Inquieto, pol¨¦mico, emprendedor
El primer renovador del hasta entonces bastante provinciano arte brit¨¢nico fue William Hogarth (1697-1764), personaje sumamente inquieto, pol¨¦mico y emprendedor. De la misma generaci¨®n que Watteau y casi rigurosamente coet¨¢neo de Chardin y G. B. Ti¨¦polo, los tres, como ¨¦l, nacidos a fines del XVII, Hogarth no tuvo las cualidades y el oficio de estos grandes maestros continentales, pero, adem¨¢s de que los m¨¦ritos art¨ªsticos tradicionales estaban ya cambiando, fue tan innovador como ellos y estaba dotado de una mentalidad m¨¢s moderna. Este ¨²ltimo rasgo crucial se aprecia en la formulaci¨®n del artista brit¨¢nico de lo que ¨¦l mismo denomin¨® Comic history painting, que no s¨®lo significaba revalorizar, transform¨¢ndola por completo, la vieja costumbre popular de una narraci¨®n visual mediante una sucesi¨®n de vi?etas, sino introducir de lleno en la pintura y el arte gr¨¢fico el nervio de la nueva comedia de costumbres sat¨ªrica y, sobre todo, la novela moderna, que no en balde florecieron en la literatura brit¨¢nica del primer tercio del XVIII.
De esta manera, Hogarth supo escarbar en los oscuros rincones de la nueva y cada vez m¨¢s pujante sociedad urbana, cambiando la perspectiva cr¨ªtica tradicional, varada en la ¨¦pica apolog¨ªa de los dioses, hasta centrarla a ras de tierra, como la pugna cotidiana de mortales entre mortales. En este mismo sentido, fue uno de los pioneros en destacar la importancia de la emergente clase burguesa, pero tambi¨¦n del creciente papel que habr¨ªan de desempe?ar las mujeres y los ni?os, hasta entonces despreciados por la ¨¦tica cl¨¢sica que los consideraba demasiado pr¨®ximos a la naturaleza.
Por otra parte, dotado de una mentalidad empresarial, fue asimismo uno de los que antes se percat¨® de la trascendencia de la difusi¨®n mediante la estampaci¨®n gr¨¢fica, logrando con ello que sus im¨¢genes circulasen por todo el continente e influyesen en muchos de los mejores artistas posteriores, entre los que se cuenta Goya. Por si fuera poco, Hogarth se introdujo en el debate te¨®rico con un tratado, An¨¢lisis de la belleza, donde no s¨®lo defend¨ªa la superioridad de la din¨¢mica curva, sino la llamada composici¨®n serpentinata, donde la acci¨®n, narrativa y formalmente, culebreaba, con lo que, en cierto modo, lo vemos como antecedente de dos de los quiz¨¢ m¨¢s dominantes g¨¦neros de narraci¨®n contempor¨¢neos: el c¨®mico y, si se me permite, el culebr¨®n, ambos cortados por el patr¨®n de la intriga.
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