Paris, je t'aime
El ejercicio de abstenci¨®n que acabamos de vivir nos hace volver la vista al a¨²n reciente proceso franc¨¦s. Curioso contraste entre un pa¨ªs, el nuestro, instalado en la satisfacci¨®n de un crecimiento sin precedentes y que, parad¨®jicamente, destila apat¨ªa, con el de nuestros vecinos, inmersos en una neurosis de crisis generalizada, que participan de forma masiva en las elecciones. Francia es un pa¨ªs conservador y avanzado al mismo tiempo, que se reinventa de forma peri¨®dica para seguir siendo fiel a s¨ª mismo y a los grandes conceptos que tiene como divisa. Al contemplar la cara de Sarkozy en su toma posesi¨®n de la presidencia de la Rep¨²blica, con evidente esfuerzo para encubrir la leg¨ªtima complacencia bajo un gesto de modestia, uno no puede evitar pensar en el peque?o corso que lleg¨® para salvar a Francia del hundimiento moral y termin¨® coron¨¢ndose emperador. A m¨¢s de un franc¨¦s con ¨¢rbol geneal¨®gico se le habr¨¢ congelado el rictus al ver el sill¨®n del Eliseo ocupado por un hijo de inmigrantes de ascendencia jud¨ªa.
Todav¨ªa se exhibe en las pantallas gallegas Paris, je t'aime. Dieciocho historias, por otros tantos barrios, homenaje de directores y actores de distintas nacionalidades a una de las capitales del mundo. Historias del individuo -como mucho de la pareja, de la soledad y de la solidaridad, desoladoras, tiernas, ir¨®nicas...- que nos dicen que a pesar de los est¨ªmulos constantes en torno a la apoteosis de lo individual y de la competencia sin contemplaciones, del "hazte rico o muere en el intento", el ser humano ante una situaci¨®n l¨ªmite suele reaccionar a favor del pr¨®jimo.
Par¨ªs es un crisol donde se condensan y precipitan las tendencias de nuestro tiempo. Turistas y vecinos, transe¨²ntes y habitantes, interact¨²an entre las bambalinas formadas por ese callejero interminable de muros, huecos y umbrales prestigiosos que invitan a cada uno a so?ar una historia personal. Y, al lado, los suburbios ardientes que de vez en cuando estallan y hacen sonar sus ecos contestatarios en las c¨¢maras de representaci¨®n de la Bastilla o la Rep¨²blica, sucursales de la revuelta en el coraz¨®n de la ciudad.
Un repaso al devenir de Par¨ªs a lo largo de tres d¨¦cadas sirve como contexto para pensar en lo que debe ser la ciudad, en los desaf¨ªos de una urbe que se reformul¨® en los setenta, con un plan de ocupaci¨®n del suelo que puso coto a los excesos terminales del movimiento moderno, cuando parec¨ªa que se pretend¨ªa dejar peque?a la reforma hist¨®rica del prefecto Haussmann. Eran los tiempos ¨¢ureos de Mitterrand en el El¨ªseo y Chirac en el H?tel de Ville, de la inauguraci¨®n del centro Georges Pompidou y de operaciones ya emblem¨¢ticas como el Instituto del Mundo ¨¢rabe, el museo de la estaci¨®n de Orsay y la pir¨¢mide del Louvre.
En el 2001 el alcalde Delano? da una vuelta de tuerca al lenguaje urbano: se trata de la solidaridad y la renovaci¨®n, declinando urbanismo, h¨¢bitat y movilidad. Se revisa el plan local de urbanismo; junto a la promoci¨®n de grandes obras como el museo del Quai Branly de Jean Nouvel, se rehabilitan espacios del abolengo del Grand Palais y el Petit Palais; se descubren playas bajo el asfalto de las v¨ªas ribere?as antes reservadas al tr¨¢fico y se inician debates que contin¨²an abiertos para ofrecer alternativas ilusionantes a la ciudad m¨¢s densa de Europa, dotada de un discurso urbano que provoca envidia.
En este tiempo de hedonismo y consumo, el artista formula y hace visibles nuestros miedos, nuestros deseos o nuestras preocupaciones. Aires de Par¨ªs, la exposici¨®n que se exhibe en el centro Pompidou, propone una reflexi¨®n interdisciplinar en torno a las grandes mutaciones de la ciudad y su metr¨®poli. Hoy en d¨ªa las palabras a utilizar en el espacio urbano son realidad y ficci¨®n, conflictos y riesgos, identidades y comunidades, redes globales... El paquebote de Renzo Piano y Richard Rogers acaba de cumplir su trig¨¦simo aniversario con una intervenci¨®n dedicada a reparar y restaurar, evidenciando su formalismo tan decidido, tan imperativo y, sobre todo, la funcionalidad cultural que mantiene. Hay que volver cada cierto tiempo para ver las siempre renovadas colecciones de arte contempor¨¢neo y la mejor de las obras maestras, la panor¨¢mica de esta ciudad tan bien construida que se domina desde las plantas superiores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.