar Birmania-, Suu Kyi no dud¨® en tomar el testigo. "Como hija de mi padre, no pod¨ªa permanecer indiferente ante lo que estaba pasando", dijo.
El ba?o de sangre forz¨® un cambi¨® en el alto mando militar. Una nueva Junta se puso al frente del pa¨ªs ese mismo septiembre y se comprometi¨® a celebrar elecciones libres. Entre los casi 200 partidos pol¨ªticos que se registraron, se encontraba la Liga Nacional para la Democracia (LND) y al frente de ¨¦sta se coloc¨® Aung San Suu Kyi. Los militares no tardaron en darse cuenta de que la l¨ªder de la LND pesaba mucho m¨¢s que los escasos 48 kilos de su cuerpo. La Junta se enfrentaba a un gigante que encarnaba la esperanza de un pueblo maltratado, pero no hundido.
Al a?o siguiente, 1989, la Junta orden¨® el arresto domiciliario de Suu Kyi, pero su intento de poner puertas al campo fracas¨®. En las elecciones de 1990 -hace hoy precisamente 17 a?os-, la LND se hizo con el 82% de los esca?os del nuevo Parlamento despu¨¦s de obtener m¨¢s del 60% de la totalidad de los votos emitidos. Los militares jam¨¢s imaginaron que su extra?o ejercicio democr¨¢tico se saldara con la humillaci¨®n m¨¢s vergonzosa del partido que hab¨ªan creado para representar sus intereses del poder. Su frustraci¨®n se tradujo en que hasta ahora no se ha celebrado la primera sesi¨®n de la C¨¢mara electa, en la persecuci¨®n sistem¨¢tica de sus diputados y la encarcelaci¨®n de centenares de miembros de LND.
"Continuaremos con nuestros esfuerzos para traer la democracia a Birmania bajo todas las circunstancias. No hay que olvidar que en Sur¨¢frica, el Congreso Nacional Africano fue declarado una organizaci¨®n ilegal durante d¨¦cadas", declar¨® para insuflar ¨¢nimos a sus perseguidos seguidores. Nelson Mandela permaneci¨® 27 a?os en la c¨¢rcel pero logr¨® acabar con el apartheid, Suu Kyi est¨¢ convencida de que Birmania ser¨¢ alg¨²n d¨ªa libre y democr¨¢tica. Su defensa a ultranza de la no violencia le vali¨® el reconocimiento internacional. A los prestigiosos premios Rafto y Saj¨¢rov sucedi¨®, en 1991, el Nobel de la Paz. Amnist¨ªa Internacional, mientras tanto, ya hab¨ªa reconocido como prisionera de conciencia a esta mujer de aspecto suave y temple de hierro.
La presi¨®n internacional llev¨® a la Junta, en julio de 1995, a ordenar el fin del arresto domiciliario, pero la resoluci¨®n de Suu Kyi de apoyarse en la no violencia para derrocar a los militares era m¨¢s firme que nunca. La disidente recorri¨® el pa¨ªs y alent¨® manifestaciones y campa?as de desobediencia civil para exigir la puesta en marcha del Parlamento democr¨¢ticamente elegido y la liberaci¨®n de los cientos de presos pol¨ªticos encarcelados. Al a?o siguiente el port¨®n de su casa volvi¨® a cerrarse con ella dentro y los militares fuera.
Dice Suu Kyi que su "inspiraci¨®n y su fuerza" proceden de las gentes que sufren en silencio sin los altavoces de los medios de comunicaci¨®n: "No hay nada que pueda compararse con el valor de las gentes normales cuyos nombres son desconocidos y cuyos sacrificios pasan inadvertidos", afirma en uno de los muchos textos -cartas y libros- escritos en sus 11 a?os de encierro.
Educada en India, donde su madre fue embajadora y en Oxford, esta profesora, que perfeccion¨® sus estudios en Jap¨®n y trabaj¨® en la secretar¨ªa de Naciones Unidas, se sinti¨® siempre, pese a las circunstancias, una privilegiada. Sin embargo, la l¨ªder de la LND tambi¨¦n ha tenido que pagar un alto precio por alzarse en defensora de los sin voz. La Junta la ha tenido muchos meses sin poder siquiera hablar por tel¨¦fono con sus hijos y cuando en 1999 su marido, Michael Aris (brit¨¢nico), enferm¨® de c¨¢ncer y pretendi¨® visitarla, no obtuvo el permiso. A ella la dejaban ir a Londres pero temi¨® que no la dejar¨ªan volver. Aris muri¨® sin el consuelo de su esposa.
El ¨²ltimo periodo de libertad de Aung San Suu Kyi fue entre mayo de 2002 y junio de 2003. El miedo de la Junta a que la l¨ªder de la oposici¨®n encabece una revoluci¨®n pac¨ªfica que ponga fin al r¨¦gimen militar llev¨® a los militares a hacer o¨ªdos sordos a todas las demandas de clemencia presentadas en las ¨²ltimas semanas por la comunidad internacional. Desde los gobiernos al Parlamento Europeo, pasando por un grupo de senadoras estadounidenses al que se uni¨® Laura Bush, exigieron la liberaci¨®n de la disidente, aunque eran pocos los que confiaban en su magnanimidad.
La Junta que ha construido una nueva capital -Naypyitaw- para mayor seguridad de la c¨²pula militar y que en los ¨²ltimos a?os ha ganado ciertas batallas diplom¨¢ticas como la entrada de Myanmar en la Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico y la mejora de relaciones con India, no est¨¢ dispuesta a dar la m¨¢s m¨ªnima oportunidad a su m¨¢s temido enemigo.
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