Sebasti¨¢n
Miguel Sebasti¨¢n no tomar¨¢ posesi¨®n como concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid; con ello incumple su compromiso de que si no ganaba no ir¨ªa a otro destino m¨¢s vistoso, sino que se quedar¨ªa como portavoz de la oposici¨®n municipal. Algunos de los que le emplazaron con aire astuto a adquirir ese compromiso le han conminado ahora a irse. Sebasti¨¢n ha justificado su decisi¨®n como forma de asumir su responsabilidad y porque su continuidad podr¨ªa dificultar la necesaria renovaci¨®n del partido.
Se planteaba, por tanto, un dilema entre el compromiso y la asunci¨®n de responsabilidades.
Es posible que en la decantaci¨®n por la renuncia hayan pesado razones impronunciables: la falta de garant¨ªas de apoyo del resto de los concejales de su grupo. En todo caso, sus 486.000 votantes merec¨ªan una explicaci¨®n.
Al menos respecto a su error mayor como candidato. La primera obligaci¨®n de un pol¨ªtico es saber distinguir entre lo que se puede hacer y lo que no. Sacar la foto de Montserrat Corulla pertenece a lo que no: porque ir por ese camino har¨ªa irrespirable la pol¨ªtica, y porque proporciona coartadas para esquivar el tema de fondo. Sebasti¨¢n demostr¨® ah¨ª falta de profesionalidad, y alg¨²n d¨ªa deber¨¢ reconocerlo.
La influencia de Sebasti¨¢n en la exitosa pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno ha sido considerable, seg¨²n reconoci¨® Zapatero al presentarle como candidato. Fue el inspirador de su programa econ¨®mico, con aportaciones que entonces chocaron y la realidad ha validado. Podr¨ªa haber llegado a ser un buen alcalde, tras aprender el oficio pol¨ªtico desde la oposici¨®n a Ruiz-Gallard¨®n, cuyo punto d¨¦bil es el fuerte de Sebasti¨¢n: las cuentas y el control del gasto.
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