En el balc¨®n de la victoria
La noche del domingo hubo balc¨®n en G¨¦nova que debi¨® improvisarse otra vez con mecano tubo sobre la fachada de la sede nacional del Partido Popular. Tenemos nuevas elecciones en puertas y convendr¨ªa que se procediera desde ahora mismo a tramitar las oportunas licencias municipales que permitan dotar al edificio de un balc¨®n permanente de manera que los l¨ªderes puedan corresponder cuantas veces sea necesario al entusiasmo siempre a punto de la militancia. Esta vez se ha desencadenado tras una diferencia a escala nacional de 155.991 votos m¨¢s sobre los 7.758.093 que se han apuntado los candidatos del PSOE. La diferencia en t¨¦rminos porcentuales representa un 0,7% pero ha servido tambi¨¦n para cantar victoria. Con menos motivo se apunt¨® Napole¨®n la victoria en el campo de Eylau. Adem¨¢s de que los resultados arrasadores en la ciudad y en la Comunidad de Madrid tampoco pueden minimizarse, como si no estuvieran apuntando otra dimensi¨®n del problema para el PSOE.
En la sede socialista de Ferraz los balcones son impracticables, como si fueran de atrezo, y nadie ha cuidado en las ¨²ltimas ocasiones electorales de procurar una instalaci¨®n an¨¢loga a la de sus competidores. Prefieren celebraciones m¨¢s discretas, de interior, sin concentraciones al aire libre. Se dir¨ªa que los del PSOE vienen de una tradici¨®n diferente. S¨®lo cuando la primera victoria en las generales del 28 de octubre de 1982 Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra se asomaron t¨ªmidamente a una ventana del Hotel Palace para recomendar enseguida a los incondicionales que se disolvieran y regresaran a casa. No tienen la cultura del balc¨®n, un elemento que ha sido postergado en la arquitectura de la Villa y Corte a partir de Guti¨¦rrez Soto, el impulsor de las terrazas que luego se cubren arbitrariamente, cada uno por su cuenta, con el consiguiente deterioro del aspecto exterior de las construcciones.
Aceptemos que si las grandes ocasiones parlamentarias se conocen por los ch¨®feres, los triunfos electorales se distinguen por sus celebraciones. En todo caso, nada comparable al momento estelar de la salida al balc¨®n, cuando la muchedumbre reclama impaciente la comparecencia de los l¨ªderes victoriosos. Hay que imaginar la situaci¨®n previa, que transcurre en la habitaci¨®n contigua, convertida en improvisado patio de cuadrillas momentos antes de que suenen los clarines y se abran las puertas para iniciar el pase¨ªllo. Entonces debe disponerse quienes saldr¨¢n, el orden de aparici¨®n en escena y la posici¨®n en que quedar¨¢n expuestos. Tambi¨¦n qui¨¦n ocupar¨¢ el centro, los turnos de palabra y otros detalles de la animaci¨®n corporal. Cuidado, porque pueden cundir los disgustos entre los que se consideren postergados sin posibilidad de asomarse, retenidos en las bambalinas. Algunos pisar¨¢n el balc¨®n sin problemas de timidez pero otros necesitar¨¢n para hacerlo estimularse con alguna dosis de co?ac salta parapetos.
La tradici¨®n del PP con los balcones se inaugur¨® en Caraba?a aquel Viernes Santo 7 de abril de 1996, dos semanas despu¨¦s de la primera victoria electoral de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sucedida el 28 de marzo anterior. All¨ª estaban junto al l¨ªder, Ana Botella, Pedro Jos¨¦ Ram¨ªrez y Rodrigo Rato. A todos ellos los echamos de menos la noche del pasado domingo en el balc¨®n de G¨¦nova junto a Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallard¨®n y ?ngel Acebes. Porque nadie discutir¨¢ la colaboraci¨®n extraordinaria de Jos¨¦ en la campa?a con intervenciones como la de Calatayud y otras a d¨²o con Ana confirmando el amor que se tiene el matrimonio ya cargado de nietos. Sabemos de la ingratitud de la pol¨ªtica y dice Joan Manuel Serrat en su canci¨®n A quien corresponda "que a los viejos se les aparta / despu¨¦s de habernos servido bien". Pero tampoco, porque basta ver al ex para desmentir que el suyo sea un caso de ancianidad. Entonces, ?por qu¨¦ han prescindido del gran timonel que sigue marcando el rumbo en medio de navegaci¨®n tan procelosa, sin temblor alguno en su pulso? A?adir a Rato hubiera dado un toque internacional y habr¨ªa sido un reconocimiento a sus negros augurios sobre la econom¨ªa espa?ola, cualquiera que sean los datos positivos que ofrezca. En resumen, ampliar el balc¨®n y explicar de paso la ausencia del incombustible Zaplana.
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